3. Difíciles propuestas

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Un rayo de luz se filtró por la ventana y le hizo saber la hora que era. Tardó un poco en cobrar el sentido, y cuando lo hizo, se sintió alegre al recordar los acontecimientos de la noche anterior. Aquella había sido una noche loca de veras. Él y Adam se habían quedado hasta las tantas disfrutando del triunfo de su equipo predilecto, celebrado con comida y alcohol.

Al final, Adam dio por terminada la velada, y Jayson se sentía demasiado cansado como para recoger toda la basura que había en su salón, así que hizo el pensamiento de ordenarlo esa mañana. Se levantó rezagado y nada más ponerse de pie se acarició las sienes con los dedos. Sentía que su cabeza le iba a estallar por momentos. No obstante, bajó a la cocina, dispuesto a prepararse una tila para apaciguar su jaqueca. De pronto, recordó que, desgraciadamente, tenía una cita muy importante a partir de las siete en punto y quién sabía si volvería a beber. Decidió tomarse una pastilla para el dolor de cabeza y evitar el alcohol esa noche para no repetir aquella dolorosa experiencia.

Cuando pasó por su salón, por poco se vino abajo. Estaba hecho un auténtico desmadre: las botellas de cerveza se apilaban en grandes cantidades sobre la mesita y por el suelo, las cajas de pizza estaban tiradas sobre el sofá. Encontró además en el intersticio de los cojines del sofá un trozo de pizza que Adam debió de perder jugando a lanzarse trozos de pepperoni al aire para que aterrizaran en su boca. Por un momento, pensó en no volver a invitar a su amigo a su casa, pensando en la profunda limpieza que en ese momento le tocaba hacer a él.

Con auténtica lentitud, arrastrando una marea de dolor debido a la migraña, empezó a limpiarlo todo. Cuando terminó, vio que se había hecho la hora de comer, y dio un salto cuando sonó el timbre.

El chico corrió hasta la puerta de entrada y miró por el agujero de la puerta.

—¡Hola, hola! —sonó una voz cantarina y femenina al otro lado de la puerta.

<<¡Laura!>>, exclamó Jayson para sus adentros, viendo a su mejor amiga por la mirilla.

—¿Qué... qué haces aquí? —preguntó abriendo la puerta. Abrió mucho los ojos al ver que llevaba una bandeja cubierta con una capa de papel de aluminio, bajo el que debía esconderse algo delicioso y comestible, debido al buen olor que desprendía.

—Acabo de llamar a Adam, y me ha contado la fiesta que hicisteis anoche. Y vengo a comer contigo para pasar un rato juntos —explicó señalando con el mentón la palangana—. Llevas mucho tiempo ocupado con tu trabajo y hace tiempo que no hablamos. Y... te echo de menos.

Jayson se la quedó mirando entornando los ojos como si no hubiera entendido bien, y Laura aprovechó para mirarle de arriba abajo.

—Por cierto, ¿qué haces todavía en pijama? —dijo levantando el tono, por lo que Jayson se llevó las manos a la cabeza, y Laura se apresuró a sonreír torpemente, tal vez disculpándose—. Lo siento, no recordaba que estás total y completamente resacoso.

—No estoy tan resacoso como tú crees —replicó Jayson, cruzándose de brazos.

—¿Ah, no? —preguntó la joven acercándose a él y subiendo el volumen de su tono.

—¡Vale, tú ganas, pero habla más bajo! —masculló el chico acariciándose de nuevo las sienes.

Jayson se hizo a un lado para permitirle el paso, y rápidamente corrió a vestirse. Cogió lo primero que encontró en el armario para verse decente delante de su amiga. Se miró al espejo para comprobar su imagen y vio que su pelo estaba completamente revuelto. Tras peinárselo un poco con los dedos, bajó hasta la cocina y vio que Laura ya había puesto la mesa ella sola. Y finalmente pudo ver lo que había traído su amiga en la palangana: una comida completa. Había dos patas de pollo mojadas en una espesa salsa marrón cubierta de verduras y especias que mejoraban considerablemente el perfume; también había dos montoncitos de arroz acompañados de dos trozos de pescado rebozado.

Sombra de Sangre #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora