4. "Felicidades."

83 9 0
                                    

Quedarse en el Campamento era una mala idea.

Todos miraban a Karissa como si fuera una anomalía y varias veces escuchó murmullos al caminar. No parecía estar muy afectada, pero Amira no había convivido con ella diariamente por más de dos años en vano. Notaba la forma en que sus ojos miraban al suelo con más frecuencia, la manera en que juntaba sus manos en su regazo al momento de sentarse, cada vez que parecía encogerse cuando caminaban junto a un grupo de campistas.

Cada pequeña inseguridad, Amira las conocía. Y sabía que mientras más tiempo pasaran en ese ambiente incómodo y negativo en relación a Karissa, mayores eran las posibilidades de que su progreso se convirtiera en retroceso. Tantos meses dedicados a su mejoría tirados a la basura por una semana en un paraíso rodeadas de adolescentes inmaduros llenos de prejuicios.

La decisión estaba tomada, al menos en lo que a Amira respecta.

Lo mejor sería que ambas pusieran marcha esa misma semana, pero no estaba segura de sus posibilidades de sobrevivir si solo se iban así como así.

Por eso había elegido un arma, y había empezado a entrenar con Giselle, una hija de Hécate, la diosa de la magia, para aprender a pelear con el cuchillo y no morir en el intento. En su primera pelea ambas se midieron con la mirada, y al ver que Amira no daría el primer paso, Giselle se lanzó sobre ella con un movimiento de su brazo izquierdo que resultó ser una finta.

Una finta en la que Amira cayó hermosamente, terminando con la cara en el suelo y la mano en el aire.

Giselle rió, jovial, levantando a Amira sin dificultad.

Amira parpadeó incrédula: ¿qué comía esa muchacha? ¿Por qué demonios tenía tanta fuerza?

No la mal entiendan, Amira no tenía sobrepeso ni mucho menos, estaba solo un poco rellena de amor y cariño, lo saludable, pero aún así era sorprendente cómo la levantaba con tan poco esfuerzo.

Necesitaba esa rutina de entrenamiento, rayos.

Giselle era hábil y juguetona a la hora de pelear, se fijó Amira en su tercer round. Le gustaba ver a su oponente sudar y les hacía creer que tenían una oportunidad cuando en realidad Giselle los estaba guiando derecho a donde los quería y se apoyaba en su rapidez para hacerlo.

No sabía cómo lo hacía, pero Giselle parecía adivinar el momento exacto en que Amira hacía un movimiento equivocado y atacaba en ese mismo momento, y Amira terminaba: a) De cara en el piso, tragando tierra como animal y casi llorando por toda la mugre entrando en sus ojitos; o b) Estómago al aire, brazos y pies extendidos, falta de aire y mirando al cielo con arrepentimiento.

Amira tomó aire, y Giselle se agachó frente a ella, y Amira se vio invadida con la necesidad de eliminar esa sonrisa del rostro de Giselle de un trompazo en toda la nariz.

Calma Amira. Respira hondo.

—¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! No te frustres niña, todavía te falta experiencia —le guiñó el ojo coqueta.

Respira, mantente en calma.

—Claro —refunfuñó, levantándose.

Giselle la observó brevemente, y Amira le sostuvo la mirada con desafío. Quería ver si estaba dispuesta a continuar o si iba a tirar la toalla, pero Amira no era menos que determinada y de que iba a tener un manejo decente del cuchillo ese mismo día, lo tendría.

Necesitaba habilidad si quería sobrevivir, eso lo tenía claro ya, pero su principal motivación estaba sentada a unos metros de ellas, mirando todas las interacciones curiosa. Karissa tenía una expresión calmada en el rostro, con postura despreocupada, apoyando su peso en sus manos.

SI VIS PACEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora