|Capítulo 15|

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Continuaba congelada, mi mente enviándome las peores cosas que me podía imaginar en ese instante, y una de ellas era: No encontrar a Alvaro a tiempo.

Accidentalmente recordé algo que me sacó completamente de mis cabales... El auto de Liliana.

—¡El carro de Liliana tío! Qué lo he dejado en medio de la autopista, mierda que estúpida soy. —Golpeé mi frente con la palma de mis manos, y la restriego sobre mi rostro, intentando así calmarme.

—Mierda, calmate ¿vale? Ya veremos que hacer más tarde. De igual forma para éstas horas ya debe haber sido remolcado por una grúa. —Afirmó y no logró hacerme sentir mejor, pues soy muy despistada, y ahora debo pagar los daños por haber dejado el automóvil tirado así en la autopista, que no será problema, pero Liliana se enfadará realmente conmigo. Aparentemente nada está saliendo bien conmigo éste desafortunado día.

—¿Por qué ha caído ésta desgracia sobre mi vida? Todo lo hago automáticamente mal, no puedo tomar buenas decisiones y cuándo me decido a tomar una buena decisión es demasiado tarde, olvido cosas de verdadera importancia, creo que me saldrá una úlcera.

—Tranquilízate, vamos... ¿Tampoco está tan mal no?, No estás al borde de la muerte, no perdiste el billete de lotería de la suerte que te llevaría a la riqueza, no ha fallecido nadie, no tienes una horrible epidemia, estás bien y no estás pasando por nada grave. Intenta ver el lado positivo, por lo que más quieras Katelyn.

—Tienes razón, esa hipótesis tuya fue muy peliculera —suspiré y sonreí aunque forzadamente— pero créeme, verle el lado positivo a esto no es fácil, en ningún sentido.

—Estoy seguro de que lo vas a encontrar. —Intentó hacerme ver de otro modo la situación, pero la verdad es que yo no veo nada, mi pesar cada vez se vuelve más pesar.

Observo el lugar en que nos estacionamos y noto que es un pequeño, acogedor y agradable restaurante... Pero, ¿que carajos? No creo que pueda tragar siquiera, con éste nudo triple que traigo en la entrada de mi laringe.

—¿Qué hacemos aquí? —Pregunté algo enfadada, mi situación no requiere en éste momento una parada para comer, no tengo tiempo... Pero, ¿como puedo negarme? Sí bien, Mario me ha estado paseando por todo el norte de Londres y no precisamente por gusto propio.

—¿No quieres cenar? —Pregunta a su vez compresivo.

—La verdad no tengo mínimo de apetito. —Expreso algo apenada.

—Pero al menos entremos, pediré para mi y para ti, intenta comer algo es bastante tarde... Sí no quieres comer, entonces al menos ahí debe estar más cálido que acá afuera.

—Cierto, está bien... —Acepté con algo que bien llamaría agobio.

Y la verdad Mario tiene razón, estar aquí afuera en la intemperie sin motivo algúno es buscar una hipotermia segura, con ésta temperatura casi bajo cero es cómo estar en un congelador, realmente.

Al entrar veo un enorme reloj de pared, 8:30 pm con exactitud. Y cada vez, el nudo de mi garganta se hace más fuerte y difícil de desatar, siento que nisiquiera la saliva me pasa, el miedo es un tremendo dolor sobre el pecho, cargado de un balde de agua fría con hielo, que más que dejarnos tirados sobre el suelo nos puedo internar una tristeza profunda, y el simple hecho de pensar que estarás triste en tiempo futuro da mucho más temor de lo debido. Nadie quiere sentirse triste, nadie quiere perder a alguien a quien le ama, nadie quiere estar sólo, nadie quiere perder... Y lo más probable es que yo pierda, puesto qué las tengo todas para hacerlo.

Mientras Mario pide la comida, yo me acerco al tocador nisiquiera sé para qué, la verdad es que no luzco nada agradable, mi rostro con un tono pálido y frío, mis labios que solían ser carnosos y rojo vivo están casi marchitos y poseen algunas roturas —suelo morderme mucho el labio, en situaciones de nerviosismo—, y agrietados por lo secos que están, mi ojos cafés brillantes siguen allí, pero el brillo que solían tener está más que apagado, el café literalmente se enfrió. Mi cara demacrada en todos los sentidos, con cansancio a el que las bolsas bajo mis ojos hacían máxima alusión me ayudaron a notar que, quiero a Alvaro cómo jamás quise a una persona, que logró que mi alma se apagase con solo apartarse, que el silencio de la duda —de saber si volverá— me está apuñalando cada vez más fuerte... Aprendí que lo malo es bastante malo, y que cuando algo se es malo no hay lado positivo para ello. Qué enamorarse es arrancarse de tajo el corazón y entregarlo sin motivo y sin razón, que cuándo te conectas a una persona es difícil perder tal conexión, cuándo le sientes tan cerca y tan igual a ti que de ninguna manera le quieres dejar ir... Qué cuando se encuentra a su alma gemela, se tiene todas las de ganar y también toda las de perder; el amor es tan impredecible que en el puedes vivir, y en el también puedes morir. Es difícil predecir el destino y el amor, y en cuánto a la duda cada vez me arranca más el alma y con ésta el corazón, que ya casi late con cansancio y dolor.

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2021 ⏰

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El destino, ¿querrá juntarnos? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora