Volumen Ocho: Luna de Sangre - Primera Parte

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Principios del año 292 Después de la Intervención Divina, cuatro años después del estallido de la Guerra por el Imperio

—¿Qué tienen las Lechuzas en la cabeza? —le preguntó Reno a Lisa, sentado frente a ella mientras esperaban sus tragos.

—Cabellos blancos, una que otra tiara o decoraciones así, y más ideas de las que tú o yo jamás podríamos contar —respondió ella, sonriendo mientras golpeaba suavemente la mesa con sus dedos.

—Eso, ideas, demasiadas ideas —siguió el mercenario—. Acabo de enterarme de lo que pasó en su frontera con el Reino del Sol hace un par de días.

—Oh —dos jarras de cerveza fueron dejadas en medio de los dos, y la mujer sonreía más por lo que decía su acompañante—, eso es algo que no había escuchado. Cuéntame.

—Por supuesto —respondió Reno, mientras ambos chocaban sus jarras antes de dar los primeros tragos—. Un ejército del Reino del Sol avanzaba por su frontera sur, a través de las primeras montañas de las Cordilleras de la Luna. Iban con varios escuadrones de guerreros montados, con sus armaduras y lanzas y escudos, con la Legión Eterna al centro, y los gruñidos de su comandante se escuchaban más fuerte que los choques metálicos y los cascos de sus caballos.

Al fin el famoso Callan Hallselt salía de su reino, después de crear tanta expectativa con su gran manejo de la hechicería del Sol, su forma de fuego, y cuanta porquería más. Iba acompañado de alguien mucho menos llamativo, pero que sí ha demostrado su fuerza en donde corresponde: Érika Erbey, la joven diplomática.

El Sol decidió atacar antes que el León, aprovechando su derrota por parte del Ciervo. Y en vez de pasar por ese reino, decidió pedirle a la Lechuza que los dejara pasar.

Una cierta hechicera, Myria Ellyllon, los interceptó en el camino. Siendo una reconocida hechicera eclipse, con un manejo del arte místico del Sol increíble incluso dentro de su reino, encontrándose con el tan temido Callan, me esperaba que se hubieran matado en un espectáculo de fuego como ningún otro, pero no, hablaron... bueno, seguramente fue Érika la que habló con Myria, pero tú me entiendes.

Aquí me extrañó bastante lo que me contaban, a ver qué piensas tú. Érika acordó enseguida el paso seguro del ejército, incluso tuvo permiso de pasar por las Arenas de la Lechuza en vez de las Cordilleras de la Luna, a cambio de hacerles un favor a las hechiceras que no le fue revelado. Yo creo que Myria prometió algo más que el paso seguro, sino no entendería cómo Érika aceptó hacerle un favor que no conocía. Mis informantes pensaban que Myria utilizó algún hechizo en Érika.

—Eso último no tiene sentido —comentó Lisa, llamando al mesero por otro par de jarras—, Myria no tiene entrenamiento diplomático, es parte de la Luna Ardiente y reconocida por su habilidad en la batalla. Si bien en el ejército Lechuza existen algunas hechiceras eclipse con conocimiento diplomático, son las menos, incluso menos que aquellas con tanto talento para el fuego como es Myria. Además, Érika sí tiene experiencia en la corte, su voluntad podría resistir un hechizo de la Luna... bueno, a menos que viniera de alguien como Edriell o Niara, pero no es el caso. Es posible tu idea de que Myria haya prometido algo más, pero tengo otra idea.

—¿Cuál?

—Que Érika sabía qué favor iba a pedirles la Lechuza. Ni siquiera tendría que haber estudiado mucho las palabras de Myria para descubrirlo... apostaría a que ya sé para qué las Lechuzas necesitan al ejército del Sol.

—¿Qué? —Reno detuvo su movimiento en seco, dejando su jarra estática entre la mesa y su boca.

—¿Has visto el cielo? —dijo con una sonrisa, señalando la ventana junto a ellos y el cielo nocturno del otro lado.

—... La luna está roja...

—La Luna de Sangre. Las leyendas dicen que, cuando la luna brilla como ahora, con ese color, es porque la Dama Luna, en Firmamento, recuerda al dios que le regaló su gema, aquel al que ahora conocemos como el Dios Loco.

—... Te reuniste más de la cuenta con Atair.

—La verdad es que lo extraño, pero ese conocimiento es algo bastante estudiado en el Reino del Sol, no dudo que las Lechuzas sepan mucho más al respecto, y la luna ha estado así desde hace unos... tres días.

—Seguramente tengas razón... así que no aceptaré tu apuesta.

—Yo sí, ¿de qué apuesta hablan? —intervino Garren, sentándose junto a los dos.

—¡Cuatro jarras! —pidió Percy, tomando la última silla.

—Qué bueno verlos a los dos juntos —les dijo Lisa.

—¿Y ustedes de dónde salieron? —preguntó Reno.

—De las Cordilleras de la Luna —respondió Garren, con una gran sonrisa, mientras las cuatro cervezas llegaban con ellos.

Fin de la primera parte del volumen ocho

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