C a p i t u l o 2

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My eyes, and your eyes.

Volver a la universidad después de una supuesta gran fiesta debía de ser lo mejor para un estudiante, sin embargo para Raphael Santiago era todo lo contrario. Los universitarios volvían a clases más euforicos y con los recuerdos medio frescos en sus cabezas para cotillear entre clases y el almuerzo, patético. No quería recordar el sabor a cigarillo que tuvo que tragar durante un tiempo por el humo que era inevitable dentro de la casa de fraternidad, ni la mala música que sonaba demasiado fuerte, o el vaso de cerveza que Rosa le habia obligado a beber.

Admitiría, solo para sí mismo, que a pesar de que su hermana lo había arrastrado a ese lugar, él había querido estar allí. Quería ver con sus propios ojos a Erick y convencerse que seria ridículo esperar a que el tipo dejara de pensar con su miembro. Él quería sexo y Raphael no se lo daría.

No era un mojigato, probablemente si pudiera sentir algún tipo de gusto sexual a las relaciones íntimas con él, no estaría ligado al problema. Pero lo había intentado una vez y había sido incluso aburrido ver como el contrario de cabellos rubios parecía divertirse y él pensaba en cuándo se acabaría. No había querido volver a hacerlo, y aunque se había planteado que quizás el problema era Erick, lo había descartado luego de que ellos hubieran terminado y Raphael aceptara el consejo de su hermana para explorar su vida sexual con mujeres y hombres ajenos a él. Una actividad que había culminado en fracaso.

No podía evitar seguir sintiendo que su corazón se enfriaba y electrocutaba dentro de su pecho cuando escuchaba la voz de Erick. No había dudas de que sentía cierts emoción por tenerlo cerca. Quizá comodidas, quizá  le gustaba, pero no parecían llevarse bien a pesar de los intentos del de raíces latinas. Erick no controlaba sus deseos sexuales y terminaba con Raphael cada vez que su pene se despertaba dentro de sus pantalones. Erick iba por alguien a saciar su deseo sexual, y luego llamaba en la madrugada a Raphael con la lengua pesando en su boca con su falso llanto pidiéndole regresar. Se odiaba cada vez que le decia que sí, pero ya era una costumbre y todo lo que conocía en su rutina diaria.

La noche de la fiesta había asistido sabiendo que él estaría allí, buscando con quien acostarse luego de que terminara con él. Se habia convencido de que si lo veía en acción ya no aceptaria volver con Erick, pasandose toda la noche con su vista clavada a lo lejos en sus movimientos seductores que funcionaban sin duda en otros. Decidió marcharse en cuanto lo vio subir las escaleras de la fraternidad de la mano de una pelinegra y un colorado mal teñido.

Había creído que su noche había acabado allí, hasta que un castaño temblando de frio había aparecido frente a él.  Raphael maldijo mientras se peinaba recordando que se había llevado su mejor chaqueta, su chaqueta favorita de hecho, y probablemente no la recuperaria. Agradecia al menos no haber dejado nada de valor en sus bolsillos.

Terminó de alistarse y salió por los pasillos de las habitaciones del campus en la universidad. Agradecia que su madre era buena donadora a la institución y que por ello habían accedido a dejarle una pequeña, pero aislada, habitación y sobre todo sin compartir. Habría odiado tener que convivir con un monoindividuo su espacio personal.

Sus primeras clases consistían en aburridas charlas para principiantes, eran libros que él había leido años atrás y le cansaba que el resto estuviera tan atrasado, pero no tenia animos de salir del salón, sobre todo porque había estado ignorando las llamadas de Erick y no queria encontrarselo en ningún espacio. El tipo era insistente y, a pesar de que él le quisiera demasiado, no estaba dispuesto a perdonarlo otra vez. Rosa le reclamaba que era demasiado estúpido en el amor a pesar de su astucia en la carrera.

Su hermana era la única que sabía dentro de su pequeña familia de su gusto por los hombres. Había negado muchos años su interes en ellos por sus propias creencias y cuando ya no habia podido ocultarlo, su hermana estuvo alli para sostenerlo y prometerle que estaría bien, que incluso su madre lo estaria si él lo aceptaba. Raphael no estaba muy seguro entonces, y aun había días donde dudaba de sí mismo y si era lo correcto; incluso temia por la reacción de su madre, pero eran miedos que se guardaba para sus solitarias noches en vela, Rosa no podía ayudarlo con eso.

The Sun Is Going Down Donde viven las historias. Descúbrelo ahora