XXVIII

3.5K 221 17
                                    

Nos encontrábamos en la cama nuevamente luego de almorzar, Alycia estaba leyendo un libro mientras que yo me dedicaba a observarla, apoyada sobre mi hombro.

–Mi madre lo sabe. –la sonrisa que tenía al leer se borró al instante. Por mi parte, se ensanchó.

–¿Qué sabe? –preguntó sin quitar la mirada del libro. Quise quitarlo de sus manos para que me mirase a mí.

–Que conocí a cierta chica... –dije con aires de misterio.

Ella me sonrió dejándome ver su belleza por unos largos segundos.

–Seguro es hermosa, esa chica que conociste.

–Lo es.

–E inteligente.

–¡Es doctora!, imagínatelo. –dije, muy en serio.

–Que tenga un título no significa que sea inteligente. –me aclaró de todas maneras.

–Es muy moralmente correcta, ya sabes, de las aburridas. –la piqué. Borró su sonrisa y levantó las cejas, mirándome de una vez por todas.

–Aburrida, ¿eh?

–Tiene sus días, no te lo niego. –levanté los hombros fingiendo indiferencia. –Pero la mayor parte del tiempo está evitando tocarme o mandándome como a un niño. –hizo un gemido de indignación.

–Eres una niña, debo evitar que te descarriles.

–Se cree mi madre a veces. Cuando no nos estamos besando.

–¡Oh, por dios! –exclamó cerrando el libro y pegándome con él.

–¡Que es broma! –la frené entre risas. –Y también me pega, de verdad, no sé por qué estoy tan enamorada de ella. –susurré y me carcajeé ante su expresión.

–¿No lo sabes? –me preguntó con una ceja en alto.

–Quizás sea porque... –dije con un dedo en mi barbilla. –nunca me he sentido tan bien con alguien como con ella. Entiende mi sentido del humor a la perfección y las horas a su lado se sienten minutos. Podría tirarme la noche entera solo observándola dormir, porque es tan bonita que ni te lo imaginas. Y jamás se ha quejado de lo mucho que me muevo en las noches. ¡Jamás! –hablé sin vergüenza. Alycia me observaba sonrojada. –Finge que le molesta cuando le digo cosas bonitas, pero en el fondo le encanta. Y, ¡sus ojos! –suspiré. –tiene los ojos más hermosos que he visto en mi vida, de verdad. Cada vez que los miro, siento que me atraviesa el alma, y me encanta. Si me pidiera que le entregue mi vida, mirándome con esos ojos, le admitiría que ya es suya hace tiempo. –volví a apoyarme sobre mi codo. Alycia volteó y quedamos cara a cara. –Cada vez que miro su boca, me estremezco. Te lo juro, se me pone la piel de gallina. –levanté mi brazo como prueba. –Sus brazos son el lugar más seguro que he conocido en mi vida, y el hueco de mi cuello está hecho a su medida, no tengo duda alguna. Estar a su lado se siente como cuando eras un niño y tu madre te arropaba para que no tengas frío. –sus ojos estaban empapados, pero yo no me podía detener. –Podría hablar de ella por horas y aún tendría cosas para decir, porque ella es así. Un día te rechaza, al otro no te la puedes quitar de la cabeza, y aún no sé cómo ha sucedido, pero espero que no se detenga nunca. –finalicé con una sonrisa, quitando una lágrima que caía acostada. –¿Por qué lloras?

No me contestó, pero atrajo su cuerpo al mío en un fuerte abrazo, al que respondí con intensidad.

–Te amo, estoy muy enamorada de ti. –me confesó mirándome a los ojos. Sonreí sincera.

–Menos mal, ¿con qué cara te miraría si no, después de todo esto? –se rio quitando otra lágrima rebelde que había escapado de sus ojos. –Yo también te amo, Alycia. –respondí tomando acariciando su barbilla. Sollozó dos veces. –¿Por qué lloras, mi amor?

Tras tus ojos. CORREGIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora