29 - MINIDROGO

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Me despierto relajada y pletórica de fuerzas. Debo reconocer que esta cama es más cómoda de lo que esperaba.

Me levanto y miro por la ventana. Hace un día precioso. Los pájaros cantan y el jardín se ve espectacular. Podría acostumbrarme a despertarme aquí.

Admiro todo lo que me rodea. Anoche todos se empeñaron en que me quedara a dormir aquí. No querían dejarme sola estando mi padre tan cerca y, la verdad, se lo agradezco. En la mansión, no sé porque, me siento segura. A excepción de las escaleras. Creo que me odian.

Miro el reloj. Son las diez. ¿Pero cuanto he dormido? Y encima ya no llego a clase. ¿Por qué no me habrán despertado?

Decido no rallarme. Supongo que, después de lo que pasó anoche, habrán querido dejarme descansar.

Un gruñido resuena en mis tripas y me da la risa. Llevo demasiado tiempo sin comer.

Salgo de la habitación en dirección al comedor, pero me detengo al llegar a las escaleras. Cada vez me miran peor.

Frunzo el ceño. ¿Por qué me pasa esto? No lo sé, pero no pienso dejarme ganar. Si las bajo con miedo, será cuando seguro me caiga. Esto es algo que tengo que superar y debo hacerlo sola.

Me armo de valor y, con paso decidido, comienzo a bajar. Sonrío satisfecha al llegar a la mitad. Lo estoy consiguiendo. Hoy me siento con fuerzas. Nadie me puede parar.

Error. 

Un escalón mal colocado me hace trastabillar. Veo que me voy a dar de morros contra el suelo cuando unos fuertes brazos me sujetan. Suspiro aliviada. ¡Ha estado de poco!

—¿Pero cómo puedes ser tan torpe, cosita?

Ups. Otro escollo en mi camino, pero hoy me siento bien. Ni siquiera él va a poder conmigo.

—No soy yo —contesto convencida mientras me arreglo la falda —. Son las escaleras que me tienen manía.

Una gran carcajada se le escapa.

—Desde luego —comenta sacudiendo la cabeza divertido —. Es la excusa más original que he oído en mi vida.

—Pero es la verdad —protesto como una niña pequeña.

—Y yo te creo.

Lo dice tan serio que hace que me lo crea y todo.

Le miro intrigada. Hoy le veo distinto. Parece como si toda su arrogancia se hubiera desvanecido. Está relajado y hasta divertido. 

¿Será que se tomó en serio mi advertencia?

Mejor. Tengo cosas mejores que hacer que discutir todo el día con él.

En ese momento mis tripas vuelven a rugir. Agacho la cabeza avergonzada mientras Drogo se parte de risa. 

—Será mejor que comas algo antes de que ese monstruo se escape y nos devore a todos —me indica divertido.

Yo le saco la lengua falsamente ofendida provocando que aún se ría más. Aunque reconozco que, en el fondo, a mí también me hace gracia.

—Vamos. Todos nos esperan en el comedor —dice más calmado guiñándome un ojo. Yo le sonrío. Me parece que me va a agradar el nuevo Drogo.

Entramos en el comedor y, efectivamente, toda la familia menos Peter está allí. Todos me sonríen y se interesan por mí con mucha amabilidad y yo les correspondo.

—¿Y Peter? —pregunto sentándome en la mesa y cogiendo un bollo. Estoy muerta de hambre.

—Es el único que ha ido a clase —responde Nicolae —. Más que nada para tranquilizar a los demás. Estaban muy preocupados por ti.

DC V: VOLVER A EMPEZAR √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora