uno

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"auriculares, lentes, billetera, celular, auriculares, lentes, billetera, celular"

Repetía en mi mente una y otra vez unos minutos antes de que el timbre anuncie el fin de la clase. Me moría si me olvidaba alguna de esas cuatro cosas. Ya me pasó antes, que me las olvidé otras veces, pero por suerte el conserje las guarda y yo las busco al otro día.

Soy un poco despistada.

Bueno, bastante, la verdad.

Dormí durante toda la clase, ni sé en qué materia estamos. Miré para mi costado y ví a Lu, mi mejor amiga, recostada sobre su banco y babeándose en toda la mesa, seguro yo estaba igual minutos antes.

Faltaba un rato para irnos, quería irme de ese lugar. Empece a mover una pierna y golpear la mesa con el lápiz hasta que me hicieron callar.

Levanté mi vista hacia la ventana y noté las nubes grises. Espero que llueva.

Abrí mi cuaderno y empecé a dibujar, comencé con bocetos simples de cualquier cosa que se me venga a la mente, estaba muy concentrada en mi trabajo. Terminé llenando toda una hoja.

El timbre sonó luego de un rato. Todos se pararon de sus asientos al toque, menos Lu, que seguía en el quinto sueño.

-Che, Lu, dale vamos.-la agarré del brazo y la zamarreé hasta que abrió los ojos.

Se limpió la baba de la cara y estiró sus brazos-Boluda pegué alta siesta, ni en mi cama duermo así de bien.-Dijo en un tono de voz un poco alto, al punto de que el profesor la miró mal.

Ella era una persona exaltada, al hablar aturdía un poco, demasiado torpe y muy directa, pero tiene una personalidad increíble. Tiene miles de cualidades hermosas que la hacen muy especial, pero ella aún no se da cuenta. Estoy trabajando en eso.

-Bajá la voz, tarada. Dale apurate que ya me quiero ir a casa.-Dije poniéndome la mochila en los hombros y dando la vuelta para dirigirme a la puerta del aula.

Sentí un ligero toque en mi brazo. Me di la vuelta y vi a mi compañero, era Candia.

Me señaló mi banco sin mirarme, mientras acomodaba su mochila. Sigo su dirección y veo mis enormes lentes en el medio de la mesa. La puta madre.

-Ay, qué boluda, gracias.-Le dije un poco avergonzada y los agarré. No me contestó.

Siempre estaba solo, nunca se pudo integrar muy bien al grupo, y los demás tampoco se molestan en hablarle. Era "raro" según mis compañeros. Yo no estoy de acuerdo con ellos, ninguno lo conoce, ¿Cómo pueden saberlo? Ni siquiera deben haber intercambiado más de dos palabras con él.

Aunque yo no recuerdo haber hablado con Matías alguna vez, siempre se sienta atrás mío ya que es el último asiento, con Lu siempre elegimos los penúltimos. El nunca tuvo compañero de banco ahora que lo pienso.

-Emilia dale hermana, estoy parada acá hace 5 siglos.

Lu ya estaba en la puerta esperándome y no me había dado cuenta. Guarde mis lentes en el estuche y lo metí en mi mochila.

Pensé mis siguientes movimientos, solo irme o saludarlo. Da igual.

-¡Chau!-me despedí de él, con simpleza y amablemente, tal vez lo alegraría un poco, no sé.

Tampoco respondió. Lo miré por unos segundos, no me miró tampoco, como si no me hubiese escuchado. Cerró su mochila y yo me di la vuelta para irme.

Decidí ignorar eso y salimos a paso rápido con Lu del establecimiento y nos dirigimos en dirección a nuestras casas.

Creo que mi parte favorita del día es el camino a casa con Lu. Es la piba más graciosa que conozco, estoy más que agradecida de tenerla como mejor amiga.

Noté que el cielo se estaba poniendo cada vez más oscuro por las nubes y apuramos el paso, tanto que Lu se tropieza y casi cae de cara al pavimento, no pude evitar carcajear. Es lo más.

Llegamos a su casa y me invitó a pasar, tuve que negar, quería llegar a casa, almorzar y ver a mis perros (prioridades).

Me despedí de mi amiga y continué el camino. Hice unos pasos y empezaron los truenos, mierda.

Caminé cada vez más rápido, casi corriendo, hasta que la lluvia comenzó a caer con intensidad. Me cubrí con un libro y busqué desesperadamente con mi vista algún techo en donde refugiarme. Las gotas caían con fuerza sobre mis brazos, que hasta dolía un poco la verdad.

Me paré bajo el techo de una librería a esperar que pare un poco la tormenta y me detuve a observar a las personas que pasaban por la calle. La mayoría iba corriendo y cubriéndose sus cabezas con bolsos, diarios y maletines, pero ví a una sola persona a lo lejos, una melena oscura, que caminaba con normalidad, a paso sereno, como si no fuese que el cielo se cae sobre él. Era Matías.

Lo observé detenidamente lo más disimulado posible, su cabello estaba empapado al igual que su ropa oscura y sus zapatillas estaban embarradas completamente, ¿Por qué no se detenía bajo un techo?

Me percaté de que se estaba acercando hacia mi, miré para otro lado fingiendo no haberlo estado acosando con la mirada los últimos 30 segundos. Cuando sentí que estaba por pasar frente a mi, lo miré y le sonreí para saludarlo, hasta qué pasó de largo y entró a la librería, ¿Me acaba de ignorar? ¿O no me vio?

Fruncí el ceño, me di la vuelta y miré el interior del local desde la vidriera. Lo vi curioseando en los estantes, pasando sus dedos sobre los libros a la vez que leía los títulos. Vacilé en entrar, ¿Y si le molestaba que me acerque?... no pierdo nada con intentar, además, me estaba haciendo frío. Capaz quiera una amiga.

Empujé la puerta del negocio y noté que era una librería y bar, el aroma a café invadió mi fosas nasales y percibí un ambiente cálido que me abrazó a los segundos que entré, haciéndome sentir acogida. ¿A quién no le gustaría estar aquí con esta lluvia? Las mesas estaban en la parte de adelante, y atrás estaba repleto de estantes con libros, era enorme. Solo había un par de personas ocupando las mesas y la gente que trabaja ahí.

Busqué con la mirada al chico en donde lo había visto por última vez y no estaba allí. Me adentré al lugar y me dirigí a las estanterías de madera oscura, distrayéndome con cualquier libro, olvidándome mi verdadero propósito de haber entrado allí.

Estaba fascinada con la cantidad de libros que me llamaban la atención, ¿Cómo no pude haber entrado a este lugar antes? No había un silencio total, se escuchaban murmullos y a lo lejos el ruido de tazas chocando con platos.

Llegué al final de una estantería y giré para pasearme por las demás, hasta que choqué con alguien llevándome un susto tremendo.

clase a clase. | matías candiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora