II

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Cruel destino. ¿Por qué debíamos estar tan lejos y a la vez tan cerca el uno del otro?

Empecé a sentir celos de tus amigos, de aquellas chicas sentadas frente a mí, o de cualquiera que estuviese cerca de ti y pudiese escucharte reír y hablar con total claridad. ¡Cuánto hubiera deseado estar en el lugar de aquel hombre de overol que, al parar el autobús en la primera parada, subió y se sentó a tu lado! Por más que me esforzara, no podía dejar de mirarte. Todo en ti me complacía, me llenaba de paz. Me tenías fascinado, desde aquellos minúsculos lunares en tu cuello, hasta esas largas y oscuras pestañas que sombreaban tus ojos color café. Ansiaba desesperadamente que notaras mi existencia, y a la vez no. Todavía eras un extraño en mi mundo y, por tanto, no sabía qué esperar de alguien que me hacía sentir así de inquieto. Necesitaba asegurarme primero quién eras y a qué venías. Nunca te había visto antes. Tampoco creía que ninguno de mis conocidos te conociera de nada. Y parecías todo menos un visitante asiduo de esta ciudad. ¿Te irías pronto? Si así era, esperaba al menos recordarte más lúcidamente que en un sueño. Pero temía que, como siempre ocurre con los sueños, las imágenes fueran difusas y el sentimiento mucho menos intenso que cuando se lo experimentó originalmente.

Aún parecía que estábamos en mundos distintos, en clases distintas, en realidades distintas. Y aunque mucho lo deseaba, no podía inmiscuirme tan resueltamente en tu burbuja. De todas formas, me dije, no querrías que hiciese eso; me verías extraño, te molestarías, me ignorarías. Solo te importaban tus amigos, y los demás estudiantes, sin poner atención a lo que decías, estaban en lo suyo, sin saber apreciar lo más sublime que la naturaleza había concebido. ¿Cómo era eso posible? No lo sé. Solo yo te veía como tal, y me parecía que todos a mi alrededor se percataban de mis sentimientos abrigados hacia ti menos tú. Estabas tú en tu mundo y yo en el mío, el cual solo lo abarcabas tú en su totalidad. Si me conocieras, ¿dejarías que yo entrase en el tuyo? Yo ya te he abierto las puertas al mío, desde el primer momento que te vi. Lo hiciste una vez que decidiste subir al autobús que siempre me llevaba a casa. Todo esto que ahora te rodea yo ya lo he visto y sentido antes. Espero te guste lo que ya ha formado parte de mí.

No podía creer que estuvieras aquí, en este mismo espacio, que vulgarmente era un autobús, mi autobús, que ahora también era el tuyo. Y no podía creer que, viéndote como en un sueño, no me fuera posible levantarme e ir a tu encuentro, que era lo que más me moría por hacer.

Aquel autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora