Pasaron dos semanas desde que mis amigos, o ahora ex amigos, no me hablan. Bailey me chocaba en los pasillos, Nathan no me dirigía la mirada y Andrew me miraba con odio cada vez que nos cruzábamos. Los tres estaban dolidos y traicionados, y por un lado, los entendía. Los chicos me habían pedido que no me acercara a Six For One porque eran peligrosos – y estaban del todo cierto- y Bailey seguía sintiendo atracción a los seis individuos masculinos que me rodeaban. No la culpaba, eran sexys, pero yo no tenía la culpa de que ninguno haya caído en sus redes.
Se cumplían seis meses desde que mis padres habían sido asesinados, y yo, todavía no tenía ningún nombre o sospechoso para descubrir al culpable. Me sentía más desanimada y cansada. Estaba frustrada. La abuela Grace antes de irse a su clase de cocina matutina, me dio un fuerte abrazo y me prometió que me haría galletas de chispas de chocolate con un buen batido de fresas. Para ambas hoy era un día bastante duro, así que lo único que nos quedaba, era apoyarnos entre nosotras.
Los chicos se habían ofrecido a traerme – como todas las mañanas – pero había decido caminar. Necesitaba tener un tiempo para mí y tomar aire. Aunque, esos seis, no se despegaban de mí. Por una parte se los agradecía porque no me gustaba estar sola por los pasillos o en la hora del almuerzo, pero por otro lado necesitaba tener mi tiempo a solas, como este.
Durante el camino, mi mente me traicionó y revivió recuerdos de aquel 24 de Febrero. Inconscientemente, lágrimas comenzaron a caer y se resbalaban por mis mejillas. Las limpié rápidamente, pero estaba rendida. Me senté en la acera y me desplomé. No aguantaba más esto; extrañaba a mis padres. Extrañaba los desayunos matutinos, los celos de mi padre respecto a los chicos, y los consejos de mi madre. Necesitaba un abrazo más por parte de ellos, pero sabía que no iba a obtenerlo. Estaba furiosa, melancólica. El recuerdo de mis padres no era algo malo para mí; me gustaba recordar las radiantes y buenas personas que eran, pero detestaba el simple hecho que no iba a verlos cuando llegara a casa.
Entré a Bellthorne hecha un zombi: tenía unas ojeras infernales y mi cabello estaba todo revuelto. No me había peinado, ni maquillado. A duras penas me coloqué en uniforme y partí con rumbo al instituto.
Me acerqué al casillero y tomé los libros de mis siguientes clases. Me miré en el pequeño espejo que tenía en el casillero y noté que tenía los ojos rojos por tanto llorar. Suspiré y pasé por mi cara un toallita húmeda para refrescarme e intentar olvidar lo que había pasado hace unos minutos atrás.
— ¿Estuviste fumándote uno sin mí Emily? Me siento traicionado. — La voz de Evan Murphy provocó que una pequeña sonrisa se plasme en mi rostro.
—Tranquilo, Evan, cuando fume uno lo haré contigo.
Evan rio y yo intenté reír con él. Hoy no era un día en el que pudiera reírme tan fácilmente. Murphy se dio cuenta que no estaba con ánimos e inmediatamente me abrazó. Me había tomado por sorpresa, no esperaba que él me abrazara.
— ¿Interrumpo algo? — Evan se separó inmediatamente de mí al escuchar la voz de Wyatt.
—Claro que no. Era solo un abrazo. — excusó Evan. — ¿Dónde está el resto?
No me había percatado que no habían llegado juntos como siempre solían hacerlo. Me parecía extraño y sorpresivo. Desde que ingresé a Bellthorne hace unos meses atrás, los seis siempre andaban juntos de aquí para allá.
—Tuvieron una reunión con el jefe. — explicó. ¿Quién era el jefe? — Jayden debería estar por llegar...
— ¿Quién es el jefe?
Wyatt y Evan me miraron y se rieron.
—Nadie sabe quién es, querida Emily. — dijo Wyatt pasando un brazo por mis hombros mientras caminábamos a nuestra próxima clase. — Es solo el apodo que tiene.
— ¿Y por qué tuvieron que reunirse?
—Eres tan preguntona. — dijo Evan mientras caminaba para atrás, es decir, mirándonos. Seguramente iba a caerse, pero no iba a decirle nada, sería gracioso.
—Por el negocio, ya sabes... — asentí y Wyatt prosiguió. — Hoy nos juntaremos en la cueva. Tienes que terminar lo que empezaste.
Y Wyatt tenía razón. Solo había hecho un cuarto del trabajo, pero tenía unas ligeras sospecha de lo que había pasado en su negocio. Era imposible que les faltara tanta cantidad de dinero y mercancía.
Pero hoy no tenía cabeza alguna para realizar cuentas. Hoy solo quería llegar a casa de la abuela, tomar un café y mirar películas ochentonas como mis padres solían hacerlo. Cada 24 de cada mes, hacía lo mismo y hoy no pensaba cambiar mi rutina.
—No puedo hoy, lo siento.
— ¿Qué no puedes? — Wyatt y yo volteamos y nos encontramos a Jayden. Lucía algo cansado y estaba con la respiración agitada.
— ¿Qué te sucedió bro? Estás peor que Emily. — miré con el ceño fruncido y enojada a Evan. Maldito teñido, por su comentario le había dado un golpe en el brazo aunque estaba segura que no le había dolido nada.
—Me olvidé de que no pasarían por mí y tuve que correr para llegar a tiempo. — concluyó el rubio.
—Acuérdate que hoy tenemos una reunión. — le recordó Wyatt a Jayden, lo que él asintió.
Los cuatro entramos a la clase de Biología — que por suerte no compartía con ninguno de mis ex amigos — y nos sentamos juntos. Me senté en el banco contra la ventana y Jayden se sentó a mi lado. Wyatt y Evan, por otra parte, se sentaron delante de nosotros.
Los chicos se pusieron hablar de no sé qué y lo único que hacía era asentir cuando ellos me preguntaban algo. Lo único que quería era irme a mi casa a dormir y que este día terminara rápido.
— ¿Estás bien? — me preguntó Jayden.
No. Claro que no lo estaba.
—Sí, algo así, tu tranquilo no es nada.
—No puedo estar tranquilo si tú no estás bien, Emily.
Levanté la mirada y observé fijamente al ojiazul. Era imposible no quedarse atrapada en su mirada. Iba a retrucarle, pero la profesora había entrado y dio inicio a la clase.
Los monosacáridos eran aburridos. Estuve toda la clase entretenida con otra cosa excepto con los hidratos de carbono. Miré a mi compañero: Jayden tenía la vista fija en la profesora y anotaba algunas cosas en su libreta. No sabía las notas de estos chicos, parecían que no les importaba el futuro o incluso aprobar, pero quizás solo me estaba equivocando.
— ¿Qué tanto me miras?
Jayden volteó a verme con una sonrisa juguetona. Me sonrojé, no creía que él sabía que estaba acosándolo un poco.
—Tu cara, eso miro.
— ¿Y te gusta lo que ves?
—Quizás.
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Siete
Novela JuvenilEmily Prescott sufrió lo que ninguna persona en el mundo debería sufrir: ver como asesinan a sus padres a sangre fría. Luego de aquel trágico 24 de Febrero, Emily no vuelve a ser la misma. Su sed de venganza aumenta cada día más y encontrar a los a...