Nadie sabía exactamente cuál era la vida de Nadia desde la muerte de su madre. Apenas tenía 8 años cuando ella falleció. Era hija única, vivía en una zona alejada y al quedar sola con su padre fue también como quedar sola en el mundo. No tenía parientes cercanos que vivieran cerca a su casa; su único contacto con la sociedad eran sus idas y venidas de la escuela. Nadia era una niña alegre y muy sociable, al menos lo fue hasta perdió a su madre, luego poco a poco su sonrisa se fue marchitando como se marchitan las flores, a los 12 años era imposible verla sonreír.
Por supuesto que seguía asistiendo a la escuela, pero era callada y retraída, no tenía amigos ni nadie de confianza, su maestra trato de conversar con ella y crear un vínculo amistoso, pero la niña nunca correspondió a sus esfuerzos y se limitaba a mirarle tristemente hasta que la maestra la dio como un caso perdido. ¿Con quién vivía Nadia? Pues con el único pariente cercano que le quedaba en casa: su padre...
¿Y cómo era su padre? Nadie habría querido responder esta pregunta, quizá alguna persona habría comentado que era un hombre taciturno y sin amigos, pero no era solo eso, era un hombre que aparentaba ser tranquilo, realmente dentro de sí bullían todas las pasiones, y no precisamente las más inocentes. Se rumoreaba (solo era un rumor) que en su juventud se dio a la vida disipada cuando vivía en la ciudad, drogas y malos amigos, trasnoches y malos caminos. Se rumoreaba también que golpeaba a su esposa. Pero el rumor que ya nadie se atrevía siquiera a pensarlo era, ¿de qué vivía? Nadie le conocía trabajo, siempre lo veían sentado en su puerta sin hacer nada. ¿De dónde sacaba el dinero para sobrevivir junto a Nadia? Por último, ¿dónde vivía Nadia?
Imagínense una selva, una selva amazónica y umbría. Vivían en una región de la selva amazónica, en una pequeña y alejada parcela que heredó la madre de Nadia de sus padres. Para llegar a este lugar sombrío, donde se estableció la pequeña familia esperando trabajar y prosperar; había que viajar por herrumbrosas carreteras, horas y horas de viaje, luego cruzar un río caudaloso y finalmente caminar por un estrecho sendero subiendo y subiendo por una montaña. Así es como viven las personas que se dedican a la producción de café y cacao.
Pero regresemos a Nadia, a la pobre niña sin sonrisa. Nadie supo nunca o al menos hasta el momento en que sucedieron los hechos como era la vida de Nadia, la veían ir a la escuela, la veían sentada a la puerta de su casa, la veían caminar por el sendero. Y de pronto cuando ella cumplió los dieciséis años nadie la vio más. Los más valientes que se atrevieron a preguntar al padre donde se encontraba la adolescente, obtenían siempre la misma respuesta "Nadia se fue a la ciudad a vivir con unos parientes lejanos, estudiar y forjarse un futuro", y nadie tampoco podía preguntar más a ese hombre taciturno. Pasaron los días, los meses y llego a ser dos años de la partida de Nadia, su padre se había desmejorado mucho, lo encontraban borracho tirado al borde del sendero y si era noche cuando sucedía esto, el que lo encontraba juraba haber oído mascullar al viejo e incluso gritar "déjame en paz, ya se acabó ya", así que en la aldea empezaron a sospechar que se estaba volviendo loco si es que no lo estuvo siempre.
DOS AÑOS DESPUÉS
Ciertos días de la semana, partía un camión a la zona donde vivía Nadia, ese día en particular se encontraban dos señoras parlanchinas y dicharacheras que volvían a sus casas en la selva.
– ¡Qué calor hace!- exclama una mientras trataba de abanicarse con la mano.
– Si parece que ya estuviéramos en el infierno- respondía la otra- Lo bueno es que cuando lleguemos será noche cerrada, no me atrevería a subir esa montaña con tanto calor.
– Claro que no quieres calor, pero tampoco es bueno caminar por la noche, ¿y si se te aparecen los fantasmas?
– ¿Qué fantasmas? Toda mi vida he caminado de noche por ese sendero y nunca me he encontrado nada...
ESTÁS LEYENDO
Creepypastas
Mystery / ThrillerUna recopilación de creepypastas conocidas y poco conocidas