Me gusta este lugar, aquí es donde despejo mi mente. Este lugar es muy acogedor y espacioso, aunque no ha sido habitado en algún tiempo; además es el único lugar donde puedo estar solo, ya que, después de salir de la escuela, mi mamá está todo el día en la casa mientras cuida a Arquímedes y mi papá se va a trabajar.
Siempre me acuesto en el suelo a trasmitir en vivo para mis seguidores o simplemente pensar, sí, este último es mi favorito.
Ahora estoy aquí reflexionando sobre lo que pasó hace unos 6 meses. En aquel entonces, Bruno se convirtió en mi mejor amigo, siempre me gustaba estar con él, me sentía muy bien a su lado y no sabía el porqué. Fue hasta que un día fuimos al cine a ver una película de superhéroes: Avengers, infinity war. Estaba en la boca de todo mundo, pero nosotros fuimos ya en sus últimos días en cartelera. Esa película era muy buena, pero yo no prestaba mucha atención en ella, sino en Bruno, se veía muy bien ese día, llevaba una camisa de vestir color azul con rayas blancas y unos pantalones de mezclilla; era muy lindo el cómo llevaba palomitas a su boca, su tierna boca. Habían pasado aproximadamente dos horas desde que inició la película y yo miraba en ratos a Bruno, entonces me decidí. Me fui acercando poco a poco a él viendo sus labios, él aún no lo notaba, estaba a punto de llegar a su mejilla cuando llegaron los créditos y volteó a verme. Me quedé pausado, no sabía qué hacer, estaba a centímetros de su rostro y él se veía algo incómodo.
—¿Qué haces, Aristóteles? —me preguntó.
Me puse demasiado nervioso, así que me volví a mi asiento.
—Yo... —me quedé callado, sabía que tenía que decir la verdad, pero nada salía de mi boca.
−Escúchame, por favor. Sé que eres un adolescente, te estás descubriendo y eso no es malo, al contrario −dijo poniendo su mano en mi hombro−. Pero yo no soy gay, sabes que estoy con Linda y la amo; además estás muy pequeño Aristóteles, conocerás a más personas.
—Pero... yo tampoco soy gay —dije sollozando al sentir como unas lágrimas recorrían mi mejilla.
—¡Ay Aris!, tú solo te estás cegando, pero siempre te apoyaré —dijo extendiendo sus manos para darme un abrazo, uno que me hizo sentir muy seguro.
—Pero te fuiste —digo mientras lloro sin consuelo mientras me paro del suelo y vuelvo a la realidad.
Entonces escucho un sonido de una puerta abrirse, me limpio rápido las lágrimas y me volteo para que no se me viera en ese estado. Escucho las voces acercándose.
—Entonces, ¿para cuándo llegan los nuevos vecinos? —dice la voz de mi mamá.
—Mañana mismo estarán aquí, así que tenemos mucho trabajo para el día de hoy, Polita —le responde la voz de mi tía Blanca.
—Vaya!, espero que sean muy amigables —voltea a verme y da un salto—. ¿Qué haces aquí, Aristóteles?
—Sabes que vengo aquí todos los días mamá —digo con un ademán cansado.
—Está bien, hijo. Pero para creo que ya no podrás venir aquí —dice con una voz triste.
—Lo sé mamá, pero puedo ir a la azotea —bostezo—. Creo que me iré a dormir.
—¡Ay hijo!, tú siempre te la pasas durmiendo, pero con ese estirón que te diste, lo comprendo —dice mi tía Blanca, haciéndose a un lado para que yo pudiera salir.
Me dirijo hacia mi casa, estoy un poco triste porque mi lugar de pensamiento lo ocuparían otras personas, sabía que no duraría para siempre. Abro la puerta del departamento donde vivo, entro y la cierro, paso por la sala y llego a mi cuarto, me lanzo hacia la cama y me quedo dormido.
Desperté, veo que son las 7:45 pm y me levanto a cenar. Ya estando en el comedor, observo cómo mi hermano pequeño jugaba con sus carros mientras mi mamá prepara la cena, lo cual es raro, ya que siempre lleva sus tuppers con mi tía Blanca para llenarlos de comida. Mi papá está leyendo el periódico, ve que llego a la sala y lo aparta.
—Hola hijo.
—Hola papá, ¿Cómo te fue?
—Bastante bien, me ascendieron de puesto y también mi nuevo libro está en la imprenta —me responde con algo de entusiasmo.
—¡Pues qué bien! ¿No?, si quieres lo puedo promocionar en mis redes sociales.
—Estaría excelente hijo, y a ti ¿Cómo te fue? —frunce el ceño en señal de apreciamiento.
—Pues no del todo bien, en los deportes me va muy bien, pero en las materias no, en especial inglés —le respondo haciendo un puchero no muy notorio.
—Tienes que echarle ganas hijo, sabes que no me puedes llegar decepcionar, pero inténtalo más, eres mi hijo; además eres el orgullo Córcega, mi orgullo —me dice con júbilo.
—¿Enserio nunca te decepcionaría? —le pregunto con anhelo.
—No hijo, nunca —me hace una seña para ir a abrazarlo.
Me siento muy feliz en este momento, ¡nunca decepcionaría a mi papá!, este abrazo lo siento muy sincero de su parte. Mi relación con mi papá está muy bien, vamos a divertirnos como padre e hijo, me lleva a muchos lugares y compartimos más tiempo juntos que antes, pero lo único que no me gustaba era la frase "orgullo Córcega", no me siento muy bien en las reuniones familiares, ya que mi padre solo dice mis cualidades sobresalientes y me presume en frente de todos, para quedar bien con Juan Pablo y eso no me gusta, no quiero ser ese "orgullo Córcega", no me gusta.
Terminamos de cenar, así que me voy a lavar los dientes y posteriormente me voy a mi cuarto a dormir.
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Me enamoré de ti: aristemo
RomanceUna historia de amor narrada desde la perspectiva de Aristóteles Córcega, un adolescente de 15 años que vive con su familia en Oaxaca, México. Él es un adolescente común: juega básquetbol, va a la escuela, duerme, etcétera; además es influencer, ca...