Cada uno vive en un mundo particular, somos como islas que nos conectamos con otros a través de puentes y aunque no podamos quedarnos, hacemos visitas.
Ese chico que pasa todos los días por mi ventana cuando va al colegio, seguramente tenga una utopía electrónica en su planeta. Ni siquiera ve la calle, él hace real eso de que existen muchas caras y ninguna mirada.
A veces me da pena, quizá no tiene amigos, tal vez se concentra tanto en su teléfono que no entabla puentes con seres de carne y hueso. En otros momentos pienso que es muy inteligente, por redes sociales todo es más sencillo, además vive actualizado, digo, a su estilo de vida se le pueden encontrar varios beneficios.
Sin embargo, hoy, cuando lo observé caminar, comencé a imaginar su universo. Tal vez antes no era así, debió crearse un refugio porque tiempo atrás entendió que sus amigos eran falsos, que su familia lo ignoraba, no recibía abrazos, nadie lo alentaba a seguir, lloraba en silencio cada noche, soñaba con la soledad. Cuando explotó, aquello que había construído se calló a pedazos, como si un terremoto hubiese arrasado con todo. No lo sé, eso imagino yo.
Entonces al perderlo, buscó asilo en Internet, donde puede ser quien quiera, un lugar en el que hay más como él, no está sólo y eso lo ayuda a levantarse. Sus puentes se convierten en cables o simplemente en ondas que viajan sin límites.
Mi luz comienza a apagarse y aún no sé lo que sucede en mi mundo.
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Desde mi luz
RandomEs increíble lo que puede suceder en un segundo... Ya sea acabar o comenzar. Fue sólo una luz, brillante como ninguna otra, al punto de consumirlo todo. Hasta la más mínima gotita de vida. ••• Bienvenido a mi luz.