Sonreí amargamente mientras escuchaba la conversación que estaban teniendo mis amigos.
Fijé mi mirada en el suelo, inconscientemente.
Y en ese momento fue cuando mi mundo se vino abajo, de nuevo.
Sentí como las lágrimas nublaban mi vista.
Agaché mi cabeza y solté las lágrimas que se acumularon en mis ojos.
Nadie pareció notar nada, como siempre.
Cerré los ojos fuertemente y suspiré hondo.
Limpié el rastro que dejaron mis lágrimas con la manga de la sudaderas.
- Voy al baño, ahora vuelvo - avisé a mi mejor amiga sin mirarle a la cara.
No quise estar ahí un segundo más, por lo que salí casi corriendo hacia el baño.
Comencé a esquivar a gente en mi camino para poder llegar a mi destino.
Una vez llegué, me metí en un cubículo.
Cerré la puerta suavemente y me apoyé en esta.
Lentamente me fui deslizando por la puerta mientras agarraba mi cabeza.
Más lágrimas volvieron a salir, pero esta vez no las paré, no lo quise hacer.
Si hace unos minutos estaba bien, ¿por qué has tenido que volver ahora?
Me hice bolita y seguí llorando desconsoladamente.
Y de nuevo, no hay nadie que me salve.
Todo el sonido a mi alrededor pareció desaparecer, lo cual no sé si me asustaba o me alegraba.