xx. hera siempre saca lo peor de las personas

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PERCY HABÍA visto una vez a Hera en la Asamblea de los Dioses, pero entonces no le había prestado demasiada atención porque se hallaba rodeado de muchos otros dioses que discutían si debían matarlo o no. Definitivamente no recordaba que tuviese un aspecto tan normal. Claro que los dioses suelen medir seis metros cuando están en el Olimpo, lo cual hace que no parezcan tan normales. Pero la verdad era que Hera parecía ahora una mamá normal y corriente.

Les sirvió sándwiches y limonada.

—Grover, querido —dijo—, utiliza la servilleta. No te la comas.

—Sí, señora —murmuró él.

—Tyson, te estás consumiendo. ¿No quieres otro sándwich de mantequilla de cacahuete?

Tyson reprimió un eructo.

—Sí, guapa señora.

—Annabeth, ¿podrías pasarle un sándwich a Tyson? —dijo Hera. Arian estaba mucho más cerca, así que extendió su brazo y se lo pasó—. Oh, Arian. Ni siquiera te vi ahí.

Arian tragó saliva, abriendo los ojos de par en par, completamente paralizada. Inusualmente, Annabeth decidió salir en su ayuda. Debió de haber sentido empatía. Los dioses causaban ese efecto en las personas y era altamente desagradable.

—Reina Hera —dijo Annabeth—. No puedo creerlo. ¿Qué hace en el laberinto?

Hera sonrió. Dio un golpecito con un dedo y el pelo de Annabeth se peinó por sí solo. Toda la mugre y el polvo desaparecieron de su rostro.

—He venido a verlos, desde luego —dijo la diosa.

Grover y Percy intercambiaron una mirada de nerviosismo. Normalmente, cuando los dioses te buscan no es a causa de su bondad. Es porque quieren algo.

Lo cual no le impedía seguir zampando bocadillos de pavo con queso y bebiendo limonada. Estaba hambriento. Todos lo estaban. Tyson se tragaba un sándwich de mantequilla de cacahuete tras otro y Grover estaba entusiasmado con la limonada y masticaba los vasos de plástico como si fuesen el cono de un helado. Arian mordisqueaba nerviosamente su sándwich de pavo, en silencio.

—No creía... —Annabeth titubeó—. Eh, no creía que le gustasen los héroes.

Hera sonrió con indulgencia.

— ¿Por aquella pequeña pelea con Hércules? ¡Hay que ver la cantidad de mala prensa que he llegado a tener por un solo conflicto!

— ¿No intentó matarlo, eh... un montón de veces? —preguntó Annabeth.

Hera hizo un gesto desdeñoso.

—Eso ya es agua pasada, querida. Además, él era uno de los hijos que mi amantísimo esposo tuvo con otra mujer. Se me acabó la paciencia, lo reconozco. Pero desde entonces Zeus y yo hemos asistido a unas excelentes sesiones de orientación conyugal. Hemos aireado nuestros sentimientos y llegado a un acuerdo. Sobre todo, después de ese último incidente menor.

— ¿Habla de cuando tuvo a Thalia? —preguntó Percy, arrepintiéndose de inmediato. En cuanto oyó el nombre de su amiga, la hija mestiza de Zeus, los ojos de Hera se volvieron hacia él con una expresión glacial.

—Percy Jackson, ¿no es eso? Una de las... criaturas de Poseidón. —Percy tuvo la sensación de que tenía otra palabra en la punta de la lengua en lugar de «criaturas»—. Por lo que yo recuerdo, en el solsticio de invierno voté a favor de dejarte vivir. Espero no haberme equivocado.

Se volvió de nuevo hacia Annabeth con una sonrisa radiante.

—A ti, en todo caso, no te guardo ningún rencor, querida muchacha. Comprendo las dificultades de tu búsqueda. Sobre todo cuando tienes que vértelas con alborotadores como Jano. Y con... compañía no deseada —añadió, mirando de reojo a Arian.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2019 ⏰

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