~Sr. Hartright (4/?)~

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Ya faltaba cada vez menos para mi boda forzada, me había sumergido en una horrible depresión, no quería casarme y no podía irme. Walter siempre estaba dispuesto a escuchar mis problemas y consolarme cuando lloraba; no había recibido mas cartas de parte de mi prima, pero me gustaba suponer que no le había pasado nada y que al no tener nada que contarme, simplemente no escribía, no era muy probable, pero me gustaba mas que la idea de que le hubiera pasado algo.

[...]

Solo un mes para unirme con un completo extraño, solo un mes para irme a quien sabe donde y que me pase quien sabe que, solo un mes para no poder hablar con mi familia, para no volver a verlos en un buen tiempo, un buen tiempo en el que no voy a tener noticias de Sally o Walter o hasta de Laura, por mas que no la conozca.

Ya tenía el vestido, era de las cosas mas incomodas que me había probado en mi vida, me cubría de pies a cabeza, estábamos en época de calor, me cocinaría viva; pensaba en que tal vez me asfixiaría en ese vestido y no tendría que estar con el tal Juan Carlos que todavía no había aparecido.

Mamá ya había organizado todo, desde la boda hasta los hijos que iba a tener, no se en que momento dije que iba a tener hijos pero bueno.

Me puse el primer vestido que me encontré y apenas salí me encontré con mi madre, que parecía que estaba por entrar como si nada.

—Hija, que bueno que ya te despertaste, cambiate que hoy llega tu futuro esposo— dijo sonriente.

—Mamá ya te lo dije, no me quiero casar y seguro el tal Juan Carlos tampoco.

—Habla con respeto, y ya te dije que no importa lo que quieras, te la pasaste toda tu vida haciendo lo que quisiste— ¿¡Cuando!?

—¿¡Eso cuando pasó!? ¡Siempre hice lo que ustedes quisieron!, el piano, la pintura, los vestidos, como sentarme y cuando ir al baño, ¿Cuando hice lo que quise?

—Basta, te escapabas de todas tus clases, es un milagro que sepas leer.

—¡Eso debería darte alguna señal! No quiero hacer todas esas cosas. No quiero tocar el piano, no quiero que me digan como vestirme, no quiero pintar, no quiero que me digan como sentarme o como actuar, ¡Yo quería ser doctora!

—¡Hija! Dios mío, eso es cosa de hombres.

—¡Soy un hombre en el cuerpo de una mujer entonces!

—¡Basta de decir estupideces! Te vas a casar con Juan Carlos y punto. Y si no estas presentable para cuando él llegue vas a conocerme enojada.

Entre lágrimas volví a entrar en mi habitación y me puse un vestido rosado que era "no tan incomodo" pero no era cómodo para nada, me hice un peinado sencillo y bajé a desayunar.

Casi no hablé, estaba demasiado frustrada y de mal humor.

Hablé con Sally, ella me dijo que era mejor no hacer un escándalo cuando el tal Juan Carlos se dignara en aparecer e hice mi mayor esfuerzo para no hacer ni decir nada, pero cuando el hombre apareció, no me pude contener.

—¿Quien es usted?

—Tu futuro esposo, ¿Qué no te dijeron nada? Ya saludé a tu familia— era un hombre de no menos de 60 años, bastantes años mayor que yo que tenía solo 24, cabello lacio canoso, alto e imponente, portaba un traje negro bastante elegante, pero parecía, por su única oración dirigida hacia mi persona, un maleducado.

—Disculpe, creo que no hay tanta confianza, viejo infeliz.

—¿Como te atreves a hablarle así a tu esposo?

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