Tenía una sonrisa rara al decir eso, y me asusté un poco. No me asusté realmente, pero sí que me daba intriga saber qué diablos le pasaba. ¿Le habrá gustado lo que le di?
Pedí otro café antes de subir, y ella me lo buscó. Luego arrastró mi silla, por más que me quejara diciendo que yo podía. En el ascensor, me miraba raro, pero no de mala manera, sino que su mirada era distinta. Con una pizca de diversión y picardía.
–Mi hermana también pinta. Quizás te pueda llevar a una de sus exposiciones alguna vez, ¿qué te parece? –me había soltado, ni bien entrar a la habitación. Cuando me di vuelta para mirarla, había perdido esa mirada segura para dar paso a la timidez. Incluso podía decir que estaba sonrojada. La observé fijo unos instantes, y cuando su mirada cambió a una suplicante, decidí acabar con su tortura.
–Nada me gustaría más. –le contesté, y en realidad así era como me sentía. No lo había demostrado, pero el hecho de poder verla fuera de un ámbito tan estricto era casi un sueño para mí, me producía una emoción incomparable. Nos miramos unos segundos, y luego me di la vuelta, dirigiéndome al baño. Ella me siguió.
Hacía mucho tiempo que no entraba a un baño, pero estaba contenta de estar avanzando en todo esto.
–Necesitarás ayuda. –me advirtió, pero no la escuché. Acomodé la silla justo al lado del inodoro, y no supe bien como seguir. Ella se puso a mi lado al instante. Se agachó, y llevó mis brazos a su cuello. Me levantó sin problema, y puso sus manos en mi cadera. Yo me sonrojé. Enganchó sus dedos pulgares por debajo de mi tanga, y la bajó, dejándome desnuda. Yo escondí mi cabeza en su cuello, avergonzada. Se agachó lentamente, hasta que yo estuve sentada en el retrete, y luego se alejó, cerrando la puerta. –Avísame cuando termines. No intentes pararte sola, porque no podrás. –me dijo, desde atrás de la puerta. Yo me tapé la cara, aunque nadie estaba viéndome.
La llamé luego de tirar la cadena, y ella solo entró sin hacer ningún comentario. Me levantó, a mí y luego enganchó mi ropa interior. La acomodó correctamente, y me sentó en la silla de ruedas.
–Has sido muy mala conmigo estos días. –le dije, pero no era un reproche, sino más bien intentaba entender por qué. Ella no dijo nada por un buen rato.
Nos sacó del baño y me acercó a la ventana, para luego abrirla. Acercó una silla, y se sentó a mi lado.
–Lo siento. –fue lo único que dijo, y entendí que no me daría una explicación. Incluso creía que ni ella misma la tenía. –Lo siento mucho. –repitió, y buscó mi mano. Yo me aferré a ella, muy fuerte. No quería dejarla ir nunca. Elevé nuestras manos a mi boca, y dejé un suave beso en la suya. Ella rápidamente movió mi silla dejándola enfrentada a ella, y me abrazó sin cuidado. Yo escondí mi cara en su cuello, y aspiré su aroma. Cuánto lo había extrañado. Dejé un beso en esa zona, y después otro, y vi como su piel se erizaba, y dejé otro. Ella levantó su cabeza, y me miró. Dejó un suave beso en mi mejilla derecha, y volvió a esconderse en mi cuello. Sentí su respiración en mi oreja, y volví a dejar tiernos besos. Permanecimos así hasta que escuchamos pasos fuera, y entonces ella se alejó rápido.
Se paró en el mismo momento en el que mi madre entró a la habitación. Estaba de espaldas a la puerta, pero la reconocí por su forma de caminar. Alycia me dedicó una mirada antes de saludar a mi madre. Yo di media vuelta y la miré, enojada por interrumpir nuestro momento.
–Madre. –fue lo único que dije.
–Oh, hija, mírate. Estás mucho mejor. Muchas gracias a usted. –dijo, y miró a Alycia. –Hicimos bien en confiarle a Eva. –agregó, después de abrazarme y darme un beso, y ella sonrió con orgullo.
–Oh, no es nada, señora. Es mi trabajo después de todo. –dijo, y me guiñó el ojo celeste cuando mi madre no estaba mirando. Esperó unos minutos parada, y luego dijo. –Oh, lo siento, pero Eva necesita volver a la camilla. Ya ha estado mucho tiempo en la silla. –avisó, y mi madre asintió. Se alejó de mí, y Alycia empujó mi silla hasta la camilla. Hizo que me enganchara a su cuello, y cuando ambas estábamos paradas, preguntó. –¿Cómo es el pin de tu celular? – en mi oído, muy despacio. Yo fruncí el ceño.
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Tras tus ojos. CORREGIDA
Teen FictionLa verdad, no soy una persona demasiado despierta. Es decir, lógicamente si estaba despierta en ese momento, pero ustedes me entienden. No recuerdo que estaba pensando, o imaginando, o no sé si había algo en mi cabeza realmente. De lo que sí estoy s...