Capítulo 2

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-Sargento Quinteros, la felicito por su rápido accionar. Gracias a Ud, este muchacho se ha librado de una buena paliza y ese sujeto desgraciado pasará al menos unos días en la celda. - La felicitó Juan Ángel, comisario titular de la dependencia donde la muchacha policía prestaba servicios una vez que se procedió a la detención del padre de Nicolás.

-Estaba cumpliendo con mi deber, comisario. Nada más. Me enferma esta gente violenta y sólo agradezco haber estado aquí en el momento justo. Veré en qué puedo ayudar al chico. Se ve muy joven para vivir por su cuenta. Ni siquiera trae ropa consigo. - Murmuró más para sí que para el comisario.

El jefe miró curioso al niño. Realmente, se veía demasiado joven y vulnerable. Si iba a parar a la calle, sólo conseguiría arriesgar su integridad física. Qué canalla era ése padre. Maltratar a su hijo de la forma en que lo había hecho era algo bajo y cruel. El chico tenía moretones por todos lados y fue todo un suplicio pedirle que se quitara la ropa para obtener evidencia fotográfica.

Dios, si hasta había derramado un par de lágrimas al ver la inocencia y la debilidad de aquel chiquillo cuando lo tomó de un brazo para girarlo. Si por él fuera, Jorge D'Alessio no saldría más de la cárcel.

-Estás segura de llevarlo a tu casa? Sé que eres una mujer capaz de cuidarte sola, pero...

-Comisario, sé lo que hago. Nicolás irá conmigo y no se hable más. Pero si tanto le preocupo, por qué no viene a cenar esta noche a casa. Así comprueba mi estado físico y el del niño también. Sé que le preocupa.- Agregó la chica. Ella y el comisario se habían convertido en grandes amigos y entre las cosas que habían aprendido el uno del otro era a leer los pensamientos a través de las miradas. Y la mirada del comisario Ángel, digno de su apellido, revelaba una necesidad imperiosa de proteger a ese jovencito que los aguardaba en la sala de espera, con su bolsito apretado entre sus manos.

-Llevaré el postre - Contestó el comisario con una sonrisa surcando sus labios. Después de despedirse por el momento de la chica, se dirigió hasta el niño, quien se asustó al verlo sentarse a su lado.

-Hola, Nicolás. Soy el comisario Juan Ángel. - Se presentó, tendiendo su mano para estrechar unos dedos pequeños y delgados entre los suyos.

-Mu.. mucho gusto. - Devolvió el gesto con cierta timidez.

Ángel sonrió a pesar de la tristeza que sentía en su corazón al ver la desconfianza en ése rostro tan puro.

No todos son malos en esta vida, pensó, recordando a los buenos trabajadores que tenía bajo su mando, en especial a la Sargento Quinteros, quién aún sin conocerlo, no quería hacer más que protegerlo. Y así, una pequeña luz de esperanza brilló en sus ojos. Si Quinteros acababa de dar el primer paso, él podía dar el segundo y así podrían ayudar entre los dos a ése niño a salir adelante. Pero para ello, necesitaba ganarse su confianza primero. Y decidió hacerlo, acudiendo a su lado bromista. No había nada de malo en bromear un poquito con la criatura después de todo, o si?

-Bien, jovencito. Sé que has respondido a todas nuestras dudas, pero estoy aquí porque tengo una pregunta más que hacerte, una muy importante. - Dijo, poniendo seriedad en su rostro, aunque ya empezaba a dudar de sus métodos cuando vio los ojitos de Nicolás agrandarse a tope.

Nico sintió un nudo en su estómago. Una pregunta? Pero... qué más necesitaba saber ése hombre de él?

Todavía con el miedo contracturando su carita, asintió con la cabeza, indicando al oficial que siga.

-Bien. Pues, necesito saber- Hizo una pausa cortita, suspirando un poco, acrecentando la incertidumbre. - qué es lo que más se te apetece de postre? - Terminó diciendo, causando que el muchacho lo viera extrañado, pensando que el hombre le estaba jugando una broma, pero al ver la seriedad en el rostro del mayor, bajó la cabeza y pensó un poco.

Esa era la pregunta?! Qué le apetecía de postre? Mmmh...vaya! Qué podía ser? Pocas habían sido las veces en que disfrutó de algo rico después de una cena desabrida. Y la mayoría de las veces había sido un yogurt de frutilla o duraznos. Podía decir eso?

-Mmm... Yo... mhmm no.. No sé... - Respondió con las mejillas teñidas de rojo.

-Vamos! Algo te debe gustar. Seguro que no hay algo que siempre has querido probar? - Preguntó nuevamente el mayor, sonriendo con una calidez contagiosa.

Nico lo miró pensativo. Sí que habían muchos postres que deseó probar cientos de veces, en especial... En especial una tarta de frutillas que su papá siempre solía comprarse y que jamás le convidó. Nico recordaba las veces en que su padre solía sentarse a su lado a degustar exageradamente del aquel manjar sin siquiera dejarse probar un poquito.

-Pue.. puede ser una tarta de.. de frutilla? - Respondió dudoso.

Juan sonrió otra vez. - Me parece perfecto. Una tarta de frutillas es una buena elección. - Dijo animado, mientras desordenaba el cabello castaño del crío antes de levantarse, pensando dónde carajos conseguiría una tarta de frutillas justo ahora que no era época de aquella fruta.

-Cabo Rogers. - Llamó apenas vio a la policía pasar. - Ud. quería un día de permiso para mañana, verdad? - Preguntó a la suboficial, que desde hacía días venía solicitando el permiso y asintió ante la pregunta. - Bien, consígame una tarta de frutillas hasta las 19:00 y podrá tomarse su día de permiso.

-Pero... Tarta de frutillas, Sr.? Si no es época. - Respondió la mujer con algo de decepción.

-Encuentre una y tendrá dos días. - Respondió el hombre. - Y que sea la mejor de la ciudad. - Añadió.

La mujer asintió no muy convencida, pero salió de la oficina, marcando el número de su madre. Tal vez ella podía ayudarla.

Mientras tanto, la sargento que había ayudado a Nicolás ya se encontraba desocupada de sus tareas y fue en busca del niño. - Bien, Nico. Terminó mi turno. Ya podemos irnos. - Le dijo apenas lo vio.

Nico pegó un saltito en su asiento al escucharla. No la había visto llegar por lo que su llamado lo había sorprendido. De inmediato, se puso de pie y agarró su mochila para empezar a seguirla.

Soledad Quinteros, así se llamaba ella, sonrió al verlo caminar lentamente detrás suyo. Parecía más un condenado a muerte....

-Hey, apúrate que ya es muy tarde y no alcanzaremos a comprar la comida de doña Elo. - Le dijo para animarlo. - y si nos quedamos sin las viandas, tendrás que comer mi comida y no creo que te gustará.

La sonrisa de la chica había logrado contagiar algo de alegría a la carita pálida de Nico y Soledad se dio por satisfecha por haber logrado que sonriera. Realmente era un muñequito, sonriendo así.

Definitivamente, no podía dejarlo... No, jamás iba a desampararlo.

💓💓💓💓

Hey, hola!!! Cómo están?! Espero que muy, muy bien!!! 🤗

Yo sigo con mi intento de historia ABDL. Espero no errar en el contenido y si es así, mil disculpas de antemano.

Muchas gracias por leer. Les dejo un beso!! 😘♥️

Good baby boy (ABDL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora