Asai llego a su casa casi a media noche, le gustaba meditar demasiado las cosas. Estaba pensando el motivo por el cual llego a esa ciudad, en su antigua ciudad estaba bien, siempre fue feliz sin problemas ni nada. Los únicos problemas que había afrontado ahí habían pasado hace casi 6 años y no por eso lo habían mandado a tan lejos. Extrañaba a su familia, a Huba(su perro) y a Murray. Seguía sin entender porque lo mandaron a casi la otra punta del país.
Cuando le dijo a sus papás que era gay y se lo tomaron muy bien, al menos su padre. Su madre había quedado en shock por lo menos dos semanas y aunque aun no estaba muy de acuerdo, no iba a despreciar a su hijo.
A pesar de todo sus papás le consiguieron un lindo departamento en una avenida poco transitada pero no desolada totalmente. A diferencia de la casa de Leiva, su departamento era algo mas pequeño pero lo suficientemente grande para al menos 5 personas.
Al entrar a su -ahora nueva- casa caminó directo al balcón y se recargo en el barandal que limitaba el paso hacia una prominente muerte, se hospedaba en el 8vo piso. Sin embargo, la vista que le brindaba era espectacular, las casas se veían diminutas y a lo lejos, se podían visualizar los campos y las siluetas de montañas. Pero sin duda, lo que mas le gustaba de estar en un lugar tan alto, era lo hermoso que se veía el cielo estrellado y el aire tan fresco que se respiraba.
Hacían ya las 12:36 cuando su celular comenzó a timbrar anunciando una llamada que al parecer era de Leiva.
-Hey, ¿Cómo estás?- No le dio mucha importancia a que ya casi eran la una de la madrugada, siempre atendió el llamado de sus amigos sin importar la hora que fuese y esta no seria la excepción.
Un suspiro de frustración se hizo presente por parte de su amigo y decidió esperar a que este hablara.
-¿Podemos quedarnos en tu casa?-
Asai lo medito durante unos segundos dando un vistazo a su casa y asintió, sintiéndose estúpido al instante pues su amigo no lo podía ver.
-¿Tu y quien más?- Su tono fue tajante y parecía molesto- Dijiste podemos.
-Ah si, mi hermano y yo. ¿Recuerdas a mi hermano? Te dijo maricón hace unas horas- Escuchó la carcajada de Luh y sonrió por inercia.
-Claro que sí. Te mandaré la dirección por mensaje, suerte- Y cortó la llamada.
Camino rápidamente hacia uno de las habitaciones del pasillo y se dispuso a cambiar las colchas de las dos camas -agradecía haber comprado juegos extra-, agarro todas las cosas sobrantes y las llevo al cuarto de enfrente donde se supone que debía de estar su estudio, que prácticamente era una habitación vacía y sin luz. Limpio lo mas que pudo la habitación y una vez que acabo se encaminó a su cuarto.
Busco un poco de ropa y la puso sobre su cama, cogió una toalla y se desnudo, entrando a la ducha y abriendo el grifo de agua fría para poco a poco ir abriendo el del agua caliente, otra de las cosas que más disfrutaba era un buen baño. Asai disfrutaba de muchas cosas, era alguien alegre y que era feliz con pocas cosas. Se empezó a enjabonar el cuerpo delicadamente, como si su piel fueran los pétalos de la más delicada flor, se enjuago y continuo con su cabello, dando leves masajes que lo relajaban aun más y que al parecer, lograban algo más en su cuerpo -eso al parecer, era algo nuevo- Estaba tan metido en sus ducha que cuando escucho el timbre retumbar por todo el lugar dio un brinco y cerró bruscamente los grifos.
Salio de la ducha con el cabello escurriendo, casi se resbala pero pudo agarrar la toalla y amarrarse la al rededor de la cintura. Un poco irritado se dirigió hacia la mirilla y al ver al sonriente de Leiva su semblante cambio. Su amigo estaba a punto de tocar la puerta de nuevo cuando Asai la abrió de golpe.
-¡HASTA QUE TE DIGNAS EN ABRIR, MUJER!- Leiva se abrió paso entre la puerta y Asai, entrando como si nada y dejando dos pesadas maletas en el recibidor. Seguido de su hermano que solo llevaba una maleta y que le brindó una muy falsa sonrisa al entrar.
Ambos se quedaron a unos pasos de Asai, contemplando el departamento. Era amplio, el living carecía de muebles, solo tenia un sofá lo suficientemente grande para cuatro personas, detrás del living estaba la cocina que yacía con 4 estantes y una barra. Al lado del living del lado derecho estaba una puerta y del lado izquierdo un pasillo con tres puertas.
Leiva caminó hacia el balcón, se recargo y volteo a ver a Asai.
-Es precioso, Asai- Por instinto casi involuntario se sonrojo y bajo la mirada, se ruborizo más al darse cuenta que estaba semi-desnudo. Volteó a ver a Luh y se sorprendió al darse cuenta de que este se encontraba ruborizado tambien. Luh, al percatarse de que Asai lo miraba raro, se giro para ver la sonrisa burlona de su hermano pequeño.
-Me iré a poner algo- Caminó hacia su habitación y justo cuando iba a entrar escuchó:
-Lastima, estaba disfrutando la vista- Proveniente de Leiva.
Al entrar a su cuarto, se recargo en la puerta y grito internamente, tenia una leve erección gracias al baño y dos de las personas más atractivas que había visto lo habían vivoreado.
-Me siento violado- dijo y comenzó a vestirse, se observo en el espejo de cuerpo completo y se contemplo como pocas veces lo hacia, y después de mucho tiempo, pensó que era atractivo. Era alto, delgado y su piel era ligeramente bronceada. Sus ojos eran grandes y sus labios eran un poco gruesos, su cabello era ondulado y era lo que más le gustaba de él. Se sonrió a si mismo y salio de su alcoba para encontrar a un Leiva sentado en el sofá y a un Luh revisando las estanterías de la cocina. Su amigo al verlo se puso de pie y le sonrió calidamente.
-Les mostraré su habitación- empezó a dirigirlos por el living hasta el pasillo- Lamento que tengan que compartir, no sé si se vayan a sentir incómodos o algo- abrió la puerta- Pero es lo que tengo, espero y se sientan como en casa- sonrió.
Los hermanos entraron llevando consigo sus maletas y las dejaron sobre la cama. Giraron sobre su propio eje levemente observando la estancia. Luh fue el primero en hablar esta vez.
-Gracias por esto. Solo sera un tiempo en lo que conseguimos dinero para rentar uno propio- Le dio un apretón en el hombro a su hermano. También le brindo una sonrisa, que al menos para Asai, se notaba falsa. Era mejor hacer la paz y no la guerra si iban a vivir bajo el mismo techo.
-Gracias, pequeño Asai- Sonrió.
-Bueno, no hay de que-froto sus manos y continuó-, la puerta de al lado es el baño de invitados, ya tiene todo lo necesario. La puerta de enfrente es mi estudio, y la del otro lado del living, es mi habitación- Empezó a salir de la habitación - Cualquier cosa que necesiten, no duden en avisarme-
-¡Hay que dormir juntos un día de estos, A!- Leiva sonrió al ver como su amigo se ponía más rojo que un tomate y salia de la habitación.
