Epílogo

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Alana empacó sus cosas con rapidez, despidiéndose del grupo con el que estuvo trabajando en la biblioteca. Caminó por el frío aire de Connecticut, abrazándose a sí misma para darse algo de calor. Había estado en Yale por casi cuatro años. Pensaba que para ahora su cuerpo ya se había acostumbrado al frío, pero aparentemente no.

     Sonrió al sentir cómo su teléfono vibraba dentro de su bolsillo.

     —Entonces, ¿cómo te fue? —preguntó, presionando el aparato entre su hombro y su oído, mientras buscaba dentro de su bolso las llaves de su jeep.

     —¡Asombroso! Conseguí una tercera entrevista —expresó Madelaine con tremendo entusiasmo —. ¿Puedes creerlo?

     —Claro que puedo, eres una escritora increíble —contestó Alana, festejando a su mejor amiga. Después de graduarse antes en el programa de escritura profesional en la Universidad Estatal de Arizona, gracias a todas sus clases avanzadas, sus créditos y cursos de verano, Maddie ahora tenía la oportunidad de aplicar para un trabajo en el New York Times. El trabajo arduo siempre tiene frutos.

     A Alana, estando en el campo de las leyes, aún le faltaban un par de años más de escuela para poder tener su título; así que el decir que envidiaba a su mejor amiga en ese momento, estaba de más.

     —Esto es tan emocionante —Maddie dejó salir un suspiro —. Entonces, ¿vendrás a casa para Navidad este año?

     Alana mordió su labio inferior, volteando sobre su hombro para asegurarse de que el carril adecuado estaba libre para poder moverse.

     —Sí, uhm... no te enfades...

     —Alana —la rubia gruñó —. No viniste el año pasado tampoco.

     —Tuve una gran oportunidad de entrar a una clase ridículamente prestigiosa. Era una buena oportunidad, Maddie. La necesitaba —se excusó —. ¿Madds?

     Maldijo en voz baja, en cuanto notó que Madelaine había cortado la llamada. Manejó por cinco minutos más y cuando llegó al estacionamiento de su edificio, volvió a marcar.

     —Odio cuando haces eso —tomó su bolso del asiento de copiloto y corrió por las escaleras hacia su apartamento. Su compañera de casa se encontraba de vacaciones con su nuevo novio —. Veré a mi familia en California, para pasar Navidad con ellos y esas cosas.

     —Genial, entonces podrás verlos a ellos pero no a mí —se quejó —. Volarás para ver a tus padres quienes, con perdón tuyo, aún están molestos porque escogiste Yale, pero no volarás para verme a mí; la única persona que te ha apoyado en todo. ¡Vaya mejor amiga! —exclamó de último con dramatismo.

     Alana sabía que en realidad no estaba molesta, pero ella de verdad echaba de menos a su mejor amiga también. Entendía la frustración.

     No era que necesariamente no quería estar en casa; era solo que otras cosas siempre salían. Y, ¿quién era ella para dejar pasar oportunidades que le ayudarían en su carrera? Además, Arizona nunca había sido su lugar favorito para estar. La única persona de casa con la que aún hablaba, aparte de su familia, era con Maddie.

     —Y, ¿cómo está Aaron? —dijo Maddie después de un momento de silencio. Alana podía casi escuchar la sonrisa malévola en el rostro de la rubia.

     —Él está bien —contestó Alana, avergonzada —. Cocinaré algo para él esta noche. Creo que ya estoy lista para... tu sabes...

     —Han sido, ¿cuántas? ¿Cinco citas? Si Mila Kunis dice que está bien en "Amigos con Derechos", entonces está bien —dijo entre risas.

THE RIGHT GIRLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora