XIV

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Regresó exactamente seis horas después, lo que me hacía dudar un poco de su definición de "pronto". Estuve a punto de quejarme, pero me callé al darme cuenta que alguien más venía con ella. Y no tenía buena cara.

–Buenos días. –saludo casi obligadamente el mismo hombre que había sido mi doctor antes de Alycia. Yo le asentí en respuesta. No le dedicaría ni una palabra.

Mi madre, que era quien estaba conmigo en ese momento, se levantó rápidamente y se acercó para saludarlos. Esa mujer era demasiado buena, no tenía remedio.

–¿Cuál es el problema? –dije, levantando la voz, ya que los tres adultos hablaban en voz baja a metros de mí. Mi madre y Alycia me miraron, pero el hombre siguió hablando captando la atención de la primera. Contra todo pronóstico, la doctora se acercó a mí. –¿Qué pasa? –volví a preguntar, una vez la tuve a mi lado. Ella me miró con sus ojos, azul y marrón.

–Nada malo, sólo están hablando de que mañana te daremos el alta, y tendrás que volver aquí dentro de diez días. –me contó con una sonrisa en la boca. Yo fruncí el ceño, pero no dije nada. –¿Qué? ¿No te alegra? –preguntó entonces, supongo confundida por mi reacción. Negué levemente con la cabeza y volví mi vista hacia los dos intrusos, mi madre y ese doctor que tan mal me caía.

–No te podré ver. –le confesé, en voz muy baja, con mi vista aún pegada metros más lejos. Al no oír respuesta, volví mi vista hacia ella. Tenía sus ojos en mí, pero parecía estar perdida en sus pensamientos. Ya había perdido la sonrisa, reemplazándola por una mirada tan seria que me dio un escalofrío.

Bajó la vista luego de un rato, y movió su cuerpo en dirección a las otras dos personas que ocupaban la habitación. Pensé que se iría sin contestarme, ya harta de todos mis intentos. Sin embargo, y contra todo pronóstico, me dijo:

–Tienes mi número, ¿cierto? –yo asentí, sin entender a dónde quería llegar. ¿Eso significaba algo más? Pronuncié bajo un sí cuando noté que no había visto mi asentimiento. –Y te he invitado a la exposición de mi hermana, ¿a qué sí? –dijo, y a mí se me iluminó la cara. Pensé que sólo lo había dicho para callarme. Volví a decir que sí en voz baja, pero sin dejar de mirar su perfil. Qué hermosa era –Calladita, entonces. –me miró por fin, con sorna en la voz. Yo me reí levemente, y sentí la necesidad de tomar su mano, aunque me arrepentí a medio camino. Mi madre se acercaba a la camilla.

–Como seguramente Alycia te ha dicho, mañana por la tarde ya nos podremos ir, cariño. –me comentó mi madre, y yo solté una carcajada. Alycia a mi lado rio conmigo.

–¡Qué suerte! Ya quiero volver con mi perro. –dije, y mi madre aplaudió. Alycia a mi lado abrió los ojos, sorprendida.

–Es genial, cariño. –dijo mi madre, y tomó la mano que no había alcanzado a tocar a Alycia. Hablamos un momento de las cosas que necesitaba llevar, y luego se fue de la habitación con la excusa de comprar comida. El doctor ya se había ido hacía tiempo, aunque yo ni lo había notado, y él no se había despedido. Que maleducado.

Alycia se había mantenido al margen mientras revisaba mi suero, aunque sabía bien que sólo estaba haciendo tiempo, ya que miró la aguja de mi brazo cuatro veces. Disimulaba muy mal.

–¿Tienes un perro? –me preguntó, ni bien mi madre salió de la habitación, mientras se sentaba a mi lado en la camilla. Yo me senté también, y quedamos casi a la misma altura. Aunque como siempre, yo le ganaba unos centímetros.

–Si, un collie. Es el animal más hermoso que he visto en mi vida. –le conté, y ella me miró sonriendo. Tenía una sonrisa hermosa.

–Sueles decir eso mucho, ¿no? –Dijo, en broma. –Me encantan los perros, tuve uno cuando era chica, pero sufrí mucho su muerte así que ya no pude tener ningún otro. – me contó, emocionada. Yo la miré embelesada. Me encantaba hablar con ella

Tras tus ojos. CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora