Leiva llegó a su casa después de unos minutos, al entrar observó que varías de las personas seguían ahí, las ignoro y camino por las escaleras subiendo a su habitación. Su padre -aunque no sabían por qué lo seguian llamando así- era un hombre ocupado por su empleo. Lo que conocían como padre se había esfumado después de la muerte de su madre, jamás se sentaba con ellos a comer, nunca los aconsejaba, nunca estaba en casa; por eso era extraño que el ese día estuviera ahí dentro.
Estando en su dormitorio se tiró sobre la cama y giró sobre si quedando boca-arriba y observó el techo por un gran lapso de tiempo. Recordó cuando su mamá vivía y lo feliz que eran en esas épocas. Su papá no trabajaba tanto en ese entonces, vivían en un pequeño departamento y eran felices así, no tenían muchas cosas; tenían lo necesario y no les faltaba nada. Se tenían entre ellos y eso le bastaba.
Pasar el rato con su mamá y su hermano después de la escuela era lo que más amaba, ayudarle a su mamá al momento de cocinar, cuando horneaban galletas y pasteles para el momento de la cena. Amaba a su mamá, ama a su mamá aún que no esté con él, sabe que siempre lo estará cuidando.Alguien dio golpecitos del otro lado de la puerta y luego se entre abrió.
-Nero, ¿Puedo pasar?- Nero era su primer nombre, y nadie le decía así más que su mamá antes de su muerte. Su hermano había hecho hábito llamarle así después de eso -, Bueno, ya entre.-
Sintió un peso extra en su cama y volteo a ver a su hermano, seguía igual que hace 10 años, solo que más fornido. Seguía manteniendo su aspecto serio y recto que tenía desde pequeño. Su mirada acusadora y penetrante era lo que más llamaba la atención de él.
-Hernan quiere hablar con nosotros, está en su despacho- camino hacia la puerta -Vamos, andando- y salió seguido de su hermano menor.
Caminaron por el pasillo en el que se encontraban cuatro puertas. Una era de la habitación de su hermano, que estaba frente a la suya, al lado de está el baño y en el fondo, la habitación de su padre. Su casa era de tres pisos, el último piso era más pequeño y estaba destinado al despacho de su progenitor. Subieron las escaleras y tocaron la puerta antes de entrar.
-Adelante- entraron sin decir ni una palabra -¡Hijos!- ambos se voltearon a ver, era raro que él los llamará así. Voltearon a la derecha al ver a dos personas más en la habitación. Uno era un muchacho no mayor de 30 años, quizá unos 26 y una señora de unos 55 años.
-¿Quienes son ellos?- señaló Luh a las personas en la esquina de la sala.
-Ellos son la Sra. Tamara, y el Sr. Omar- los señaló y les hizo dar un paso hacia el frente- El será mi nuevo chófer y ella será la ama de llaves, se encargara de toda la casa- ambos hicieron una leve reverencia como saludo, mientras su padre tomo asiento de nuevo.
-¿Y como para que?- esta vez quién hablo fue Leiva- desde los 13 nos hemos cuidado solos, ¿Para que vienen ellos después de tantos años? Estamos bien así. Nos podemos cuidar solos- su tono fue leve, mostrando un poco de incomodidad, aunque trato de evitarlo. No había porque molestarse ¿Cierto?.
-Oh, no son para ustedes- mencionó el mayor - Quiza no me explique bien.- Se arreglo el saco y se puso de pie- Cuidará de la casa, no de ustedes. Como ustedes dicen ya están grandes para este tipo de cuidados, son para mi. Mi regalo por ser tan buen padre. Me merezco un descanso después de tanto- Ambos hermanos se miraron incrédulos.
-Tu nunca has sido un buen padre, no desde que pasó lo de mamá. NUNCA has estado con nosotros, te desapareciste casi un mes, dejándome A MI a cargo de Nero- señaló a su hermano- Tu no eres un buen padre y no te los mereces, solo les cargaras la mano. Merecen algo mejor.- escupió.
El hombre se mantenía sereno, nada de lo que decían los menores le afectaba.
-Para eso se les paga. Y claro que he sido buen padre, par de bastardos- escupió sin sentir ningún tipo de remordimiento - les estoy dando casa, comida, ropa, escuela. Les estoy dando TODO cuando ni siquiera son hijos míos.- suspiro mirando a los muchachos que tenía enfrente. Los miraba con superioridad y sonrió al ver lo que logró. El par de hermanos se miraban sin entender nada.
-¿Como que no somos tus hijos?- Incrédulo Leiva se acercó a él- Estamos registrados con tu apellido, ¡Llevamos tu maldito apellido!-Golpeo el escritorio que se encontraba frente a él- Estás con mamá desde antes de que naciera Luh y, ¡Vas a venirnos con la mierda de que no somos tus hijos! ¿A qué estás jugando?- Leiva estaba enojado, estresado y tenía unas malditas de romperle la nariz al sujeto que tenía en frente.
-Su mamá era una puta que no se conformaba con uno solo, de ahí vinieron ustedes. Me engañó con el mismo hombre desde que antes de que tú jodido hermano naciera.- agarro de la camisa a él menor de los dos y lo acerco a escasos céntimetros de su rostro - así que mantenle respeto al que cuido de ti tantos años, bastardo mal agradecido. Que tu madre no era la blanca paloma que pensabas, ¿Cierto? Era una zorra, y se merecia la muerte-
Leiva se abalanzó sobre él, no iba a permitir que hablara así de su madre, aún muerta tendría que guardarle respeto. Lo golpeó tantas veces como pudo, en la cara, en el estómago, en su entre pierna hasta que sintió unas manos al rededor de su cuello. Los gritos de la Sra. Tamara inundaban la casa y salió corriendo, escapando de aquella escena. Al separarse le escupió en la cara.
-¡Larguense de MI casa! ¡ No los quiero volver a ver en mi vida!- volteo a ver a Luh y lo miro con odio -Si no hubiese sido por ti, nunca me hubiera casado con tu maldita madre- El mayor lo golpeó dejándolo inconciente, mientras que su hermano seguía siendo sostenido por Omar.
Este último corrió a auxiliar a su patrón, ignorando a los hermanos. Ambos se fueron a hacer sus maletas.
Salieron a las dos horas, Hernán no estaba y ninguno de sus dos nuevos empleados, así que salieron sin problemas ni gritos.
-¿Que vamos a hacer, hermano?- el menor estaba nervioso y lloraba. -Mierda, me va a denunciar- empezo a caminar en círculos -Weeey, me van a meter a la cárcel por la putiza que le meti- Sintio un golpe en la cabeza que lo hizo salir de su ataque de pánico.
-No seas idiota, no te va a hacer nada. Conocemos mucho de él y no le conviene.- siguieron caminando por la privada. -¿ A dónde iremos?- el mayor se sentó en una banca del parque.
-Puedo hablar con Asai, y decirle que nos de asilo por un tiempo en lo que conseguimos trabajo- Su hermano se sentó a su lado. Por algún motivo ese chico no le agradaba, la mirada que le había brindado cuando estaba en su casa le hizo pensar que era un maricon, y se lo dijo. Pero por falta de dinero no tuvo otra opción.
-Esta bien, márcale al maricon de tu amigo.- Leiva sonrió ante el apodo puesto a su compañero, sabía que no lo decía enserio, eso creía él.
Uno, dos, tres tonos y la llamada fue contestada.
- Hey, ¿Como estás?- Un relajado Asai hablada del otro lado.
El moreno suspiro -¿Podemos quedarnos un tiempo en tu departamento?- seguido de silencio.
