XXXIII

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El sonido de mi alarma fue lo que nos despertó pocas horas después. Me estiré aún bajo el abrazo de Alycia, que soltó un gemido en forma de queja.

–¿Qué hora es? –dijo estirando su cuerpo en dirección a mi móvil. Me moví sobre ella y dejé un beso en su cuello antes de levantarme. La poca luz del sol que accedía por la ventana me dio la confirmación: estaba amaneciendo. –Seis de la mañana, vuelve aquí. –me dijo tirando de mi mano. Volví a su altura para dejar un suave beso sobre su frente, y me erguí rápidamente escapando de sus brazos que buscaron llevarme con ella.

–Tenemos que preparar la sorpresa de Stefi, mi amor. –le dije desde los pies de la cama. Se desperezó y me observó. Sentí su mirada bajar por mi cuerpo semidesnudo, y me pregunté si en realidad valía la pena empezar tan temprano al recordar el calor que su piel me brindaba bajo las mantas. –No me mires así si sabes que no harás nada. –me quejé con una sonrisa, que ella me devolvió. Frotó sus ojos con cansancio. –Vuelve a dormir. Te veo en unas horas. –dije sentándome a un lado de la cama y comenzando a vestirme. La sentí moverse a mi lado.

Su respiración se acercó a mi oreja y pasó sus manos por mi cintura desnuda, que se tensó al sentir el calor de su cuerpo. Dejó un beso provocador en mi cuello y con voz ronca dijo;

–¿Realmente tienes que ir tan temprano? –solté todo el aire que mantenía en mis pulmones de golpe, y volteé con lentitud. Recorrí con la mirada su cara hasta que mis ojos se perdieron en sus labios. Me sonrió con la boca cerrada en señal de victoria en cuanto me acerqué, pero solo dejé un pico rápido para volver a separarme.

Comencé a vestirme nuevamente, ahora yo con una sonrisa de suficiencia. Permaneció en la misma posición y en silencio lo que me causó gracia, pero no lo demostré. Me paré en cuanto tuve puesto el jean, y me observó aún sentada en la cama.

–¿Me has hecho venir a esta cabaña para dejarme sola un par de horas después? –me dijo en tono de seriedad fingida, apoyando su peso en un brazo tras su espalda. Recogí la sudadera del suelo y me quité el sujetador sorpresivamente, bajo su atenta mirada. Me observó dos segundos y luego cerró los ojos, lo cual me hizo sonreír: se mantenía fiel a sus principios.

–No sé cómo lo he soportado toda la noche, sinceramente. –dije con malicia terminando de vestirme completamente. Le tiré mi sujetador a la cama en cuanto estuve lista. –Llévalo después, ¿quieres?

–¿Qué intentas? –me dijo con miedo abriendo un solo ojo, supuse para comprobar si aún seguía en cueros. Levantó una ceja un segundo después.

Le regalé media sonrisa al acercarme otra vez, y volví a dejar un pequeño beso en sus labios, nada invasivo.

–¡Duerme! –le grité al encarar la puerta de salida. No respondió más nada por lo que me dirigí a la cabaña vecina, en busca de mi cepillo de dientes y el de Alycia. Me frené dos segundos antes de entrar, recordando los gemidos de las mujeres la noche anterior. Abrí con suavidad la puerta, que gracias al cielo no emitió ningún ruido.

Abrí la boca al reconocer la espalda desnuda de María en la cama de la esquina derecha, y a Ariana a su lado casi completamente escondida bajo la manta. Decidí no invadir más su privacidad y caminé con rapidez hacia el baño, saliendo lo más rápido y silencioso posible de esa cabaña.

Me reí al entrar en la cabaña de mis amigos. Desperté con suavidad a Paul, que se frotó los ojos con cansancio. Luego me dirigí al baño e hice lo necesario para volver a ser una persona.

Comencé con los preparativos con el mayor cuidado y silencio posible al igual que mi amigo, que era el encargado de la cocina.

El tiempo pasó con lentitud, y solo un par de horas después observamos el resultado con alegría.

Tras tus ojos. CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora