No la vi durante toda la semana. Aunque si nos mensajeamos frecuentemente –todos los días ella recibía un mensaje mío–, siempre encontró una excusa irrefutable para rechazar cada uno de mis planes. La extrañaba como no había extrañado a nadie en toda mi vida.
Me encontraba en el auto de mi hermano, y nos dirigíamos al hospital. Hoy me quitaban el yeso. Tener en el mismo espacio a mi madre y a Alycia me ponía algo nerviosa, por lo que le pedí a Aaron que me acompañara, a lo que aceptó inmediatamente, tan entusiasmado que lo encontré sospechoso, pero decidí que era mejor preocuparme por eso más tarde.
Nos sentamos en la sala de espera por, al menos, una media hora hasta que mi nombre apareció en una pantalla. Me dirigí a la sala especificada y una enfermera me esperaba en la puerta. Entré con confianza y me quedé petrificada al reconocer el cabello rubio de mi doctora. Pronunció mi nombre con decisión.
–Eva. –dijo dando media vuelta. Me dedicó una sonrisa para dirigir la mirada a mi hermano.- –Y su hermano, ¿Aaron, cierto? –preguntó con voz suave. Mi hermano asintió.
–En persona. –siguió, con una mano en mi espalda. Espabilé y me acerqué a ella. Me dio un beso en la mejilla.
–¿Cómo estás? –me dijo golpeando la camilla. Aprecié su aroma y el tacto de su mejilla me supo a poco. Deseé privacidad. Me senté en el lugar indicado dando un pequeño salto.
–Bien, ¿y tú? – respondí sin quitar mis ojos de ella. La había extrañado tanto.
–Excelente, gracias. –me dijo guiñándome un ojo, causándome un suspiro. Había extrañado mucho sus ojos. Oí la puerta cerrarse poco tiempo después. La enfermera se había marchado. Solo quedaba Aaron y nosotras dos.
Lo observé con una ceja en alto. Me sonrió cómplice al tiempo que se sentaba en una silla cercana.
–Así que Alycia... –comenzó. La doctora que se encontraba de espaldas, se paralizó.
–No empieces. –le advertí.
–¡Pero si no he dicho nada! –se defendió Aaron. La doctora volteó, con una ceja en alto.
–Ya veo. –comentó sonrojada. Le sonreí con disculpa. –Aaron. –pronunció ella mientras se apoyaba en la camilla, quedando cara a cara con él. –Estoy bastante segura que no crees que esto sea correcto. –comenzó. Me hice más pequeña observando la seriedad en la cara de ambos. –Ni yo creo que sea correcto, si te soy sincera. –siguió y se frenó, buscando las palabras.
–¿Y por qué sigues haciéndolo? –le preguntó mi hermano. Iba a quejarme, pero Alycia me interrumpió.
–Porque la quiero tanto que el simple hecho de no haberla visto esta semana, ha hecho mis días más largos de lo que han sido nunca. –confesó dirigiendo su mirada a mi esta vez. Sonreí enamorada. –Entiendo tu preocupación, no quieres que nadie se aproveche de ella, pero te doy mi palabra de que no son esas mis intenciones. –continuó. –Sé que mi palabra no debe valer mucho para ti, que me has conocido así. Pero soy una mujer adulta, y si en algún momento siento que esto se va de mi control, seré la primera en ponerla a ella y a su bienestar primero. –dijo volviendo a observar a mi hermano, que ya tenía una sonrisa en la boca. –No haré nada que ella no quiera hacer o que yo no considere correcto. –finalizó con la última frase mirándome a mí. Hice un puchero.
–Genial entonces. –dijo mi hermano cortando nuestras miradas. Se levantó de la silla y le extendió la mano a Alycia, que se la estrechó. –Si le haces algo, no te quedará espacio en el mundo para esconderte. –dijo con una sonrisita.
–¡Aaron! –lo reté.
–¡Soy tu hermano mayor, he soñado con decir eso desde que tengo diez años! –me respondió y se dirigió a la puerta. –Voy a la cafetería. Llámame cuando estés, bichito. Chao. – la doctora y yo saludamos al unísono y oímos la puerta cerrarse.
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Tras tus ojos. CORREGIDA
Teen FictionLa verdad, no soy una persona demasiado despierta. Es decir, lógicamente si estaba despierta en ese momento, pero ustedes me entienden. No recuerdo que estaba pensando, o imaginando, o no sé si había algo en mi cabeza realmente. De lo que sí estoy s...