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Un intruso en la casa

— ¿Por qué tardaste tanto? —Cuestionó Liz.

—Lo siento amor, he estado muy atareado en el trabajo. A penas y pude salir a buscarte. —explicó Diego. Al llegar al apartamento, Liz abrazó a Diego en un intento de calmar su miedo. Su mente no dejaba de pensar en el hombre misterioso.

—Me tengo que ir, amor. —comentó mientras se separaba de ella.

— ¿Que? ¿Te vas?

—Si, en la estación están como locos con los casos que ha habido. —Diego sacó las llaves de su bolsillo— Ten, por si tienes que salir.

— ¿De verdad tienes que ir? —Liz no quería dejarlo ir, o más bien no quería quedarse sola.

—Si amor, todos estamos trabajando para intentar cazar al asesino. —Explicó el joven— Como sabrás por las noticias, hubo 4 casos el mes pasado pero lo que casi nadie sabe es que hay más.

— ¿Más? ¿Cómo qué Más? —al escuchar eso, a Liz se le erizo la piel.

—Sí, han habido reportes de personas desaparecidas y luego encontradas muertas y todos con el mismo patrón. Sin sangre en las venas.

—Es muy extraño.

—Los del pueblo cercano piensan que es el chupa cabras. —Comentó riendo pero a Liz no le causaba gracia, se sentía incómoda. — Ya me voy amor, trataré de no llegar tan tarde.

Diego se fue, no sin antes darle un beso en la frente. El joven tampoco quería apartarse de ella pero creía que para poder protegerla deberá atrapar al asesino primero.

Liz se quedó mirando la puerta por la que Diego salió, no podía quitarse ese horrible sentimiento al ver a ese hombre. En su interior se preguntaba si esa persona era el Asesino pero temía saber la respuesta.

Liz decidió tomar una ducha con agua caliente con la esperanza de que eso la relajara. Al salir, envuelta en la bata de baño, apagó todas las luces excepto por la de la habitación, luz que era suficiente como para llegar a la cocina. Liz se sirvió una taza de leche caliente y caminó con ella a la habitación en donde tomó asiento en la cama. Sus ojos viajaron a la mesilla de noche, específicamente la foto que estaba ahí. Sonrió al recordar ese día.

La foto retrataba el momento en que Diego le pidió a Liz ser novios. Se conocieron en la escuela, en ese entonces Liz cursaba el primer año de secundaria y recién cumplía los 15 años; Diego por otra parte estaba en 3er año y ya contaba con 17 años de edad. La chica rio internamente recordando cuando sus padres se opusieron a la relación debido a la edad de ambos jóvenes pero no duró mucho ya que sus padres aman a Diego como si fuera un hijo.

Liz se terminó de beber la leche con una sonrisa en su cara debido a los buenos recuerdos. Se paró de la cama para llevar la taza a la cocina, al girarse no pudo evitar soltar la taza dejándola hecha añicos. Liz se paralizó en su lugar gracias a lo que sus ojos presenciaban.

Una figura masculina y alta observándola desde el balcón.

El corazón de la joven latía a mil, su cuerpo temblaba pero no podía moverse, no podía correr o gritar. Estaba petrificada. Su mente le ordenaba que gritara o saliera corriendo pero su cuerpo no obedecía. Sólo miraba fijamente al hombre misterioso, quién también le sostuvo la mirada en la oscuridad. Liz no podía ver su rostro, sólo una figura alta vestida de negro.

Pero entonces lo vio, una leve brisa fue suficiente para apartar lo que parecía ser cabellos largos y lo vio nuevamente, esos ojos rojos Escarlata mirándola fijamente. Los ojos de una bestia.

Desire | Libro 1 (Saga Desire)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora