XVIII

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[Francia; ]

El dolor de Cole era cada día más fuerte al recordar a su amigo acostado en una tabla de madera con la cabeza colgando de su cuerpo, desangrándose.
Habían pasado dos meses desde la ejecución de Spencer y él y Patrick estaban encerrados en la torre, corriendo el riesgo de tener el mismo final.

Los mensajeros del rey les habían dado la oportunidad de escribirles a sus familias avisando que estaban bien, y Patrick le escribió a su padre quien seguía dolido por la muerte su esposa y ahora, la muerte del hijo de una de sus amigas.

Cuando terminaron la carta el mensajero por accidente la dejó caer antes de poder entregarla y Conner fue quien la superviso, y sin dudas su decisión fue negativa.
Al ver como los chicos describían toda la situación a sus familias culpando al rey de Francia, rompió la carta en pedazos y la echó al fuego, mintiendole a los impostores con que ya había sido entregada.

Ese día en particular el reino estaba bastante vacío; los guardias habian salido por la noche y ningún suspiro se oía, dejando a los dos chicos encerrados sin ninguna vigilancia.

Necesito salir, —Patrick se asomó por las rejas— Tengo mucha hambre.

Cole secó sus lágrimas; —Yo quiero volver a casa..

Ya no llores, amigo. —El pelirrojo se acercó, abrazándolo.

Los puse en peligro, yo causé la muerte de Spencer. Si no hubiera tenido este estúpido plan..

El relinchar de un caballo se oyó fuertemente a las afueras del castillo, y las voces del rey y la reina se hacían cada vez más divisibles dando la señal de que habían llegado.

Ve a buscarlos. —la reina dió la orden.

En un abrir y cerrar de ojos dos guardias grandes y musculosos entraron al calabozo tomando a Cole y Patrick por los brazos, sacándolos de su encierro eterno hacia la luz del día.
Ninguno de los dos estaba seguro de cuál era el objetivo de aquella emboscada pero comenzaban a creer que los dejarían ir de una vez por todas.
Los llevaron arrastrando hacia la sala principal donde el rey y la reina se encontraban sentados en sus tronos, con sus coronas relucientes y dos copas de vino.

Su majestad.. —los dos chicos hicieron una reverencia al ver como Ámbar se paraba de su asiento.

Sus días como rehenes han acabado. —comenzó, aclarando su garganta— Pero no podemos dejarlos ir todavía.

Los dos se miraron, no querían imaginarse qué les tocaría vivir ahora después de casi 7 meses de estar fuera de sus casas.
La reina hizo un gesto y los guardias dejaron libres a loa chicos, quienes se vieron obligados a arrodillarse frente a su alteza.

¿Ustedes tenían un plan contra nuestro reino? Si, o no. —la rubia les preguntó.

No, su majestad.. —Patrick fue el primero en mentir, pero su expresión de nervios se notaba en todo el rostro. —Solo veníamos en busca de comida.

Cualquier persona no viene en busca de comida, mientras carga un veneno entre sus manos.. —el rey se bajó del trono acercándose hacia la tentativa escena.

Patrick y Cole, del pueblo de Ésteres, el rey los declara culpables de un atentado contra la vida de sus líderes.

Ambar levantó un contraro entre sus manos el cual declaraba que aquellos dos inofensivos chicos habían complotado con sus familias para asesinar al rey.
Patrick no lo pensó dos veces y después de calmar su respiración acelerada, se puso de pie para distraerlos y comenzó a correr fuera del castillo.

Ámbar se enojó todavía más, gritando; —¡Guardias! ¡Arrestenlo!

¡Patrick! —Cole tuvo la intención de ir tras su amigo, pero los hombres del rey lo acorralaron de forma que no tuviera a dónde ir.

Los cinco guardias que corrían a Patrick por todo el reino lograron atraparlo después de unos cinco minutos, tirándolo al suelo mientras uno de ellos le ponía una espada en el cuello, amenazándolo.
La reina y su marido fueron escoltados hacia la escena junto a Cole, quien tenía por su vida y no conseguía dejar de llorar.

Tuviste las agallas de mentirle a su majestad, e intentaste escapar, ¿aún así dices que no hubo un atentado contra nosotros?

Este no era el reino al que queríamos llegar, —Patrick lloraba y sudaba, sintiendo el metal de la espada cada vez más cerca de su piel— Queriamos llegar a Inglaterra. Los ingleses asesinaron a mi madre, quería venganza

¿Venganza en Inglaterra? Imposible —Conner soltó una carcajada— Por eso decidiste vengarte en MI reino.

Suficiente, —la reina levantó la voz haciendo uno de sus gestos— Despidete de tu amigo, le haremos saber a tu familia que ésto termina aquí.

El guardia que amenazaba a Patrick sacó la espada de su cuello y sin pensarlo dos veces se la clavó de un tiro en el pecho, justo en el corazón.
Cegado por las lagrimas y sangre y aturdido por sus propios gritos Cole colapsó en los brazos del hombre que lo sostenía.

Después de mil intentos de volver a despertarlo y mantenerlo todavía con vida, el rey y la reina hicieron un anuncio al público francés demostrando que habían salvado una vida, y dándoles la mentira de que otro de ellos se había suicidado a causa de no aguantar el encierro.

Cole recuperó la vista y, con la cabeza baja y escoltado por cuatro hombres, salió por fin del castillo al que había llegado en compañia, y ahora mismo se iba sólo.
Se arrojó al piso en cuanto las puertas del castillo se cerraron, quedándose él afuera, y su alma adentro.
Vio pasar su vida frente a sus ojos cuando recordaba el sacrificio que los tres habían hecho para llegar hasta Inglaterra, para pedir comida, para llevar a sus familias a la realeza y conseguir un lugar como personas importantes. Ahora todo estaba más que perdido, dos amigos muertos, una madre decepcionada. Dos familias que habían perdido toda esperabza posible y un chico que con sus últimas fuerzas logró salir del castillo que le quitó su felicidad.

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