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Dos tazas humeantes de té reposaban sobre la mesa, y unas uñas pintadas desprolijamente chocaban ansiosas contra la mesa de madera de un café informal

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Dos tazas humeantes de té reposaban sobre la mesa, y unas uñas pintadas desprolijamente chocaban ansiosas contra la mesa de madera de un café informal. Usualmente, Natasha no hubiera citado a alguien allí, estaba acostumbrada a cosas un poco más caras y llamativas, lujosas. Pero si quería intentar algo con Pedro debería mostrar ese lado humilde e inexistente que tiene.

El castaño entró al lugar, haciendo que la puerta chocara contra una campanilla que estaba encima de ésta, provocando un sonido particular. Natasha volteó hacia donde provenía el sonido y sonrió ampliamente al ver al castaño allí. Le hizo unas señas con la mano para que la viese, y a pasos relajados, Pedro se acercó a ella.

Prefirió omitir un saludo en la mejilla, sabía que cualquier paso en falso, Natasha lo malinterpretaría.

—Me alegra que me hayas invitado a este pintoresco lugar, Pedro.

—No te preocupes, no tenés que fingir conmigo sobre que el lugar te gusta, simplemente Martín me aconsejó hablar con vos y creo que es lo mejor— la cara de Natasha se transformó, pero se remitió a no decir ni hacer nada—. Natu, sos una chica fantástica, hermosa y con alto futuro adelante. Pero hay dos problemas: primero que nada, vamos en rumbos bastante diferentes. Y segundo, estoy enamorado de alguien más. Creo que es algo duro decirte que vos simplemente me hiciste olvidarme de él por un mes, pero es la realidad y no hay modo de disfrazar la verdad. Te pido disculpas, pero uno no elige de quién se enamora.

—¿Así, sin más? ¿Es lo único que merezco para que me termines?

—Natasha, no alces la voz— dijo Pedro en un tono bajo debido a que algunas personas de mesas cercanas habían volteado a verlos—. Sos una piba madura, tomate esto con madurez también. Yo no estuve ni estoy interesado en algo serio con vos, perdóname, posta.

Sacó un billete de su bolsillo, lo dobló y lo dejó en la mesa para posteriormente levantarse y salir por la misma puerta por la que entró. Natasha respiró hondo y por más que detestaba llorar, se tapó el rostro con las manos y dejó que la tristeza se apoderara de ella.

Nunca se había enganchado con alguien tan rápido, pero es que Pedro era alguien diferente a todas sus parejas y a su círculo de amigos. Era alguien tan diferente a todos los que conocía que lo había tomado como un reto, pero no estuvo más de una semana para darse cuenta de que le encantaba pasar tiempo con él.

Le hubiera gustado un poco más no enterarse de su ex novio mediante un vídeo de Youtube, pero bueno, lo próximo a ello era soltar y superar, porque no se puede hacer nada más con eso. ¿Tratar de recuperarlo? El tiempo es algo preciado y muy valioso como para gastarlo en algo que no dará frutos, así que simplemente dejó otro billete encima de la mesa, secó sus lágrimas con cuidado del make—up y se levantó de la mesa confiada de sí misma.

—No necesito de ningún hombre para ser feliz— susurró y salió de la cafetería.

Por su parte, al salir del lugar Martín alzó su mirada de su teléfono, la sombra de Pedro le había sobresaltado.

—¿Tan rápido, amor?

—Fui breve, sé que entendió el mensaje— estiró su mano hacia su novio, quién rápidamente la tomó, levantándose del banco donde estaba sentado y disponiéndose a caminar un poco por el centro.

Iban caminando bastante tranquilos de la mano cuando algo comenzó a ser conocido ante los ojos de Martín, un deja vú.

«Una fan en especial, luego de sacarse una foto con ellos, se quedó un poquito más de tiempo, haciéndoles una pregunta indebida.

—Martín, ¿sos vos el de la historia de Pedrito?— lo miró fijamente, tratando de sacarle la verdad solamente con la reacción del chico. Éste rápidamente se puso nervioso, tratando de no demostrarlo.

—Na boluda, nosotros somos amigos nomás. Y si Pedro subió una foto así, sin mostrar la cara de la piba, es porque no quiere hacer público nada, o capaz no es serio.

—Umh...— respondió la chica en un tono inseguro, observando a los dos— Sorry not sorry, voy a seguir shippeandolos».

[Capítulo tres, somos amigos].

Inevitablemente, sonrió ampliamente al ver a aquella chica caminando felizmente. Sus miradas se cruzaron y la jovencita de no más de 16 años se tapó la boca con una mano, corriendo hacia ellos. Martín abrió sus brazos, haciendo que ambos se juntaran en un cálido abrazo.

—¡Martín!

—¡Ludmila!

—¡Pedro!— exclamó una vez más, abrazando al otro chico.

Hizo señas con la mano a la mujer adulta que la acompañaba, quién seguramente era su madre. Le pidió que le sacara una foto con los chicos, quién aceptó y lo hizo. Antes de irse, Ludmila se acercó al de baja estatura.

—Yo sabía que ustedes eran unos closeteros, lo supe siempre.

—Shhh— respondió Martín con el dedo índice sobre sus labios y su boca en forma de O.

find me ; pedrimente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora