CINCO HORAS

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Hola SeokJin, mi nombre es ChungHee —se presentó un tipo en altavoz, luego de que la asistente de Park se abalanzara sobre el teléfono para apretar el botón. —Soy psicólogo de la Sociedad Médica de Seúl y estoy aquí para lo que necesites... —Sin respuesta, el tono precavido del profesional insistió: —¿Me escuchas?

La expresión del aludido no varió. No lo había hecho desde que entró en la planta con JungKook siguiéndole. La búsqueda de más ropa había sido un fracaso durante una eternidad en que la opción de tomar la de algún cadáver fue rechazada, luego tolerada, pero sin resultados. Todo parecía incluir fluidos de sospechosa procedencia y desechos físicos como resultados de esfínteres distendidos por la muerte de sus dueños. Con la piel febril por el virus, Kim consideró desistir e ir a cumplir su jodido propósito en vez de gastar tiempo valioso en una nimiedad.

La compostura había pasado a segundo plano desde que se infectaron y, a su alrededor, los que se mantenían con vida estaban demasiado preocupados de sus asuntos como para significar un peligro. Menos si la mayoría de los empleados se acumulaba en los pisos inferiores. Menos si tenía a Jeon respirándole encima cada vez que tenía oportunidad.

Entonces, ¿cuál era el afán porque se cubriera?

El menor, en su terquedad, buscó y rebuscó cada tela que captaban sus ojos. Pasó por pantalones hechos jirones, por camisas con manchas de sudor nauseabundas y por faldas que tuvo que dejar de lado con mucha fuerza de voluntad.

Iba a visitar el cuarto del servicio de limpieza para ver si un overol sería suficiente, cuando divisó un bolso deportivo oculto entre los escombros de un cubículo. Aunque tenía el cierre roto y la envoltura cubierta de polvo, el estudiante no perdió esperanza, la cual fue correspondida cuando su contenido se mostró doblado, limpio y esperando que su dueño —con un destino incierto —, lo utilizara en el gimnasio al salir de su horario laboral.

El moreno se apuró a la ubicación de SeokJin, quien bebía agua de un vaso plástico. Sin pensarlo dos veces tomó la remera negra y la acomodó para pasársela por la cabeza. El abogado le puso una mano en el pecho sin demasiada simpatía.

—Puedo vestirme solo, Jeon. —Cortó, abrumado por la excesiva atención injustificada. El otro, sin dimensionar su posesiva interacción, suspiró. Su semblante tenía una pizca de ofensa que enterneció al de labios abultados. No podía depositar su confianza al cien por ciento en él, pero tampoco podía ser tan borde, ¿verdad? Bajando un poco la guardia, le acarició el pelo con firmeza. —Gracias.

Una vez tapado con el algodón a prueba de sudor (y un mocoso que no refunfuñaba con disgusto en una frecuencia exasperante), la marcha se retomó con ansiedad. El ascensor estuvo a favor de su objetivo por la rapidez en la que abrió sus puertas y cumplió su función. 

El área que se extendió ante ellos estaba casi deshabitada. Por poco vacía, de no ser por los ruidos que delataban la presencia de lo que podría tratarse de una emboscada.

Nada con ese nivel de silencio era natural. JungKook, quizá incómodo por el mismo hecho, deslizó su mano por la baranda que dividía el espacio vacío en la mitad de las columnas de la oficina. Un silbido macabro salió de sus labios, propio de la entonación funesta que emite un depredador.

Kim le llevaba la delantera por unos pasos, ventaja que le permitió frenarlo cuando se toparon cara a cara con JiMin al final del pasillo.

No estaba solo. Por supuesto, jamás lo estaría. Su séquito de lamepollas vigilaba sus flancos, armados con lo encontrado en el camino. Con lo que su precaria espontaneidad les proporcionó.

La asistente amplificó la llamada y la oferta de socorro mental despejó cualquier duda que tuviera sobre la falta de clase que poseía Park. Si le subestimada o sólo quería un trato, su negociación era tan básica que sentía repulsión.

MAYHEM ▹ JinKook/KookJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora