II. Una mala idea y una noble misión

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    —Tenemos que seguir moviéndonos —ordenó Cherry y la seguimos.

    Bajar no era una opción, así que les comenté a las demás que tenía la llave del salón de periodismo y continuamos subiendo hasta llegar al tercer piso. El plan seguía siendo ocultarnos hasta que las cosas se calmaran y pudiéramos encontrar una forma de salir. Nos cruzamos con pocas personas que tenían al parecer el mismo plan, nunca más de dos. Cada quien parecía estar por su cuenta. Si bien ya había logrado aceptar las circunstancias, aún me costaba tomar decisiones por mí misma, así que me dejé llevar por estas tres chicas dispuestas a protegerme aunque no supiera por qué.

    Ya en el salón de periodismo, con la puerta cerrada bajo llave y una nueva barricada armada con los pesados escritorios viejos, las chicas del equipo de hockey respiraron más tranquilas. Lena les dijo a las demás que si encontrábamos una manera de llegar hasta su mochila podíamos tomar las llaves de su auto para largarnos hacia alguna parte. El problema no sólo era a dónde, sino cómo haríamos para conseguirla sin ser atacadas por esas cosas y llegar hasta el estacionamiento cuando el edificio estaba rodeado de ellas.

    Cherry, sin embargo, nos ordenó a todas descansar y reponer fuerzas con los bocadillos que Eva había encontrado en el escritorio del señor H. El muy maldito tenía la costumbre de confiscarnos todo lo que considerara una "distracción" mientras escribíamos. Nunca se me habría ocurrido que agradecería su tacañería hasta ese momento.

    —Toma, lo vas a necesitar —se acercó Lena ofreciéndome una barra de chocolate.

    —Gracias.

    —Así que... ¿Flamestarter, huh?

    —¿Cómo sabes...

    —No lo sé, hay sólo tres chicas en el club de periodismo. Estaba adivinando y me lo acabas de confirmar —Había caído redonda, pero a esas alturas no podía preocuparme menos ocultar mi identidad.

    —¿Suena tonto no? Creía que era un buen lugar para empezar mi carrera como escritora. La misteriosa redactora de la revista escolar. Al final no sirvió de mucho.

    —Oye, todas en la escuela hemos leído tus artículos alguna vez y pensado que eran geniales. Quiero decir, ¿ese de las sufragistas? Diablos, sí que me hizo sentir fuerte y orgullosa. ¿Y esa carta a la Asociación? Creo que había palabras que ni ellos conocían.

    —Gracias. Pero vamos, ¿Flamestarter? Hasta a mí me parece estúpido. Además, saber de historia y usar palabras complicadas no parece ser una buena habilidad para situaciones de crisis.

    —A mí me parece un buen nombre —dijo Cherry al pasar frente a nosotras.

    —¡Chicas! —Interrumpió Eva justo cuando mi corazón se saltó un latido.

    Todas corrimos hacia la ventana para ver lo que señalaba: la entrada principal se estaba quedando vacía mientras aquellas cosas que habían atacado corrían por la calle como una masa amorfa de cuerpos descompuestos.

    —Es nuestra oportunidad —declaró Lena.

    Desarmamos la barricada. Por supuesto que Cherry fue la primera en asomarse a ver para confirmar que el pasillo estaba despejado. Los demás pisos parecían vacíos, pero nos detuvimos en la escalera que daba al primer piso cuando escuchamos los gruñidos.

    Eran alrededor de quince. Demasiados para derribarlos a todos con palos de hockey. Cherry nos hizo señas para que volviéramos a subir.

     —Necesitamos un plan. Primero una distracción, algo llamativo pero que no ponga en peligro a...

     Una lluvia de alaridos frenéticos nos llegó desde el primer piso. Casi no podíamos creerlo, un grupo de muchachos con una variedad de armas improvisadas se abalanzaba sobre los enfermos, sólo para encontrarse con que los superaban en número y fuerza.

     Los primeros en caer fueron los que estaban al frente, para cuando los demás se dieron cuenta de su error no les quedaba otra opción más que hacer lo posible por defenderse.

     —¡Es perfecto! —gritó Eva. —¡Vamos, nosotras te cubrimos Lena!

     —Tú espera aquí —me dijo Cherry bloqueándome el paso, antes siquiera de que pensara en moverme. No me atreví a contradecirla.

    Las observé avanzar rápidamente en formación, como si fueran un equipo entrenado de soldadas. En aquél momento no pude evitar pensar que eran capaces de lograr cualquier cosa juntas.

     Sin embargo, los gritos de aquellos muchachos eran como agujas en mi cabeza. Entendía qué las demás no pensaran ayudarlos por el bien de la supervivencia de nuestro propio grupo. Pero esos gritos... sabía lo que sufrían, viendo a sus compañeros caer, enfrentándose a la muerte o a algo aún peor, estaban desesperados. Tenían miedo, tanto miedo.

     Tapé mis orejas lo más fuerte que pude, pero seguía escuchándolos. Me di vuelta y subí las escaleras de vuelta al segundo piso. Los gritos llegaban como ecos lejanos, imágenes de aquellos chicos siendo mutilados se acumulaban detrás de mis párpados. Basta, basta por favor. ¡Rápido, vuelvan rápido! ¡No lo soporto! Gritaba en mi cabeza esperando irracionalmente que mis pensamientos fueran lo suficientemente fuertes como para tapar todo lo demás.

     Y entonces lo vi. El carro de limpieza. El insecticida en aerosol. La secuencia se construyó en mi mente sin esfuerzo. Sujeté con fuerza el mechero que tenía en mi bolsillo, sabía lo que tenía que hacer. ¿Pero realmente podría? ¿Tenía el valor para ello? Era bastante simple, pero podía no funcionar. Había tantas cosas que podían salir mal, podía ponerme a mí y a las otras aún más en peligro. Era una muy mala idea, definitivamente.

     Antes de dejar que estos pensamientos me detuvieran por completo, tomé el aerosol y me lancé corriendo escaleras abajo. Apenas llegar pude verlas completando su misión exitosas, listas para regresar sanas y salvas. Una punzada me atravesó el pecho haciéndome dudar, pero un alarido de dolor me hizo recuperar mi resolución.

     Corrí hasta ellas ante su mirada incrédula y preocupada.

     —¿Qué haces aquí? Te dije que...

     —Lo siento —dije pasando rápidamente por su lado.

     La voz furiosa de Cherry acercándose era algo muy difícil de ignorar, pero para cuando Lena me agarró por los hombros yo ya estaba a escasos metros de aquellas cosas, a punto de gritar para llamar su atención.

     —¿¡Qué demonios estás haciendo!? —me gritó Lena en la cara cuando me dio vuelta por la fuerza. Hice contacto visual con Cherry detrás de ella, alcé los objetos que tenía en mis manos tratando de que entendiera mis intenciones. —¡Estás buscando que te...!

     —Hazlo —me ordenó clavándome aquella intensa mirada que me llenaba de confianza. Lena y Eva también entendieron.

     Me enfrenté nuevamente al grupo, algunos se habían percatado de nuestra presencia y comenzaban a moverse en nuestra dirección. Eran muy pocos y sólo teníamos una oportunidad. Grité lo más fuerte que pude y conseguí que algunos más desviaran su atención. No, todavía no eran suficientes. Los gritos de los otros muchachos eran mucho más fuertes que los míos.

    Se escucharon fuertes golpes detrás de mí. No necesité voltearme para saber que Cherry y las demás habían empezado a golpear los casilleros con sus palos de hockey. Ahora sí eramos lo único que aquellas cosas podían ver. Alcé el insecticida a la altura de mi cabeza y encendí el mechero justo frente a la boquilla. Las voces de Lena y Eva gritándome que lo hiciera de una vez sonaban como ecos lejanos. Vamos, vamos, sólo algunos más.

     El miedo me invadió cuando la primera fila aceleró el paso. Apunté, cerré los ojos y hundí el dedo en el botón.

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⏰ Última actualización: Nov 22, 2019 ⏰

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