|Capítulo 13|

0 0 0
                                    


—Buenos días. —Escuché una gloriosa voz llenar mis oídos, y mis ojos aún mantenía cerrados —Buenos días cariño, despierta dormilona. —Continúo escuchando aunque por mi cansancio y somnolencia aún no he caído por completo en tierra, lo primero que percibí al ir abriendo mis ojos es la fuerte luz del sol que los atacó haciéndolos cerrar nuevamente.

Tallé mis ojos, y terminé finalmente la labor de abrirlos. Observé una angelical silueta, hasta pareciese que poseía un halo y el resplandor del sol parecía emanar de aquel cuerpo, parecía un ángel genuino.

Pero obviamente no estaba en el cielo, aunque sí estaba en un lugar parecido con tal semejanza presente, realmente estoy sobre mi cama, apenas levantada, y quién se encontraba de pie frente a mi es nadie más que Alvaro Porcella.

—Buenos días señor. —Sonreí juguetona y noté que en sus manos traía el desayuno. —¿Tú hiciste todo eso? —Preguntó inconscientemente, y también un poco avergonzada nadie había hecho algo así por mi. Nunca.

—Bueno, no. Esto es para mi. —Oh, que cagada entonces me sentí algo estúpida, bajé la mirada y reí un poco. —No claro que no boba, bromeo. Esto obvio es para ti. —Dijo y se burló de mi. Ahora mismo me sentí sonrojada y también estúpida, pero no le presté atención a eso por que realmente estaba embobada con el tipo sin camisa que se paseaba a lo largo de mi habitación.

—Ey, ¿dormiste aquí no? —Pregunté, es que mi sueño es pesado y después de anoche caí en un profundo sueño hasta ahora.

—Pues, ¿tú que crees? —Sonríe, y responde con otra pregunta que sóla se responde.

—Entiendo. —Mordí mi tostada y la unté con mantequilla.

—¿Ya se te pasó el berrinche de ayer? —Levantó una ceja, y tuerce la boca cómo impaciente por mi, gestos muy característicos de él.

—No.

—Eso no decías anoche.  —Apenas logrë escuchar lo que emitió, pues lo dijo entre dientes.

—¿Qué has dicho? —Alcé una ceja y me levanté peligrosamente a enfrentarlo.

Se acercó a mi cara y la tomó entre sus manos —Que anoche ni lo recordabas. —Soltó mi cara y levantó sus cejas desafiante.

—¿Entonces así son las cosas? —Entrecerré mis ojos y el enfado hizo enrojecer mis mejillas y nariz, lo que terminó causando ternura en vez de miedo.

—No, sabes, ya no te molestes, sólo logras darme ternura. —Se acercó a paso lento para abrazarme por detrás.

—Sí me molesto hombre. —Me suelto de su agarre delicado y exhalé fuerte por la nariz con molestia.

—EY, SUFICIENTE. Ya basta, ¿bien? Expresó en un tono fuerte pero sus ojos no gritaban, sus ojos me envolvían, eran tiernos y brillantes cómo jamás los vi, me dí por vencida, no pude evitar sonreír ante sus encantos. —¡Madre mía! La he hecho sonreír ¡Ha sonreído! —Gritó y me abrazó, me cargó en el aire cómo si de una cría de 7 años se tratase, y yo me reí a carcajadas por sus mimos y sus malcrios.

—Ay, ¿me ves cara de chiquilla de 7 años o qué? —Coloco mis brazos en jarras, y me paro frente a él.

—De 5 mejor dicho. —Se burló nuevamente. Y yo lo miré mal. —Sabes que no, que nunca te veré cómo una niñata indefensa, sé que tienes las garras para joderme —Volvió por decir y un gesto de sorpresa inundó mi rostro —en el buen sentido. —aclaró veloz antes de que afilase mis dichas garras— Sé que tienes el carácter para dejarme tirado con toda y mi propuesta, y que tú cerebro e inteligencia puede lograr que cualquier argumento mío se vaya al caño. —Explicó, mientras utilizaba sus manos para cada oración.

El destino, ¿querrá juntarnos? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora