Interrogatorio

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El traslado de Cronos al edificio del Arca había necesitado de un convoy de 20 vehículos y más de media ciudad con calles cortadas por las autoridades y francotiradores apostados en distintos tejados, con el dedo en el gatillo, aguardando por lo peor. También había agentes infiltrados entre la enorme multitud de civiles que contemplaba el convoy con una admiración como si fuese un carrito de feria. La situación se prestaba para que algún loco se le diera por desenfundar un arma u ocasionar una explosión, para esto último, habían utilizado un bloqueador de señales que funcionaba a más de 30 cuadras a la redonda.

El operativo lo ameritaba y más cuando Kai le había informado al Presidente y al Congreso, la poca resistencia que el anarquista había presentado a la hora de ser arrestado. Algo no le cerraba a la Mayor, por lo tanto, había que estar preparado para lo peor.

Cuando el convoy aparcó en la puerta, un grupo de periodistas se arrojaron sobre la furgoneta en la que viajaba Cronos, rápidamente, la policía y agentes de la BIRT, sacaron a esos metiches de la escena, formando un cordón policial humano ya que también los curiosos habían comenzado a acercarse a la escena.

Cronos contemplaba aquello con cierta alegría, probablemente, la gente ahora lo odiaba, sabía que el Congreso se las había apañado para crear una mala imagen sobre su persona, poniéndolo como un mentiroso, un simple recipiente de falacias, un hombre que buscaba generar un golpe de Estado. Pero eso iba a cambiar, él, personalmente, se iba a encargar de que el Congreso cayera en las elecciones frente a Enoch Wong.

Quince minutos más tarde, el infoterrorista se encontraba en una sala de interrogatorios, con un guardia que no le quitaba la vista de encima y en un enorme ventanal con vidrios negros que, no era otra cosa, que aquello que le daba significado a la cámara Gesell, sabía que del otro lado alguien espiaba. Probablemente, la Mayor Kai con el obsecuente del Presidente Theo y quizás el Congreso, aunque dudaba de que estos fuesen hasta allí para verlo, eso iría contra su orgullo.

-¿Confesó que era Cronos?- preguntó Theo, que estaba del otro lado del vidrio, cruzado de brazos y sin dejar de mirar al terrorista.

-Eso dijo cuándo lo atrapamos. –respondió Kai. –Pero, igualmente, solicité un detector de mentiras para comprobar su identidad.

-¿Cuántas probabilidades hay de que este mintiendo? –preguntó el Presidente. –Hay que ser idiota para inculparte.

-Se ve que no conoces a los mártires. –respondió Kai y suspiró. A veces la inocencia y estupidez de Theo la sacaban completamente de sus casillas. –Es extraño que no haya puesto resistencia a su arresto.

-Quizás querían que lo arrestasen. –respondió Theo. –Quizás se dio cuenta de que nadie puede luchar contra el gran poder del Congreso.

-O quizás nos la está jugando y no vemos dónde está el juego. –dijo Kai.

De repente, una mujer de unos 25 años, ingresó en la sala dónde estaba Cronos con un pequeño maletín de color gris.

-Buenos días, señor. –saludó la mujer. –Soy.....

-La Doctora Alana Goodnight, estudió psicología en Harvard, nació en Houston. Podría hablarle de los abusos que sufrió durante su infancia o lo que la llevó a estudiar psicología. –interrumpió Cronos. –Ya la conozco.

La doctora ni se inmutó, tomó asiente y depositó el maletín sobre la mesa.

-¿Y usted quién es? –preguntó. –Sabe todo sobre mí pero yo no sé nada sobre usted.

-Cronos. –respondió.

-Ese no es un nombre. –dijo Alana.

-¿Quién lo dice? –preguntó Cronos. –Es el nombre que yo he elegido.

La Ciudad Durmiente (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora