XXIX

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Los días pasaron con calma, hasta el jueves en la cena. Como era común, mi hermano y yo solíamos reunirnos con mi padre en un ritual que cumplíamos con extrema constancia desde el divorcio. Sólo cenábamos en algún local, contando qué tal había ido la semana, pero era la única manera que tenía mi padre de hacernos saber que estaba ahí para nosotros, aunque eso ya lo sabíamos.

–¿Ya has preparado la valija? –se dirigió a mi cuando el silencio volvió a instalarse en la mesa. Respondí afirmativamente con una sonrisa. Pensar en el viaje me hacía recordar a Alycia, la cual no veía desde el domingo, y aquello me ponía feliz. –Veo que estás muy feliz. –comentó con inocencia.

–No sabes cuánto... –dijo con malicia Aaron. Me aclaré la garganta.

–¿Qué tal el trabajo? –le pregunté a mi padre antes que el comentario de mi hermano levantara sospechas. No fue difícil distraerlo, disfrutaba mucho hablar de medicina.

Nos enfrascamos en su trabajo por un largo rato.

–¿Has decidido que hacer luego de graduarte? –volvió a mí. –¿Trabajar, estudiar...?

–¿Una sugar mommy? –mi hermano volvió a atacar. No me reí con el comentario solo porque tenía miedo de que mi padre se lo tomara en serio, pero otra vez, lo ignoró.

–He pensado en estudiar Letras. –respondí mordiéndome el labio inferior. Era la primera vez que lo decía en voz alta. –Aún no lo sé, es solo una idea. –mi padre me observó con ilusión.

–Eso sería muy bueno, cariño. Siempre supe que eras buena con las palabras. –dijo con una sonrisa haciéndome sonrojar. –O con los dibujos, también eres buena en eso.

–Yo creo que con Letras te irá bien. –me dijo mi hermano entusiasmado. Le sonreí en agradecimiento. –Estoy seguro que eres muy buena con la Lengua. –agregó para molestar otra vez. –Española, claro. –aclaró como si nada. Mi padre lo observó con sospecha, y luego posó su mirada en mí.

–¿Has conocido a alguien? –preguntó con los ojos entrecerrados, que tampoco era idiota. Mi hermano comenzó a reírse mientras que yo apreté mis ojos con cansancio.

–Realmente te detesto. –me dirigí a Aaron. Lo oí mandarme un beso. –¿No te lo ha dicho mamá? Creí que el chisme volaría con el aire. –mi padre chasqueó la lengua.

–¿Quién es? –preguntó con una sonrisa. Negué con la cabeza. –¿Es bonita? –Sonreí pensando en ella.

–Lo es. –respondí simplemente. Él me miró con felicidad.

–¿Cómo se llama?

–Por el nombre. –le respondí, graciosa. Él levantó una ceja.

–¿Por qué el secretismo? –dijo sin perder la sonrisa. –¿Cuántos años tiene?- abrí los ojos. No me esperaba esa pregunta. Mi hermano tosió a mi lado. Mi padre perdió la sonrisa ante nuestras reacciones.

–¿Algunos? –dije con duda. Evité la mirada de mi padre y la posé en mi hermano, en busca de ayuda.

–¿Cómo debo tomarme eso? –preguntó mi padre con confusión. Permanecimos en silencio varios segundos. –Dime que tiene catorce, al menos. –mi hermano rio.

–¿Te preocupan tres años? –le dijo. Yo lo miré intentando hacerlo desaparecer.

–Cuando son para abajo, sí. Pero asumo que Eva es la menor. –lo observé y tenía una ceja en alto. Tomó una servilleta y limpió sus labios. –¿Estudia? –respiré hondo. ¿No podía tener un maldito secreto?

–Es graduada. –respondí con seriedad. Ya me estaba enojando. Mi padre levantó las cejas al oírme.

–¿En qué?

Tras tus ojos. CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora