Abandono por un rato estos recuerdos. Hoy voy a la playa a pescar. El día está bueno, hay una brisa fresca que llama a meterse al agua.
Me levanto y listo. No me preocupo de lavarme ni nada, si igual me mojaré. Desayuno una jarra de aguardiente mezclado con agua, más un poco de madera podrida. Miro el amanecer y camino por entre las laderas que me llevan a la playa, con una lanza de colihue con la que cazo los peces.
Llego a la orilla. La arena es blanca grisácea. Las olas se mecen sonoras pero tranquilas. El mar está apto. Sin dudarlo me lanzo a las aguas, camino entre ellas y me sumerjo. Al principio no se ve nada, todo es oscuro, poco a poco el negro da paso al turquesa.
No veo nada al principio. Sólo agua y más agua. Salgo un rato a respirar y vuelvo a sumergirme. Observo unos cuantos pececillos, muy pequeños como para servir de comida. Sigo nadando. Recuerdo que hay días en que no logro conseguir más que un pequeño pescado para salvar la jornada, o recojo algún molusco. Otros días tengo más suerte. Una vez logré cazar dos salmones enormes, de los cuales uno cociné y el otro dejé secando y terminó como charqui. Hoy no parece ser un día de esos memorables. Me tendré que conformar con lo mejorcito que encuentre aunque sea una anchoa.
Nadar entre medio de estas aguas me hace un poco olvidar el pasado y el presente. Es como estar en un sueño de esos que tenía cuando era un chiquillo. Cuando soñaba con mundos lejanos y tiempos mejores. Pero cuando me hice adulto empecé a perder esos sueños. Me volví un cínico en el amor y un desesperanzado en cuanto al futuro. Un pesimista que, al final, tuvo razón.
Salgo a respirar. Miro hacia la orilla. Estoy bien lejos. Me da hambre y tengo que conseguir algo, pero no sé si lo lograré.
Vuelvo a meterme. Nada aparece. Llego a tocar el fondo, sólo veo algunas piedras, unas cuantas algas, pedazos de madera de algún naufragio, botellas... ya tengo hartas de éstas y me aburro de comer madera podrida. Reviso las vigas por si hay algún molusco, pero nada. En fin.
Sigo nadando. No me siento bien. La jornada no ha sido buena. Mi estómago empieza a arder. Me voy acercando poco a poco a tierra firme. Sólo algunos pececillos y nada más. ¡Cuidado, una medusa! Son peligrosas, una vez me picó una y sufrí varios días de dolor. Finalmente, apenas atino a una escuálida almeja que hallo por ahí.
Llego a la orilla con mi escaso botín. Resignado a ir de nuevo a recoger el cochayuyo que crece en las rocas. Cansado, me tiro en la playa boca arriba. El día está parcialmente nublado. Mi mente está en blanco, no quiero pensar ni recordar.
YOU ARE READING
En la cueva
General FictionDesde hace tiempo vivo en esta cueva que mira al mar. Ya perdí la cuenta de los días, meses o años que he estado aquí. No llevo cuenta del tiempo que llevo acá, no tengo cómo. Vivo solo, no he tenido contacto con otro ser humano desde que escapé, a...