Orígenes III.

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Un deseo de parte de Charles.

Emili flotaba en sus lagunas mentales, nuevamente y como de costumbre estaba olvidando cosas al azar, ya se había acostumbrado a esa sensación, pero una parte de ella exigía mantenerse firme y no olvidar nada.

¿Asimilación? El proceso designado para todos aquellos monstruos con delirios psicópatas, personas con ira a los humanos, seres que desean venganza; un proceso bastante doloroso que lleva a cabo el olvido de memorias pasadas para simplemente recordar la causa de su sufrimiento, siempre y cuando el trauma por aquellos actos no sea lo bastante alto como para impedir el deseo de sangre por parte del afectado.

Emili sufría de amnesia, muchas de sus memorias se retorcían hasta el punto de parecer fragmentos ajenos de alguna película o alguna imaginación tras leer un libro. Una asimilación temprana y rápida, pero a pesar de tener consecuencias como pérdida total de la memoria, producir un estado vegetativo, muerte por un caso de rabia o parálisis en alguna extremidad... Las posibilidades de aquella niña para obtener ese estado eran bastante bajas.

Siempre había tenido un autocontrol de sus emociones algo inhumano.

-¿Cómo estás, mi dulce niña? - preguntó el conejo.

La sombra se movía al lado del cuerpo que parecía casi inerte; los ojos grises se habían oscurecido perdiendo el toque de vida, su piel siempre pálida mostraba el recorrido de sus venas, los labios estaban secos y agrietados, bajo el cuidado de su cabello desordenado y opaco.

Emili Liddell, Emili Clifford... Daba igual el apellido, ella ya no sentía nada más que ausencia y una crisis existencial algo grave.

-¡Menuda manera de cumplir los trece! - expresó el conejo.

Pronto ella olvidaría esa conversación y el hecho de haberlo visto, olvidaría su apellido real, sus recuerdos y eventualmente viviría tras la carcasa de Pierrot, puesto que era el único fragmento de sus recuerdos que era incapaz de olvidar.

Fuera de aquellas cuatro paredes el resonar de la festividad navideña invadía sus oídos, una felicidad incapaz de saborear.

-Emili- pronunció la voz de aquella niña, algo ronca y devastada, llevaba horas gritando sin necesidad de ser escuchada.

No buscaba ser calmada con sus delirios de ira, sabiamente ella se detenía cuando era necesario.

-Sí, ese es tu nombre, no lo olvides, sería problemático recordarlo después- dijo el conejo y se sentó a su lado.

Acarició el rostro de aquella niña y notó como las lágrimas descendían del rostro de quien era su nueva Alicia.

-Duele- expresó la chica.

El dolor era algo que pronto también olvidaría.

-No debería sentir dolor- dijo ella.

-Ay, mi niña, no deberías dar órdenes al azar, ni tú misma llegaras a comprender el poder de la palabra que ejerces como mi descendencia- le advirtió el conejo.

Continuó acariciando su rostro, con lentitud y consuelo. Su cuerpo hecho sombras asumió la imagen de una mujer de cabellera blanca y ojos negros, tan oscuros y carecientes de vida que reflejaban la imagen de un cadáver.

-Cierra tus ojos Emili, hoy te contaré una historia... La historia de tu verdugo. - expresó el ser- Sueña, descansa, a fin de cuentas, lo olvidarás en la mañana. Esta historia es sobre un niño, un pequeño monstruo con un deseo corrupto.

Emili cerró sus ojos y soñó, soñó una historia incapaz de cambiar, un cuento maquiavélico del que su existencia no podría escapar.

Inclusive Dios había sido traicionado por quien parecía un ángel.

Asesinatos [Bloody Painter] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora