VIII

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Hoy amaneció despejado. Luminosa mañana que me alegra un poco. Salgo a caminar por el lugar, recorriendo quebradas, caminos, matorros, llanos... me relajo mientras ando y ando por ahí sin motivo alguno, sólo andar por andar.

Hoy llegué lejos, hasta una quebrada donde se dan algunas flores. Me encanta verlas, son de las pocas cosas coloridas que puedo ver desde que llegué aquí. Me quedo contemplando esas pequeñas maravillas que destacan en medio del paisaje mustio al que me he acostumbrado todo este tiempo. Bebo un poco de agua de la que corre por ahí, mientras me tiendo en una pequeña playa y miro el cielo azul imponente.

Me quedo medio dormido. Entre las cosas que veo y las que medio sueño, mezclo las gaviotas y buitres, mis años como peón, las chicas del lupanar, el caos previo a la guerra, mi travesía entre las montañas, mi vagancia, cosas que van y vienen.

Miro el mar. A lo lejos parece pasar un barco. No le doy importancia. Decido volver a la cueva, camino otra vez entre los arbustos a ver si encuentro el cadáver de algún animal o alguna cosa perdida que me pueda servir. Dos buitres se disputan un resto de un ratón. Me interpongo entre ellos y tras recibir una lluvia de picotazos y agarrazos me quedo con la presa. Corro apresurado ya que los buitres me persiguen, tropiezo y uno de ellos me quita de la mano el pedazo de rata. Qué desazón.

Triste me vuelvo a la cueva. Obligado a comer madera podrida o uno de los pescados que diseco. Echo de menos algo de carne fresca, de fruta, ya perdí la cuenta de cuándo me comí el último pan. Vuelvo a la fogata e intento prenderla. Sale una chispa pero se apaga pronto. Otra vez intento, dura un poco más pero igual es infructuoso mantenerla encendida. Qué rabia no tener cerillos o algo más fácil para encender un fuego... ahora sí sale una llamita, tomo paja y una rama para mantener el fuego. La rejilla, hervir el agua y calentar el pescado. Con el hambre que tengo perdí todo asco. Es esto o morir con dolor.

En la cuevaWhere stories live. Discover now