Tanteos.

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Benilda sentía una ansiedad ajena a ella. No tenía recuerdos de ese sentimiento a lo largo de su vida. Una sensación que le provocaba impaciencia y un deseo irrefrenable de encontrarse con Eutropio, era completamente nuevo para ella.

Benilda siempre había sido una mujer fría, curtida en desalmando pretendientes, diestra en manipulando corazones, certera evitando ser alcanzada por los vapores del amor. Ahora un tenue destello de ilusión creaba nubarrones de preocupación sobre sus sentimientos. Ella no podía caer en esos momentos, su plan era mas importante, no podía dejarse llevar por un encaprichamiento, debía apartarlo de su cabeza, arrinconarlo en un cajón en el doble fondo de su corazón. Debía seguir siendo la mujer fría y calculadora que siempre había sido.

—Señora, parece ser que se confirma que solo es un tipo el que vino y he oído que casi seguro es el General Eutropio, o al menos eso me dicen los que se han enterado. Y por lo visto ha matado a Homobono, el tío los tiene bien puestos...— Benilda atravesó con su mirada inclemente a Jorja, no la gustaba que hablase de esa forma de Eutropio. En ese mismo instante se recrimino a si misma volver a caer en los sentimientos que quería arrinconar.

—¿Estas segura de lo que dices?

—Todo lo que me deja estarlo la información de los míos, pero he de decirla que uno de ellos se enteró en las mismísimas narices de Licerio de esto, que andaba por allí escondido el ladino y consiguió escucharlo. — Jorja sonreía con satisfacción enorgullecida de la capacidad de los suyos de obtener información desde las estancias del inexpugnable Licerio.

—Pues estas tardando en capturarlo. Sabes lo importante que es para mí que no se interfiera en mis planes.

—Señora, se hace lo que se puede, el General es difícil de localizar y si pudo con Homobono...

—Jorja no hay excusa. Recurre a quien sea pero apártale de mi camino.

—¿Está segura de eso señora? Mire que puede que no podamos cogerle vivo.

Benilda reflexión una décima de segundo la posibilidad que le planteaba su adepta. Con toda la frialdad que había atesorado durante años, dibujo un gélido gesto en su rostro, mientras su corazón se encogía en una desconocida sensación de dolor que trataba de ignorar con todo su ser. Ella no podía sucumbir a niñerías ni encaprichamientos, lo importante era su venganza, lo primordial era alimentar su ego obteniendo una victoria más ante todos aquellos ineptos, lo único realmente esencial era ser ella, la que siempre había sido, la que siempre había triunfado, la que siempre... Por mas que lo intentaba no encontraba mas justificaciones, pues sabía que su triunfo seria celebrado en soledad, solo ella lo disfrutaría, solo ella lo sabría, solo ella se beneficiaría... Hasta de eso dudaba ahora, tal vez el beneficio no fuera tal si perdía eso que se negaba a reconocer, si apartaba lo que empezaba a sentir, si...

—¡Jorja, lo que sea! Solo me importa logar mi victoria.— La gamusina miro con ternura a su señora. Jorja sabía que mentía, pero ella solo era una mandada y desde luego nunca la había invitado a compartir sentimientos, que hasta hacia poco tiempo creía inexistentes en su señora. Pero ella tenía la certeza de que algo estaba cambiando en aquel tempano de hielo capaz de engañar al mejor de los Aouns.

—Me pongo a ello. En cuanto sepa algo la aviso.

La gamusina esfumo su presencia y Benilda quedo sumida en sus pensamientos.

Unos firmes golpes de nudillos avisaron a la princesa.

—Adelante.

Cristino entro en la estancia de Benilda flanqueado por dos guardias del palacio. Mantenía erguida su elevada figura, engrandecida por la túnica blanca que siempre lucia y que destacaba con exageración su oscura piel. Caminaba con pasos cortos apenas perceptibles por la larga prenda, lo que semejaba la sensación de estar flotando al andar.

InsufribleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora