26 - TREGUA

119 18 4
                                    

Abro los ojos completamente desorientada. Lo primero que veo es el rostro de Camile. Está muy preocupada.

—¿Te encuentras bien, Cris?

Asiento mientras intento incorporarme en la cama. Me duele todo el cuerpo. Es entonces cuando me doy cuenta de que llevo las rodillas vendadas.

—¿Qué... qué me ha pasado? —pregunto nerviosa.

Rose se acerca y, cogiendo mis manos, se sienta a mi lado.

—Tranquila, Cris —me indica con su dulce mirada —. Estamos aquí para ayudarte, pero para eso necesitamos que nos cuentes todo lo que recuerdes. ¿Podrás?

Sacudo la cabeza confundida. Es la segunda vez que me despierto en esta habitación y, al igual que la anterior, no tengo ni idea de cómo he llegado hasta aquí.

—Lo siento —contesto con tristeza —, pero no recuerdo nada.

Camile y Rose se miran entre ellas preocupadas.

—¿Seguro? —interviene Drogo desde una esquina —. Porque yo creo que es una excusa que has puesto para vengarte de mí. ¡Dos veces me has quemado!

Me quedo totalmente en shock mientras las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos. ¿De qué está hablando? Yo no he hecho nada de eso.

—¿Sabes que me tienes un poco harta, Drogo? —le dice Camile cansada pasándose la mano por el pelo —. Vámonos Rose. Así no hay manera de hacer nada —continúa poniéndose en pie —. Y tú —ordena al llegar a la altura de Drogo en tono amenazante —. Le vas a pedir perdón y no vais a salir de ésta habitación hasta que hayáis aclarado todo entre vosotros. 

Drogo hace un ademán de protestar, pero su madre le corta.

—Camile tiene razón —añade enfadada —. Bastante tenemos encima como para tener que aguantar vuestras tontas disputas. 

Drogo mete las manos en los bolsillos y agacha la cabeza cabreado mientras las dos salen de la habitación y cierran la puerta con llave.

Yo le observo con miedo. ¿Cómo han podido dejarme a solas con él? Con lo que me odia, es capaz de hacerme cualquier cosa. 

Tras un rato, que a mí se me hace una eternidad, él avanza despacio sin sacar las manos de los bolsillos.

—Vamos a dejar las cosas clara, cosita. ¿Para quién trabajas? —pregunta completamente serio. Yo me quedo alucinada.

—¿Cómo? ¿Qué? —contesto confundida.

—No te hagas la tonta —responde enfadado —. Estás aquí para acabar con nosotros. ¿Te crees que no me he dado cuenta? 

La sorpresa inicial da paso a una gran rabia. ¡Ya me tiene harta! ¿Pero de qué va?

—¿Se puede saber qué narices te pasa conmigo? —grito furiosa —. ¿Por qué me dices esas cosas? No me envía nadie.

—¿Ah, no? —contesta sin dejar de lado su tono vacilón —. Entonces, explícame. ¿Qué hacías en una cueva donde apestaba a demonios?

¿Pero qué está diciendo? Yo no he estado en ninguna cueva ni con demonios, al menos que yo recuerde.

—¿Qué pasa? —continúa —. ¿Estabas cachonda y por eso saliste de caza?

¡No me lo puedo creer! ¿De verdad ha dicho eso? ¿Pero qué clase de persona se cree que soy?

La verdad, este tío me agota física y mentalmente. No voy a seguir su juego.

—¿Ese es tu problema no? —respondo con calma. No pienso dejar que me altere —. ¿Acaso querías tirarte tú a la "mantis"? Pues lo siento por ti. No tendrás esa suerte porque la "mantis" ha dejado de existir.

DC V: VOLVER A EMPEZAR √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora