Volumen Seis: Pasos de la Guerra - Cuarta Parte

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—A que no adivinas a quién he encontrado en el tugurio más asqueroso del Reino del Ciervo —le preguntó Garren a Myria, mientras se sentaban en rocas, con una ladera a sus pies y el cielo lleno de colores sobre ellos, tras una corta y veloz caminata.

—¿A Dimitri Dupont? —dijo con desdén la hechicera.

—Hm la verdad no me imagino al calvo en un tugurio...

—Ambos sabemos que la parte más horrenda del Reino del Ciervo es sólo un poco menos limpia y resplandeciente que su mejor castillo.

—No hay cómo entretener a una Lechuza...

—Con la verdad. Cuéntame lo que tengas para contarme, tal vez me entretengas.

—Te diré —entonces el mercenario se levantó de su asiento, y reveló que alguien lo acompañaba—, si no logro entretenerte con la historia, será gratis.

—No esperaría menos —sonrió la mujer, mientras el resplandor morado de la hechicería Luna resplandecía en uno de sus ojos, y el resplandor naranja de la magia del Sol, en el otro—. ¿Quién es tu amigo tan alto?

—¿Mi amigo? —se volteó Garren, mirando a la tercera persona, una figura imponente y encapuchada—. Ah, eso es parte de la historia. Verás, cierta persona me ofreció una gran recompensa a cambio de alguien. Nada era muy específico, ni siquiera sabía bien a quién buscar ni qué hacer, pero sé que no es posible engañar a una Lechuza, y sé que la recompensa era lo bastante grande para captar mi interés.

Así que partí rápidamente al Reino del Ciervo. Todas mis pistas y las de mi empleador indicaban que ahí estaría mi objetivo. Si realmente era quién parecía ser, no estaría ni siquiera cerca de las cortes, los palacios ni los castillos. Estaría en donde hay alcohol y peleas.

Y así mismo fue. Pasando de una taberna a otra, preguntando en posadas, viendo dónde había más espadachines, guerreros y escuderos derrotados, y gastando sólo unas pocas estrellas a cambio de respuestas, encontré a quien buscaba... y, para mi sorpresa, resultó ser exactamente quien mi empleador creía.

Estaba en una mesa, bebiendo tres tragos diferentes y comiendo carne. Las mesas más cercanas estaban vacías, y al acercarme, me advirtieron que no era buena idea. Lo comprobé rápidamente, cuando un característico cuchillo salió desde el manto y casi me arrancó tres dedos.

Entablar una conversación fue más difícil que toda la búsqueda, pero bueno, soy Garren el Escurridizo, tan hábil con las palabras como con la espada y tan carismático como veloz.

—Ya sé lo que importa saber sobre ti —comentó la hechicera, cansándose de tantas palabras—, ¿qué cosa de importante tenía ese cuchillo? ¿Quién es esta persona?

—Velo tu misma —diciendo eso, con una gran sonrisa que revelaba sus dientes, el mercenario desenfundó una hoja grande, ancha, curva y mellada. La mezcla de un machete con un cuchillo de caza, del tamaño de una espada corta.

Y al mismo tiempo, su acompañante se quitó la capucha.

El aburrimiento desapareció del rostro de Myria de golpe al ver las uñas como garras, los ojos de cazadora, los restos de pintura de guerra, y la larga cabellera roja trenzada. Cuando la mujer se rio, mostrando sus dientes, y sus caninos resaltaron, más largos y afilados que los de una persona normal, Myria no pudo creerlo.

—¿Vidgis Finn? —preguntó, impresionada... antes de tomar una pequeña bolsa de tela de su cinturón, desatar el nudo sin tocarlo, y lanzársela a Garren. Cuando el mercenario la atrapó, el sonido de estrellas hizo eco entre las montañas.

Fin de la cuarta parte del volumen seis

Fin del volumen seis

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