1. "Una arpía mareada."

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Karissa se estremeció con la brisa invernal. Las calles de Nueva York estaban cubiertas de agua debido a la lluvia constante. Frente a ella se hacían pequeñas nubes cada vez que respiraba y sus manos estaban reconfortantemente frías en los bolsillos de su abrigo. Echó una mirada hacia el oscuro callejón a su lado antes de acomodarse la bufanda y seguir caminando, tratando de ignorar los fuertes sonidos de la ciudad a la que aún no se acostumbraba, incluso cuando era la misma ciudad donde nació y creció y sigue creciendo.

—... tal vez solo deberías aceptar un tutor.

—Solo queda una semana de clases y ya tengo una nota pasable, no necesito un tutor.

—Cambia tu tono, malagradecida. ¡No me vengas llorando después porque estás reprobando álgebra!

Karissa hizo una mueca. Amira nunca había sido muy dada a los números, incluso desde antes de hacerse amigas. Por alguna razón, a Karissa sí se le hacía fácil la matemática y la física.

Cuando ponía la debida atención, claro.

Hubo una memorable ocasión en que olvidó desayunar y sólo pensaba en el hambre que tenía y para cuando se dio cuenta había perdido la clase entera solo pensando en comida y en su estómago hambriento. No le fue muy bien que digamos en el examen sorpresa que les dio el profesor al día siguiente.

Ojeó a Amira, fijándose de las sonrojadas mejillas de su amiga. Suspiró en silencio antes de quitarse la bufanda y enrollarla en el cuello de Amira.

Amira bufó, arreglando la prenda sobre su helada mandíbula.

—Voy a estudiar en las vacaciones, tranquila —Karissa quería rodar los ojos pero estaba demasiado cansada como para hacerlo.

—Todavía no entiendo porqué elegiste álgebra, no estarías reprobando si hubieras entrado a la clase de literatura conmigo.

Karissa sonrió a Amira. —Sabes que no se me dan las letras.

A pesar de la apariencia mala de Amira y sus toscos modales, Karissa no se había sorprendido de hallar a una aficionada de literaria. Amira Loux, con la ropa desteñida y el cabello enredado, su mala forma de hablar y la presencia constante de una arruguita en su frente, tenía al menos tres diarios enteros con poemas en cada página, organizados por fecha, con colores en los títulos y flores en las esquinas.

Ni Amira ni ella tenían muchos amigos, de hecho, Karissa consideraba que su única amiga era Amira y sabía que para Amira era igual. De todas formas, ambas habían estado solas una gran parte de su vida hasta encontrarse, aunque Karissa nunca se atrevía a preguntar sobre los padres de Amira.

No era una sorpresa que alguien tan solitaria buscara refugio en las palabras.

Karissa había leído unos cuantos pero la mayoría eran tristes y no le gustaba pensar que Amira tenía tanta tristeza para llenar trescientas hojas con ella.

—Deberías intentarlo, estoy segura de que lo harías bien si al menos tratas.

—Lo voy a pensar —desvió Karissa.

—¡Siempre dices lo mismo!

Karissa rió bajo, jugando con sus manos dentro de sus bolsillos. Ah, el día estaba tan lindo. El invierno estaba azotando fuerte hasta los momentos, apenas empezaba diciembre y no había parado de llover un día, dejando todo helado a su paso. Contrario a Amira, a Karissa no le molestaba tanto el frío, incluso cuando era mucho más propensa a resfriarse que Amira. De hecho, Amira había logrado atravesar una pequeña nevada con sólo un abrigo y guantes y salido con sólo una ligera tos en días posteriores.

SI VIS PACEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora