doce

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Abracé mi almohada con fuerza y solté aire. Mi mejor amigo en el piso, apoyando sus brazos en el colchón, recostó su cabeza sobre ellos, mirándome fijamente. No soporté y cerré mis ojos.

-¿Será que yo estoy mal?

-¿Qué?

-Nada-Me arrepentí. No queria hablar. Iba a llorar.

-Dale, Mimi-Sentí sus manos posarse en mi cabeza, movió sus dedos lentamente, acariciando con gentileza mi cuero cabelludo por un buen rato. Mis músculos se relajaban paulatinamente, ya no estaban tan tensos como antes-Hablá, te vas a sentir mejor-Sus dedos abandonaron mi cabeza y lo sentí sentándose en la cama.

Me di la vuelta y lo miré desde abajo. Su nariz respingada y su pelo revuelto de siempre. Estaba atento y dispuesto a escucharme. Negué con la cabeza.

Levantó las comisuras de sus labios por un segundo y suspiró. Noté que no estaba convencido, pero se resignó y dejó de pedirme que hable. Dejó de insistir.

Había pasado los últimos 3 días así, durmiendo, no saliendo de mi cuarto y faltando a la escuela. Le había dicho a mi mamá que estaba con muchos cólicos, no la veía mucho de todas formas.

Las clases particulares con Matías fueron suspendidas por un tiempo, debido a mi situación.

Y todo el quilombo porque Rodrigo no me hablaba, y lo que más me dolía, era que no me daba explicaciones.

"Necesito un tiempo"

Su foto de perfil ya no estaba, mis mensajes solo tenían una tilde. Me bloqueó de todas partes. No obtuve un porqué, cuánto, ni siquiera un "chau".

Estaba totalmente devastada.

-¿Qué querés hacer?

-Dormir-Agarré la colcha y me tapé hasta la cabeza.

-¿No te parece que ya dormiste demasiado?-Me destapó.

-No-Le saqué el cubrecama de las manos y volví a taparme. Sentí sus manos a punto de quitármelo nuevamente. Cerré mis ojos-Por favor... -Susurré lo último en un hilo de voz, dudo que me haya escuchado claro. Mi garganta dolía por el nudo enorme que cargaba, me rehusé a derramar una sola lágrima, aunque él no pudiera verme.

Sentí sus brazos rodearme por fuera del cubrecama, en modo de contención. Salí de debajo de las sábanas bruscamente y lo abracé.

Fue el primer abrazo que recibí después de lo qué pasó.

Escondí mi cara en su cuello, como si fuera mi nuevo refugio. Acarició mi cabello con sus manos y respiré hondo, dejando salir el aire por la boca como si de todos mis males se tratasen. 

Detesto que la gente me vea mal. Y que me vean llorar, ni hablar.


Un gélido viento me azotó. Mis piernas temblaron al igual que mi estómago, estremeciéndose, por el frío.

Miré a Matías y solo llevaba puesta un buzo negro ligero y nada más. Yo tenía unas cuantas capas de ropa. Soy una persona muy friolenta, pero esto ya estaba fuera de lo normal.

Me olía a que se debía por el hecho de que no estuve comiendo bien ni hidratándome estos días.

Traté de disimular mis temblores y seguir escuchando a mi amigo, quien no paraba de hablar ni un segundo. Tenía la leve sospecha de que lo hacía para distraerme.

Parecía un niño con su forma de caminar en la calle; siempre encorvado, dando zancadas de vez en cuando sin razón aparente, siempre pasando sus manos por las rejas de las casas, tocando las hojas de los árboles que estaban a su alcance. Me daba una especie de ternura.

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⏰ Última actualización: Dec 20, 2019 ⏰

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clase a clase. | matías candiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora