El otro día leí un artículo que hablaba de la incomprensión actual de los hechos que ocurrieron durante la revolución rusa, decía que los jóvenes la recordamos como un empeño noble mientras que en realidad fue una dramática tragedia. Y aunque en ambos puntos tiene cierta razón el autor, cuanto más se profundiza en el texto más se da cuenta uno de la tergiversación que se hace del tiempo, el contexto y los hechos. Así que en este artículo propio haré una crítica de este mal análisis e intentaré teorizar la pregunta fundamental; ¿como es que sentimos esa nostalgia de las revoluciones, contemporáneamente la rusa, y no nos horrorizamos de sus errores?
Para mayor comprensión ruego leer el corto artículo que he hecho mención anteriormente, dejo el enlace original publicado en un portal conservador estadounidense y la traducción que encontré yo en una web de opinión cristiana justo abajo.
O: https://theimaginativeconservative.org/2017/10/remembering-russian-revolution-triumph-romanticism-reality-joseph-pearce.html
T: https://www.religionenlibertad.com/opinion/59823/recordando-mal-revolucion-rusa-romanticismo-realidad.html
Pearce empieza bien el artículo, sin embargo no tarda en soltar una elocuente hipérbole ("Nunca en la historia de la crueldad humana tantos habían derramado su sangre a manos de tan pocos") que pretende ensalzar la maldad del régimen comunista hasta límites insospechados. Tomando como referencia los datos maximalistas del famoso e "imparcial" libro negro del comunismo publicado el 1997 en Francia, dice que murieron un total de aproximadamente 90 millones de personas en el mundo y 20 millones en la URSS. Comparando estos no pocos millones soviéticos con los 80 millones de muertos en "tan solo" la 2nda guerra mundial, que a la postre fue fruto del imperialismo nazi, los que perecieron en los gobiernos fascistas o con la incontable mortaldad pasiva del capitalismo actual; podemos llegar a la conclusión que la afirmación de Pearce es errónea, y aún peor, probablemente está formulada deliberadamente ya que en unos pocos minutos es fácil comprobar estos datos.
Siendo solamente la introducción del texto, el autor la llena maliciosamente de adjetivos grotescos tales como depravado, monstruoso, crueldad, desastre o brutal carnicería humana para horrorizar al lector. Tantas palabras y números para tener que justificar esa tontería es síntoma de un error de compresión profundamente extendido. A continuación se nos habla de "lecciones no aprendidas", "mitos renacidos" y"tragedias ignoradas" en una exposición soviética de Londres. Turley, escritor británico, la visitó para su mala suerte pues salió "consternado" al haber olfateado una cierta aroma de nostalgia, como si de algo noble se pudiera tratar. Entonces es cuando invoca el olvido de la tragedia y el resurgir de los mitos como armas blandengues contra la esperanza colectiva. Porque sí, en Rusia hubo una tragedia como tantas otras que no nos dejan de recordar en cuanto hablamos bien del socialismo, a mi parecer no es ni especial ni olvidada y creo que la desestalinización vivida durante la caída del bloque es una prueba de ello. Por otro lado, Turley ve una mitificación en la apreciación afectiva que sentimos de la propaganda de la era bolchevique, en el "utópico" paraíso de los trabajadores y sobretodo como remarca el autor, "el mito de que la Revolución Rusa contuvo algo que pudiese considerarse "noble"".
Ante todo esto, y en esencia el artículo entero, hay una simple respuesta. La esperanza es lo que nos mueve irrefrenablemente a sentir simpatía por esos oprimidos que decidieron levantarse. Porque todos nos sentimos en cierto modo también oprimidos por la atmósfera social y el mal gobierno en muchas circunstancias, y entonces creemos lícito el acto de alzarse contra la tiranía. Comprendemos sus circunstancias y la esperanza colectiva de una sociedad mejor, luego estos objetivos acaban empañados por la avaricia y la traición hasta que el paraíso se vuelve un infierno. Pero esa magia que flota en el ambiente de un pueblo en armas y consciente nunca muere por más que giren las agujas del tiempo. Por eso nos aferramos a los objetos simbólicos que lo representan, aspiramos a un paraíso posible e idolatramos la nobleza de aquellos gloriosos hombres que vivieron esos días. Porque la palabra noble refleja para mí justicia, valentía y honradez, que a pesar de verse ensuciadas por los errores humanos perviven en la memoria para siempre como las virtudes del paraíso.
Seguidamente el autor abusa bastante de la malograda metáfora de la nobleza y nombra los males que a su parecer enterraron para siempre el sueño colectivo. Estos son: las ejecuciones masivas, los campos de concentración, los muertos por la guerra y el hambre, la inquisición de terror de la NKVD (hoy la KGB), etc. Esas muertes no son justificables para nada, simplemente víctimas de su tiempo y tenemos que recordarlas para no repetir un escenario así. Pero tenemos que comprender la realidad contemporánea de esos individuos, ellos cortaban de raíz cualquier oposición por pequeña que fuera como habían hecho con ellos. Así salvaguardaban la revolución a corto plazo y la transformaban en unidad a largo plazo; como han hecho los reyes con los disidentes a lo largo de la historia. La verdad se construye a base de destruir la anterior y eso es en efecto, eliminar vidas humanas. Entonces, para justificar este genocidio masivo se declara el terror legal e institucional, el primero sistemático de la era moderna ocurrió en la que fuera la región monárquica de La Vendée. Lo narra Julio Verne en El Conde de Chanteleine, los pobres campesinos franceses declararon en mal momento su contrarevolución y muchísimos fueron masacrados. El terror revolucionario ocurrió durante el bolchevismo, como también ocurrió con la guillotina de Robespierre en la rev. francesa, las purgas de Hitler y los fusilamientos de Franco. Viven en un mundo caótico y lo estabilizan a base de golpes, es tosco e innecesario porque como dijo Bakunin la verdadera revolución no es contra la gente, sino contra sus instituciones, pero ellos solo creían en el lenguaje de la guerra contra todo, y todos.
Acabando, el autor dice: "La tragedia no es que la Revolución Rusa esté siendo olvidada, sino que esté siendo recordada de forma errónea. Vista a través de esas lentes color de rosa, su lúgubre realidad queda sofocada bajo capas de mitos románticos." Creo que la revolución rusa no está siendo olvidada y creo que hay una crítica evidente a cualquier totalitarismo que trate de imponerse. Hay que recordarlo siempre, pero no porque un sueño se pierda en la niebla renunciamos a buscarlo nuevamente en la claridad. Si se pudre una fruta no tiramos el cesto como pretenden algunos. Reconocemos los errores para avanzar, el socialismo que se viene desarrollando estos días y especialmente en Estados Unidos, que es lo que temo que realmente le preocupa al autor norteamericano, busca frenar al lobo desatado que es actualmente el capitalismo neoliberal en muchos rincones del planeta. En el último párrafo del texto nos pide analizar los "mitos románticos" que dice que fue la revolución rusa desde una óptica realista. Desde esa óptica son imposibles de entender ya que ésta nos muestra una verdad inerte de los hechos, simples datos, y no la mentira viva que declararon colectivamente ahí. Es imposible disociar revolución y romanticismo, porque en el romanticismo prima la expresión del ser humano, los sentimientos. ¿Y que es la revolución sino la expresión colectiva del pueblo, un torrente infinito de sentimientos que fluyen por las calles inflamados por la llama de la libertad? Observamos para aprender pero soñamos para vivir, ergo el realismo es necesario, el romanticismo es vital.
En la misma línea Pearce finaliza el artículo con las siguientes "reveladoras" palabras:
"La tragedia es que las lentes color de rosa están tintadas con la sangre de las víctimas olvidadas del socialismo. Ver el pasado manchado de sangre a través de esas lentes condena al futuro a estar tan manchado de sangre como el pasado." (...) "Tenemos que convencerles de que se quiten sus lentes color de rosa para que puedan ver la realidad con claridad. Cuando lo hagan, cuando vean la sangre de millones de víctimas, solo podemos esperar que la sangre enrojezca sus mejillas, ruborizadas por la estulticia de su ceguera. Solo esa revelación curará a esa gente del deseo de la revolución."
Y yo le respondo que porfavor no nos quiten las lentes color de rosa que sino no vemos bien ni el pasado que tuvimos ni el futuro que queremos, pero que igual una lente de las dos nos la podemos quitar para no darnos de bruces con el presente. Es en el presente que debemos ser realistas o uno vive siempre en las nubes; incluso la drogadicción es producto de un exceso romántico en el presente, cuando un sujeto alejado de la óptica realista solo vive a base de sentimientos y alucinaciones hasta recapacitar o morir. La sangre vertida que menciona me enrojece las mejillas pero en ningún momento me he creído ciego, puedo asegurar con certeza que una cosa no debe quitar la otra. No es una revelación, sino un recordatorio permanente que lejos de acabar con el deseo de la revolución solo la hace virar hacia nuevos y esperanzadores derroteros.
P.D: El socialismo tiene un camino difícil hasta la Casa Blanca pero está más vivo que nunca antes, a pesar de los palos en las ruedas de los conservadores e incluso de la mayoría demócrata (en la línea de este artículo un poco pernicioso), si éste logra triunfar en la cumbre mundial del capitalismo que es hoy Estados Unidos habremos dado un importante paso, ¡el cambio está a la vuelta de la esquina!
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Política actual (Teoría y Praxis)
No FicciónMi más humilde opinión sobre el panorama político del momento. Sin filtros. Luchando por un mundo mejor en el frente de la cultura, la primera víctima siempre es la verdad.