|Capítulo 3|

9 0 0
                                    


*Lunes por la mañana*

Estoy atrasada para la universidad, otra vez. Dios mío, si quería conservar ese empleo debía comenzar a ser una pizca más responsable. Me regañé a mi misma en un tono severo.

***
Finalmente todas mis clases del día habían terminado, miré mi teléfono al salir del aula y eran las 03:30 pm, había acabado más temprano pero decidí quedarme un rato más para conversar sobre el proyecto y la presentación que estábamos por hacer, dos compañeros de mi clase de aduanas y yo.

En cuánto estuve en el corredor que daba al campus del Instituto visualicé a Liliana.

—Hey, Kate. —Me saludó mi mejor amiga y un chico guapo aunque no sabía quién era él, sin embargo, me saludó cordialmente al mismo tiempo qué Lily en unísono.

—Oh, hola ¿qué tal? —respondí igualmente con cara de confusión al no saber quién era ese muchacho, pero con voz amigable y familiar.

—¡Ah, Kate! Disculpame. Él es, Charlie Stanford.

—Es un gran gusto. —Largó él rápidamente.

—El gusto es mío. —Contesté nerviosamente, atontada por la simpatía y belleza de aquel tipazo. Cabello castaño oscuro, buena estatura, de piel blanca aporcelanada y una sonrisa hechizante.

—Bueno Kate, él es un estudiante de intercambio creo que seréis buenos amigos... Así que yo me voy a mi clase, y os dejo. —expresó ella riendo. —Kate te mostrará lo demás en el Instituto, a fin de cuenta trabaja aquí. —completó aún muerta de risa y excusándose con él.

—Qué ridícula eres —le lancé una mirada de víbora mientras ella se alejaba de nosotros.

—Bueno, me pregunto si podrías pasarme los horarios. Ésta chica Lily, es tan despistada qué no se percató. —Contó Charlie, rompiendo el silencio que reinaba en el pasillo.

—Oh Dios, ¿cómo pudo olvidar lo más importante? Claro debo buscarlo en oficinas, acompañame allá.

En el camino a la oficina supe de Charlie que era norteamericano, exactamente, Boston. Eso era fantástico y su inglés por supuesto era a comparación del mío mucho más desabrido, pronunciaciones rápidas, es decir con pocas pausas y rústico, pero muy natural y fantástico, ¡muy americano mejor dicho!

Entramos finalmente a la oficina y se hallaba allí el sr. Alvaro, quién al verme sonrió y saludó familiarmente, sentí que lo conocía de toda una vida. Ese hombre, si que sabía ganarse a las personas con su carisma.

—Vaya, hola Sr. Porcella ¿cómo va todo? —Saludé tranquilamente.

—Pues, todo marcha bien. Dime, ¿tomaste finalmente la decisión? Ya es bastante tarde, ya empecé con todo yo mismo. —Comentó dividiendo su mirada entre su reloj y yo.

Qué porquería, había olvidado decirle que si trabajaría con él, y evidentemente ya debería estar trabajando, sólo que olvidé decirle. Si continuaba así acabaría con el empleo en dos días mínimo.

—Oh, por el amor de Dios, juro que lo olvidé —Golpeé mi frente y cerré los ojos con algo de pena— Sí sr, trabajaré para usted, pero disculpe enserio, que mala racha para comenzar mi primer día de trabajo.

—Eso es una muy buena noticia y también buena decisión, y no te preocupes, no es hoy tú primer día porque no has comenzado. —obvió en tono gracioso, sin quitar esa sonrisa que realmente dejaría helada a cualquiera.

—Pues eso creo, ¿qué debo hacer primero?

—No, bueno... Pienso que ya es bastante tarde, creo que deberías irte y comenzaremos mañana. —decretó con semblante comprensivo colocando sus manos detrás de su cuello, provocando que esos bíceps se marcaran a través de la camisa blanca. Creí estar babeando ante esa imagen.

El destino, ¿querrá juntarnos? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora