El resto del día fue, afortunadamente, mucho más calmado en comparación. Karissa le echó un vistazo cercano al lago, e incluso jugueteó con el agua un rato antes de percatarse que los peces le huían a su toque.
Quería quedarse un rato más, pero Amira insistió en mostrarle el muro de lava, al que Karissa se negaba a probar en su vida.
Karissa se sentía cómoda. Más de lo que alguna vez lo había estado en su propia casa. Tenía la ligera impresión de que Amira no compartía su opinión, pero estaba dispuesta a cambiar su punto de vista si significaba quedarse unos días más en el cálido ambiente del Campamento. No era todos los días que Karissa lograba encontrar un lugar agradable con personas agradables (si excluimos a Pina, por supuesto), y estaba determinada a disfrutarlo mientras podía.
Le echó una mirada a Amira, que miraba el atardecer pensativa. Tenía una mueca en la nariz que siempre ponía cuando pensaba en su madre, y Karissa se preguntó cuánto tardaría en enterarse que habían sido pseudo-secuestradas y que su hijita estaba en locación desconocida con la mala influencia de su amiga la rara, en la última semana de clases y sin decir ni pío.
Si no es que ya tenía a la INTERPOL buscando a Amira hasta debajo de las piedras.
La madre de Amira era un tantito exagerada.
Y hablando de madres, en serio esperaba, rezaba, que su madre asumiera que se había quedado con Amira y no tratara de buscarla allá, porque estaría en tantos problemas que no iba a ser capaz de contarlos. Palideció pensando en el regaño que su madre le daría si se enteraba de los acontecimientos. No quería ni pensar en lo que diría de Amira si sabía que habían estado juntas al momento.
Clara Rodríguez siempre fue muy estricta, y teniendo en cuenta que nunca aprobaba las acciones de Karissa, estaba muy segura de que no iba a aguantarse las ganas de gritarle a Amira unas cuantas cositas.
Lo que no iba a terminar nada bien.
Karissa se sacudió un escalofrío, tratando de ignorar ese escenario.
Luego habían ido al campo de fresas, donde se encontraron a Quirón el centauro, a quien Karissa miró fijamente por al menos dos minutos enteros antes de presentarse y pedir disculpas bajo la mirada severa de Amira.
Quirón le explicó pacientemente todo lo que debía saber del campamento, como las barreras mágicas que protegían el lugar, el siempre cálido clima, el peligroso bosque al que no debería acercarse sola (Amira bufó: como si ella fuera a dejar que Karissa entrara a un bosque sola), y las asignaciones de las Cabinas.
Karissa se sintió reconfortada al saber que al menos podría dormir con Amira en la Cabina de Hermes, nerviosa ante la perspectiva de dormir rodeada de desconocidos.
Eso sí, no estaba nada convencida con las reglas del comedor y se lo hizo saber a Amira, pero Amira seguía algo adolorida por la pequeña paliza que le dio Tronchatoro y simplemente no le prestó atención. Ambas se enfilaron con los hijos de Hermes y como pudieron se acomodaron en la mesa. Karissa llenó su plato con pocas cosas, no tenía hambre, tenía sueño. Quería dormir por tres años y despertar por quince minutos para después tomar una siesta. Sentía los párpados pesados, se sentía tan cansada y no sabía ni de qué, cuando fue a Amira que casi le desfiguran la cara.
Amira le señaló la mesa donde estaba Quirón, y junto a él un hombre regordete, de ojos violeta y expresión malhumorada.
—Ese es el Señor D. Es el dios del vino, y las juergas. No creo que te agrade pero tampoco te pierdes de mucho —mencionó. Karissa asintió ausente, más concentrada en la variedad de comida que aparentemente tendría que compartir con la hoguera.
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SI VIS PACEM
FanfikceDurante toda su vida, Karissa nunca se había sentido tan libre como lo hacía ahora, pero nada dura para siempre. En algún momento Karissa iba a tener que elegir: ser una sombra, o ser una luz. Y es que... ¿De qué sirve estar vivo... si no estás vivi...