El destino es un bastardo

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Afuera de la tienda.

Desde la partida del albino al desgastado establecimiento Charles jr. se mantenía expectante e inquieto mirando la puerta del edifico, esperando por la vuelta de su amo. No es que el estuviera preocupado o algo, lo que sucedía realmente, es que el enorme perro no era muy feliz estando atado, con un limitado espacio para moverse y además sin compañía.

A pesar de ya tener la edad de dos años, no se había acostumbrado a esta situación y no deseaba acostumbrarse. El porqué, no era más que simple capricho del can, ya que, desde sus viejos recuerdos cuando era un cachorro siempre que Lincoln, disfrazado para sus salidas al exterior, lo dejaba atado, este mordía sus correas hasta romperlas, y así conseguir su añorada libertad.

Todavía recordaba la gran cantidad de correas que había roto tiempo atrás, en su etapa, por así decirle, de cachorro travieso y curioso. Era recurrente la misma situación, cuando su amo lo ataba para que pudiera ir al baño público a hacer del "uno" como él solía decirle Charles jr. se limitaba a mordisquear la correa.

El rostro del albino en aquel entonces siempre terminaba lleno de sorpresa al reencontrarse con el can. Puesto se encontraba con un cachorro de San Bernardo sonriente y babeante, llevando lo que una vez fue una linda correa, pero ahora era solamente un trozo tela dividido en dos, desbordante de saliva.

Listo para reprocharle a su mascota sobre lo que había hecho, el babeante cachorro emprendía una huida, buscando que su amo fuese a atraparlo, tratando de iniciar un juego improvisado de atrapadas entre amo-mascota. Aquella inocente acción terminaba siempre obligando a Lincoln a atrapar a su juguetón perro, pero no porque este desease jugar, sino porque su perro era un imán para atraer problemas y causar el desorden.

En las persecuciones amo-mascota, Lincoln siempre terminaba de la misma manera, disculpándose con medio mundo, pagando por algún o algunos objetos rotos que su perro se llevaba por delante, y frenando el paso de los autos en la calle, porque su perro corría sin cuidado de un lado a otro por toda esta. Luego de aquella alocada situación, Lincoln terminaba volviendo a su hogar totalmente agotado y con un aspecto desalineado, además de llevar a un Charles jr. dormido plácidamente, feliz entre sus brazos.

Aun así, para Charles jr. era sorprendente como su amo albino, nunca lo castigaba o maltrataba por arrastrarlo a aquella situación problemática. Es más, el simplemente lo regañaba amablemente y con su suma paciencia, le explicaba que debida de evitar volver a causar ese tipo de situaciones, porque podía hacerse daño él o a alguien, pero de igual manera aquel acto se repitió hasta casi año y medio, fue duro para Lincoln.

Era creciente la felicidad que le causaba aquellos recuerdo a Charles jr. No podía negar que aquellos dulces momento que paso con el albino, a pesar de los problemas que el causaba, eran inigualables. Pero, con la pronta llegada de una suave brisa nocturna, las orejas del San Bernardo decayeron repentinamente, un nuevo recuerdo llego a la mente del can, aunque lamentablemente este no acarreaba buenas sensaciones.

Charles jr. recordó los duros momentos, donde su amo se hallaba sin consuelo insultándose y lamentándose, por sus penas y equivocaciones.

Todavía era muy claro en la mente Charles jr. El tono depresivo de la voz del albino, que en cada palabra parecía agonizar, sus ojos que antes tenían un brillo de amabilidad, fueron opacado por una mirada vacía y sin esperanza, las cálidas y fuertes manos que solían acariciarlo y reconfortarlo, temblaban y daban un semblante de fragilidad, el olor sofocante a humo que abundaba en la habitación, parecía ser oxígeno para el albino en ese mar de sufrimiento.

La imagen que contemplaba en aquellos momentos, era el de una persona derrotada, que ya no esperaba ni sentía nada, que solamente buscaba terminar con todo.

En Busca De Un Loud.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora