CUATRO HORAS

753 115 15
                                    

Kim se desplomó a los pies del sofá, sin importarle el impacto que tendría el golpe en él. Sus extremidades parecían las de un títere al que jalaban en un arrebato constante e impúdico. La fatiga llegaba a un punto superior de su resistencia, en un fomento controlado por el básico instinto de sobrevivir.

Aun así, fragmentos de su conciencia salían a flote. La ira que sentía por Park lo apuraba a regresar. A desquitarse con lo que ahora sería su cadáver. ¿Cambiaba las cosas? Sólo era un capricho. No existía una denigración moral por romper, no existían diferencias sobre la ventura fatal del Director de Operaciones. JiMin sólo era un trozo de porquería al que gritar algunos insultos.

Quizá la secretaria no había dejado nada de él. Quizá ese frustrante día le había quitado la opción de ejecutar parte de su venganza pero, con la mayor de las sinceridades, ni el virus lo complacería. Ya no le cautivaba la idea de pelearse con un tercero para conseguir un cuerpo inerte al que no había alcanzado a doblegar a gusto. Ella podía quedárselo si así lo pretendía. Por mucho que lo cabreara, el premio mayor esperaba su furia. Sólo tenía que enfriar la cabeza e idear una estrategia para hacerse paso en el piso superior.

Si tenía en cuenta su propio estado y el de JungKook, no aguantarían mucho más a ese ritmo o, al menos, con la clase de confrontaciones que habían sobrellevado en ese sector del edificio. El patógeno confería una energía sobrehumana, sin embargo, existían límites para todo hombre y si no habían cedido a desmayarse llegados a ese punto se debía a un milagro (y un poco de suerte que tendrían que pagar después en el hospital si lograban salir de allí).

Se permitió cerrar los ojos y, por primera vez, pudo analizar con calma las sensaciones que atravesaban sus miembros infectados por el ID-7. Burbujas engullían los nervios en un vaivén reiterativo que quemaba, la corriente transitaba bajo la piel similar a fuego líquido, a metal fundido a extremas temperaturas, a lava densa que le repetía una y otra vez que se levantara para aniquilar todo a su paso.

Los efectos lo secuestraron. Un abismo de adicción le daba vueltas al mundo y, ante un mareo que seguramente lo haría ceder a la peor versión de sí mismo, decidió levantar los párpados. En la entrada de la habitación continua estaba su conocido, arrastrando la masa destartalada que alguna vez respondió al nombre de Park JiMin.

—No quise interrumpir tu sueño —aseveró el menor. Sus brazos estaban empapados en sangre, en tanto las salpicaduras en su rostro se notaban frescas y uniformes. Logradas, seguramente, por golpes poco precisos y exaltados.

—No lo traigas aquí, Jeon.

La expresión de SeokJin fue tal que el estudiante respondió con desilusión. ¿Dónde había quedado toda la cólera?

—Pensaba que querías hacerlo pagar... —Tanteó, soltando sus piernas. —No es que no lo haya hecho ya por ti, pero creía...

—Déjalo.

JungKook le dio una apreciación final a lo que yacía frente a él y se preguntó cómo eso había sido antes una persona. Tras la docena de puñaladas que la mujer le propinó, entre los dos se turnaron para patearle y saltar sobre él. No recuerda cómo terminó abriendo su carne con los dedos, o cómo deformó sus facciones hasta hacerlo irreconocible. La policía sólo podría enterarse de su identidad a través de la dentadura, de eso estaba seguro.

Un alarido se escuchó al otro lado de la sala y sonó tan guturalmente animal que el moreno cayó en cuenta del salvajismo del que había sido presa. De lo cruel y sin sentido de sus actos y de que, tal vez, el abogado se había alejado de él porque lo había notado desde un comienzo.

¿Sentiría asco?

Observó sus manos bañadas en el líquido carmesí y supo que debía borrar el rastro de su desliz rápido. La sección frontal de su camisa estaba inutilizable y mojada del plasma de la masacre, pero quizá la parte trasera podía ser un recurso decente.

MAYHEM ▹ JinKook/KookJinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora