ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 1

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La policía no fue capaz de dar respuesta alguna respecto a los asesinos de mis padres, solo decían: "No hay ninguna huella ni nada registrado"

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La policía no fue capaz de dar respuesta alguna respecto a los asesinos de mis padres, solo decían: "No hay ninguna huella ni nada registrado". Cuando me quejaba de que no hacían bien su trabajo, simplemente me respondían: "Fueron ladrones con mucha suerte, señorita. Tranquilícese". ¿Cómo querían que me tranquilizara? Acababa de presenciar lo que ninguna persona en su sano juicio quiere vivir. Literalmente, había visto como asesinaban a mis padres. Y no encontraba ninguna respuesta en mi cabeza para entender porque eso había sucedido. Yo no me conformaba con esa respuesta de que esos sujetos eran unos "simples ladrones". Necesitaba saber quiénes habían sido los responsables de este terrible acto, y en especialmente, saber por qué lo hicieron. En mi cabeza pasaron miles de posibilidades respecto el motivo por el cual estos monstruos mataron a mis padres, pero ninguna me cuadraba.

Mi padre era un profesor de Literatura y su único objetivo era que los estudiantes lograran entender la esencia mágica que transmitía la literatura. Cada vez que nos mudábamos, lograba conseguir un nuevo empleo en diferentes institutos o incluso llegó a dar clases en las universidades. En cambio, mi madre era una importante administrativa. Ella había estudiado Negocios y Administración en la Universidad de Harvard. Era una de las mejores. Y no solo yo pensaba eso, ya que diferentes empresas de diferentes países la solicitaban. Por eso, aunque mis padres nunca me quisieran decir el motivo por el cual tantas veces nos mudábamos de acá para allá, yo creía y estaba segura que mi madre era el motivo por el cual nos mudábamos constantemente de un lado a otro.

Mis padres eran dos simples civiles, comunes y corrientes. Teníamos algo de dinero, pero no éramos millonarios. Aunque mamá haya trabajado en importantes empresas, el dinero que se ahorraba siempre iba a dirigido a una nueva casa o a la cuenta bancaria para mí universidad. Estaba segura que si eran unos simples ladrones los que habían cometido este homicidio, se hubieran ido con el dinero que teníamos y fin del asunto. Acá en Melbourne no se escuchaba casos de asesinatos por robo, y era muy raro que te robaran en esta ciudad. Y ni hablar de los homicidios. Desde que llegué, el caso más extremo para la policía local, fue que el gato de la Señora Timberg había fallecido por causa de un perro.

Por eso no me convencía lo que decían aquellos ineptos policías. Tampoco demostraron mucho interés por el caso, y eso me molestaba. Estaba tan furiosa con los cretinos que incluso llegué a darle un gancho derecho a aquel gordiflón. No era de andar golpeando a las personas, intentaba contener los estribos, pero ese patán se las había buscado. No me enviaron a la cárcel por dos simples motivos: El primero porque era menor de edad — y aún lo seguía siendo, por lo tanto, podía golpear tantos policías como yo quisiera — y segundo lugar, luego de aquel perfecto gancho derecho me enviaron directamente a Estados Unidos, en el estado de Baltimore con mi abuela Grace.

Mi abuela fue la única quién me abrazó fuertemente diciendo que las cosas iban a mejorar. Sabía que lo que me decía era mentira, nada mejoraría, pero intentaba ser fuerte cuando estaba con ella. Para Grace también fue difícil, es decir, habían matado a su hijo a sangre fría, ¿qué madre podría vivir con eso?

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