Esas noches frias y desoladas de invierno, esas en las que necesito calor y amor. Esas noches son en las que te extraño. Noches en las que despierto con ganas de arder y amar, con ganas de tenerte quizás. Me duermo pensando en tus besos, me desvelo pensando en tu aroma y despierto recordando tus brazos alrededor de mi cuerpo desnudo. Esas noches en las que nos teníamos, y todo parecía hasta real.
Ya no existen las noches bellas y acaloradas. Ya no existe el decir que la cama me queda chica, porque hay un gran espacio que aclama de cuerpo y tu nombre. Como si la almohada te conociera todos los pecados, como si las sabanas fueran tu segunda piel. Como si ellas hubiesen sido testigo de todas las noches de amor y pasión, de amor y paz. Como si ellas supieran que por la madrugada despierto pensando en tu nombre.
Ya no existen esas noches en las que nos amábamos. Solo hay noches. Noches frias, de insomnio y desoladas. Noches para extrañarte.
Quizas te extraño, quizás te necesito y te aclamo como si siguieras siendo mio. Quizas fantasee con que seriamos nosotros dos la almohada y la sabana toda la vida, y que las noches frias y desoladas jamas llegarían. Pero no era asi, estaba muy equivocada. Mi cuerpo te llama como si hubieses dejado la marca de tus dedos dibujados con tinta en cada extremo de mi piel y mis labios te extrañan como si nunca hubiese salido una mentira de los tuyos. Quizas aun te amo, porque en mis sueños, si soy correspondida de nuevo por tu amor.
En la medianoche, cuando las manitas del reloj se alinean perfectamente, quizás ahí pido, aclamo, me arrodillo, ruego y exclamo poder tenerte de nuevo para mi, poder amarte y ser correspondida. A esa hora es cuando pido que regreses. Que vuelvas para amarme y necesitarme quizás como lo hago yo.
A medianoche es cuando explotan todas mis emociones por ti.