C a p i t u l o 12

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1997


Snap out of it


Ragnor estudiaba las revistas sobre la mesa del té, aquellas que habían pertenecido a Catarina, y Malcolm siempre decía que iba a devolverselas; él sabía que su amigo se negaba a hacerlo porque la extrañaba y era su manera de mantener su escencia en casa. No lo culpaba. Dentro de su propia habitación, Ragnor de vez en cuando rociaba un poco del perfume que había pertenecido a Raphael y que él se había dejado una noche.

Malcolm apareció en el pasillo, mordiendo sus uñas distraidamente.

-Debo irme.- Se puso el saco.- Magnus vendrá en media hora, dile que estaré de vuelta pronto. Iremos a jugar bolos, ¿vienes?- Ragnor arrugó el ceño y negó.

-¿Bolos en pareja? Ni loco.- Malcolm le sonrió apenado.- Estoy bien aquí. Veré una película.

-Podrías decirle a Rapha y..-

-Estoy bien.-Repitió más firmemente. Malcolm desistió y se marchó.

A pesar de que Raphael y él estuvieran de nuevo en esa situación incómoda de solo amigos, Ragnor jamás lo invitaba a ningún sitio. Tan solo aparecían en el mismo lugar cuando todo el grupo de amigos se juntaba. Actuaban de la manera más natural posible, como si todo estuviera bien entre ellos. Aunque si habían  dejado que las cosas se apaciguaran entre ellos, era demasiado difícil mantener la distancia emocional, al menos para el castaño.

Cada vez que Raphael reía, sonreía, lo miraba, o simplemente se mantenía cerca, el dolor del deseo volvía. La última vez que se habían visto, en un bar en el cumpleaños de Magnus, Raphael había estado fumando. Tan solo un pequeño cigarrillo entre sus labios que había desechado rápidamente, pero Ragnor ya había visto cada movimiento de su boca al inhalar y luego exhalar el espeso humo fuera. Las ansias por besarlo jamás se le habían descontrolado tanto como en ese momento donde tuvo que despedirse torpemente y abandonar el maloliente bar.

Estaba tan cansado de ese juego donde pretendían que nada había ocurrido entre ellos dos más que una vaga amistad como cualquiera. Le carcomía la paciencia todas las veces que se quedaba quieto mirándolo fijamente, guardando en su memoria su rostro porque sentía que podía olvidarlo de otra forma, como había olvidado el roce de sus labios o sus manos suaves enredadas en su cabello lacio, o sus dedos acariciando los musculos de su espalda cuando Raphael mordía su cuello y debaja una marca violacea allí. Todo lo que había tenido y ahora no existía, y ni siquiera podía hablarlo realmente porque Raphael se negaba a admitir que alguna vez había pasado.

Cada vez que se sentía de ese modo, deseaba golpearse. Se sentía como escoria pensando en que había sido demasiado persistente con la idea de demostrarle al mundo que ellos eran pareja. Tal vez lo había presionado demasiado. Tal vez lo había amado demasiado.

El timbre sonó y se levantó con pereza para abrir la puerta y encontrar a Magnus del otro lado. Este se abrió paso dentro del departamento y fue directo a la nevera por un refresco. Ragnor, quien estaba demasiado acostumbrado a su actitud, cerró la puerta y volvió a recostarse.

-¿Y tu niño ángel?- preguntó sin ánimo en su voz.

-Buscará a Cat y nos veremos allí con Malcolm.- Ragnor asintió.- Puedes venir si- gruñó.

-No, Magnus. No quiero ir a su jodida reunión de amor.

-No tienes por qué ser un idiota.- Magnus alzó una ceja.- Solo te invitaba.

-Declino la propuesta de ser la quinta pata entre ustedes cuatro.

-Podrías invitar a Raphael y ser la quinta pata juntos.- Bromeó. Ragnor no estaba de humor, tapó sus ojos con su brazo y se negó a hablar. Sintió los pasos de Magnus acercándose y el sillón hundirse a su lado.- Creí que todo este asunto de ser un gruñón se te iba a pasar pronto.

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