Capítulo 8

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Algunos quieren cambiar el mundo, otros desean verlo arder.
Esas mellizas que iban a casa de su tía eran la viva imagen de un ángel y un demonio. Lo noté aquella vez que pasaron frente a mi ventana, una cortó una flor para su tía y la otra pateó un hormiguero.
Al pasar el tiempo, el contraste fue mayor. Una vestía constantemente de negro y sus derivados, la otra usaba colores; una amaba el arte y la otra disfrutaba del sufrimiento ajeno; una sonreía con el brillo del sol, la otra tenía impresa la mala cara.
Más allá de todo parecían inseparables, aunque era evidente el tira y afloja de sus personalidades. Resaltemos el "parecían" porque la última vez que las vi juntas estaban perdiendo la batalla.
¿Qué puede separar a un par de hermanas que, a pesar de sus diferencias, se adoran? ¿Un chico? No. ¿Sus padres? Tampoco. ¿Sus amistades? Menos aún. La verdad es que sólo ellas pueden hacerlo, influenciadas por su realidad.
Cierto día discutieron frente a casa, el ángel hablaba de lucha, crítica y cambio, sobre cuestionar "eso" que está terriblemente mal; el diablo se quejaba del tema pero repetía que nada podía hacer, que ya estaba establecido, que no lo intente. Toda la semana el mismo cuento.
La última fue la peor. El ángel de negro quería denunciar los abusos en el colegio, el Satán de colores confesó ser parte de ellos.
Vi como el lazo se rompió. Observé a la melliza decepcionada correr y a la otra dejar caer su máscara. Pensé en ese instante que todos somos así, tenemos a ambas en nuestro interior, instándonos a combatir o a quedarnos en el molde, a llevar a cabo lo bueno y lo malo.
No sé que fue de su unión después de esto, igual les deseo suerte.
Pidan por mi, para que en mi luz acabe la batalla.

Desde mi luz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora