Capítulo 37.

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Cada pequeña cosa que hago, 

Nunca parece suficiente para ti y no quieres perderlo otra vez, 

Pero yo no soy como ellos, 

Cariño cuando finalmente consigas amar a alguien, 

¿Adivina qué? Voy a ser yo — N'sync.


No hubo mucho tiempo para explicar, solo nos subimos los tres a mi auto, mientras Rocío nos iba diciendo que Ariana era la mejor para encontrar todo lo que la gente no quiere que encuentres, errores o en todo caso cosas que normalmente nos hace daño recordar.

Como a Iris. Algo más que me dijo, fue lo mucho que le afecto a Iris el evento.

Dijo que había recaído en viejos hábitos que no le beneficiaban en nada.

—¿Dices qué de esa manera se hizo todas esas cicatrices?

—Sí, nunca le ha gustado que nadie las vea, me parece raro que tú las hayas visto. —Rocío me miró como nunca, como si hubiera traspasado alguna línea imaginaria al hacerlo. Yo no pude decirle lo contrario, sabía que aquello que había visto en la cabaña, era un error garrafal.

Pero no porque no debiera ver eso, sino porque debí de haber tenido las agallas para decirle que también la amaba, que ella no era solo un trabajo para mí, que me lo había tomado tan personal que mi carrera pendía de un hilo, por ella. Pero no quería que ella sintiera más culpa, como ella misma había dicho antes, ya tenía suficiente con la culpa que ya tenía.

—Fue de manera accidental, ella no quería que las viera en un principio. —Eso pareció apaciguar su curiosidad por ahora, aunque sabía que después, con más calma la mujer me iba a interrogar sobre el hecho.

—¿De qué cicatrices hablan? —Dijo su padre quien iba en la parte trasera de mi auto, escuchando atento, esperando a intervenir, lo sé porque yo no le quitaba la mirada por el espejo retrovisor.

—Tú no tienes derecho a saber nada.

—Basta ya con eso, Rocío. —Le dije volteando un poco el rostro, ella me miro molesta, pero o dijo nada más.

—Es aquí, estaciona en frente.

Lo hice, bajamos rápidamente y tocamos la puerta de madera.

Al tercer toqué en la puerta, una chica con aspecto cansado que se estaba aún tallando los ojos, nos miró desde la puerta.

Llevaba un pijama nada bonito, una camisa tan grande como las mías y unos pantalones sueltos con muchos monitos cafés por todas partes.

—¿Rocío? —Dijo aún muy dormida. Se me olvidaba decir que eran las seis de la mañana, apenas.

—Sí, Ariana necesitamos tu ayuda.

—¿A está hora? —Dijo viéndonos a los tres de arriba abajo y soltando un bostezo gigantesco.

—Es iris, está en peligro.

Eso hizo que la chica se espabilará instantáneamente.

—Pasen, haré café.

Abrió la puerta completa y los tres entramos.

La chica se movió por la casa pequeña, hasta la cocina y saco una gran tetera para calentar el agua.

Yo nunca había visto eso, pensaba que todos hacíamos el café directo de la cafetera, pero ella calentó el agua para hacerlo de la manera tradicional.

De Regreso a Ti. Trilogía: "Viva la Vida I".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora